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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

El pueblo es rehén del Sistema - por Isidro Santana León

Sin lugar a dudas, pero, sobre todo, es esclavo de su inconsciencia o quizás de su complicidad pasiva. La total sumisión y la aceptación de toda imposición del Poder es la que le esclaviza, más que la delincuencia y el abuso propio del sistema capitalista.

El pueblo es rehén del Sistema - por Isidro Santana León

Sin lugar a dudas, pero, sobre todo, es esclavo de su inconsciencia o quizás de su complicidad pasiva. La total sumisión y la aceptación de toda imposición del Poder es la que le esclaviza, más que la delincuencia y el abuso propio del sistema capitalista. Una vez denuncié a la Caixa Catalana, por supuesto –ya que para litigar en los juzgados hay que tener pasta–, ante la bazofia colonial de la Oficina del Derecho del Consumidor del Gobierno de Canarias, por querer cobrarme una comisión inicua, abusiva, al intentar cambiar 250€ en monedas de todo tipo, y ya preparadas en los estuches que ellos te dan para favorecerles el trabajo.

La resolución de la Oficina de Consumidores fue devolverme al Defensor del Cliente de la misma Caixa, cosa, más que insólita, de vergüenza. Lo mimo vuelve a ocurrir en la antigua Caja Insular de Ahorros, ahora Bankia, cuando una persona trata de cambiar 60€ en monedas de 1€, por lo que le querían cobrar 9€ de comisión.

No se puede entender para qué sirve el dinero de curso “legal”, si las entidades bancarias dedicadas a trabajar con él se oponen a cambiarlo por su mismo valor, considerando que ésa debe ser su obligación y que el Banco de España la haga cumplir.

Se sabe que después de que a los banqueros se les acabara el chollo de la especulación inmobiliaria –estafa que está pagando el vulgo contra su “deseo”– le están sacando las tripas, al rehén cliente que, obediente, acepta que le roben por cualquier movimiento o gestión que haga con su propio dinero.

Como sabemos, al pueblo sumiso se le sujeta y saquea mediante leyes y decretos y, sin embargo, para estos grupos usureros no existe control ni leyes de ningún tipo, funcionando al libre albedrío, con total impunidad, arrogancia y desprecio hacia las personas. La cuestión no es descubrir si el reino de España es fascista –eso es una perogrullada– sino entender por qué el Reino es fascista.

El asunto de la estafa, que llaman comisión, lo estaba comentando con una persona en un bar, mientras tomábamos café, cuando otro escuchante, de forma intrusa y con ánimos de aconsejar a mi interlocutor –que se quejaba de que también le cobraban 5 euros por pagar el recibo de la luz o del agua–, se dirige a éste para aconsejarle que domiciliara el recibo y, a mi, que el dinero lo ingresara en mi cuenta. Le miré con cara de incomprensión y le pregunté que “en qué cuenta, que nadie tiene cuenta; que lo que está en el banco es de los banqueros y que nosotros somos sus rehenes a través del domicilio obligatorio de las nóminas o del pago a través de cuentas corrientes”.

El hombre, no contento con mi observación, se puso algo furioso, empezó con un galimatías ininteligible, se levanta y se marcha zumbando del establecimiento. Yo, aparentemente quedo mal ante la propietaria y la mirada cómplice de la mayoría presente, tal y como si le hubiera espantado a un cliente, por lo que la libertad de decir lo que piensas, ya te lo censura, de forma inculcada sutilmente, el propio pueblo envilecido.

Parece que nadie quiere oír la realidad y sólo vivir en una Odisea, esperando el retorno de los buenos tiempos y modos –que además nunca fueron buenos, de aquellos fangos estos lodos– y se violentan más con quienes les describen las estafas de las que están siendo objeto, que con el sistema fascista y asesino que tantas víctimas ha dejado por el camino. El pueblo hace de policía de sí mismo, expresando un desafecto y oposición a quienes queremos echar un pizco de luz donde todo parece oscuro, siendo su labor más efectiva que la de los cuerpos represivos del Reino. La autocensura social empieza a ser una realidad, por lo que la llamada libertad de expresión y de pensamiento está tambaleando, ya que nadie –siempre librando las justas excepciones– parece estar dispuesto a defenderla, sino a conformarse.

