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sábado, 20 de abril de 2024 01:42h.

Primera expansión del cristianismo - por El Padre Báez

el padre báezPrimera expansión del cristianismo por el norte de África.

Primera expansión del cristianismo - por El Padre Báez *

Primera expansión del cristianismo por el norte de África. Bastaría para ello y ver cómo influyó y penetró entre los cannariis, los después venidos a estas islas y llamados guanches, eran cristianos, lo prueba y demuestra la rica literatura de corte eclesiástico como las que se conservan y son precisamente las más ricas de la literatura cristiana. Entre estos escritores africanos, cuyos escritos formaron y dan fe del cristianismo del norte de África está Tertuliano, del cual lo mejor que se puede decir es que es admirable; no se ocupó de defender el cristianismo, sino que apelando a la legislación imperial exigió el derecho social de existir entre paganos, politeístas y otros, el cristianismo; el mismo que enraizó fuertemente en el norte del continente donde como vengo repitiendo vivían nuestros ancestros o antepasados, que trajeron a estas islas la fe de Jesús y en Jesucristo. Pero, sigamos con otros autores, como es el caso de san Cipriano, del cual nos han llegado su correspondencia, sus tratados y sus sermones, y Obispo que fue de Cartago, pongamos que en torno al 250, y de sus cartas se pueden decir son la mejor fuente sobre la Historia del cristianismo entre los africanos (de donde procedemos o descendemos, incluida la fe que tenemos que es la misma que tenían aquellos que ocuparon estas islas vacías, donde la practicaban). Citemos en tercer lugar, a Lactancio conocido con el sobrenombre de “Cicerón cristiano”, con lo que mejor elogio de su valía no se puede hacer. Suya es la obra que lleva por título “Instituciones Divinas”, en siete (7) libros, que contienen la suma de la fe cristiana, la misma que bebieron y en la que fueron bautizados los cannariis, sobresaliendo sus escritos en temas referentes a la moral, la misma que los guanches practicaban en grado heroico y ejemplar. El cuarto en ser citado, merece capítulo aparte, pero digamos brevemente algo del mismo, se trata del gran o gigante san Agustín (confróntese mi libro: “Espíritu Guanche: El Canario San Agustín”); Obispo, gran escritor, gran teólogo: el impulso que dio al cristianismo recorre toda la Historia de la Iglesia, aún al presente y por siempre, su doctorado llega al grado máximo con su Tratado sobre la Trinidad, pero sobresale de sus escritos las Confesiones, no quedando atrás, la “Ciudad de Dios”, y si se quiere un comentario sobre el Evangelio de san Juan, no se encontrará otro mejor que el suyo. Agustín como antes Tertuliano, se apoyan totalmente en las Sagradas Escrituras, las que llegan de alguna manera a adaptar al continente africano y de ahí una cierta versión bíblica un tanto particular. Pero, Roma andaba al acecho de lo que sucedía en su Imperio, y lo que sucedía en África no les dejaba indiferentes, con lo que comienzan a aparecer cismas, herejías, controversias, posturas distintas, divisiones, etc., y es el caso de citar a los lapsi (o tropezados), unos cristianos que adjurarían de la fe presionados por la ya citada Roma, que forzados ofrecían sacrificios a los dioses (recuérdese los guanches no tienen ni creen en dioses, sino en Dios), y acudían al soborno, coerción, forzamientos y falsas certificaciones adjurando de la fe cristiana, dado el temor romano de la expansión del cristianismo entre los suyos, y que accedían para salvar la vida a prácticas fingidas, y no faltaron los que entregaban las Sagradas Escrituras -pues leían la Palabra de Dios (también los nuestros)- a las autoridades, antes las cuales rehuyendo el martirio, se retractaban de su nueva religión, superior a  todas incluido el politeísmo, y otros ismos. Si ministros ordenados, una vez pasado por ese proceso, ya no se les permitían seguir impartiendo los sacramentes de la Santa Madre Iglesia, a la par que el culto a los mártires despertó tal admiración, que se convirtió en un culto a veces exagerado, aún saltándose las normas de la misma Iglesia, y sobresalió en contra de esta práctica el Obispo Mensurio, que no compartía tales devociones exageradas, a las que se opuso la masa o pueblo, hecho éste que conduce o lleva al cisma de la Iglesia en el Norte de África o zona de los cannariis. Muerto Mensurio le sucede Ceciliano (consagrado Obispo por Félix de Aptunga). Recordemos que el pobre Ceciliano sufrió el rencor de Lucila, la frustración de clérigos que aspiraban al episcopado, la avaricia de los que se aprovecharon de los bienes de la Iglesia desaparecido Mensurio, pero todo esto merece capítulo aparte)...  

* Remitido por El Padre Báez para su publicación