Ante lo visto, he optado por no dar ninguna opinión en los lugares de ocio donde haya un televisor dispuesto para el fútbol –ya que parece ser el gran y único medio de enriquecimiento intelectual– y aislarme y convertirme en un disocial, un incomprendido, un enajenado o un apestado al que, como las cosas sigan por estos derroteros, llevarán a la hoguera o lapidarán. En realidad, casi no puedo vivir con la adiestrada especie Homo “sapiens”, cuya sapiencia se ha conformado “esférica”, e intercambiar con mi perro la política que hemos de llevar a cabo en el chozo, para vivir en armonía y justicia. En una canción mía lo sintetizo así: “Pues, seré yo diferente, ¿o es igual toda la gente?”…

El fascismo que, a través del capitalismo, quiere imponer la “democracia” en aquellos países del mundo que no se pliegan a su antojo, se ha arraigado en el reino de España, creando en los pueblos dominados las graves consecuencias de su rapiña, ante la que muchos se tapan los ojos y los oídos, subyugación que es más nefasta en Canarias, por ser la Colonia de España: si la Metrópoli es un retrete, ¿qué vamos a esperar que ocurra en el retrete ultramarino de la Metrópoli?

Centralizar o globalizar en moneda única las monedas nacionales de los Estados, ha supuesto ceder la soberanía de las naciones –de los pueblos– al control, dirección e intereses de las economías y mercados impulsados por las grandes potencias, quedando éstas, con tal cesión de la voluntad popular, más fortalecida y con el dominio absoluto del mundo. Los pueblos han sido estafados por los representantes políticos que han elegido por sufragio universal, ya que éstos, en lugar de defender los intereses nacionales y sociales, son los portavoces de los mercaderes, los mismos que  les autorizan el latrocinio directo y el remuneradísimo puesto de trabajo en las empresas que favorecieron cuando gobernaban o estaban en la aparente oposición.

Daniel Estulin, en su libro “La verdadera historia del Club Bilderberg”, habla de asuntos que, si bien los mortales se lo toman con bastante frivolidad, a mí me dio mucho que pensar. No se aleja este hombre de las tantas elucubraciones locas que han pasado por mi cabeza pues, sin embargo, hay un tema del cual podemos empezar a contrastar, dadas las funciones que está forzando el capitalismo, tras la excusa de la comodidad y rapidez de los nuevos medios de comunicación. Creo, y doy por cierto, que el hecho de despreciar en las entidades bancarias el dinero efectivo, es querer imponer el dinero plástico, con el que pueden llevar a los pueblos a la esclavitud total, y que sean los propios bancos, con la complacencia de los gobiernos, quienes digan lo que tienes que consumir y cuánto tienes y debes gastar. Siguiendo la lógica de Estulin sobre el dinero plástico, el fin del sistema capitalista es aniquilar toda economía paralela, que ellos no puedan controlar, a la que llaman de forma inquisitoria economía sumergida, y a la que acusan de evadir el fisco (como si las grandes fortunas sumergidas no lo hubieran hecho), y así terminar de estrangular a las familias que escapan de la tiranía de los gobiernos y la depredación de los mercados, dinero que también demanda el gobierno fascista español, no para invertir en gasto público o en las necesidades de las personas, sino para echarlo también en el saco de la banca.

No entiendo mucho de estas cosas, soy un iluminado, según algunos, pero ya advierto que, además de declararme canario y no español, empiezo un periplo de anacoretismo, porque ante la abdución de la gente soy un inadaptado… ¿y quién coño que tenga un poco de luz, apenitas, se adapta a semejante esclavitud moral?