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miércoles, 17 de abril de 2024 00:39h.

Realidad al desnudo - por Fernando Navarro Henar


En circunstancias como las actuales, en las que se percibe cierta sensación de indefensión en las clases sociales más desfavorecidas, únicas golpeadas por las medidas mal llamadas “de reforma” acometidas por la clase política dirigente, conviene detenerse a reflexionar sobre las causas generadores de tal sensación.

En circunstancias como las actuales, en las que se percibe cierta sensación de indefensión en las clases sociales más desfavorecidas, únicas golpeadas por las medidas mal llamadas “de reforma” acometidas por la clase política dirigente, conviene detenerse a reflexionar sobre las causas generadores de tal sensación.

Los historiadores del Derecho nos ofrecen la descripción evolutiva de las diversas sociedades desde las primeras manifestaciones culturales del ser humano hasta nuestros días, poniendo de manifiesto un dato que viene a ser inamovible en todas y cada una de esas sociedades: la patente desigualdad estructural de los grupos sociales en función de la posesión o no de riqueza. Es decir, que las colectividades de individuos siempre se han “clasificado” en privilegiados o en pecheros, según su patrimonio. Sustancial en los primeros, escaso o nulo en los segundos.

Diferencia que, desde antiguo, ha sido la detonante de multitud de conflictos entre una y otra clases. Así, la primera manifestación de este antagonismo de clases, la encontramos en la antigua Roma, cuando los plebeyos, maltratados y explotados por la clase dominante patricia decidieron retirarse en masa a los montes Sacro y Aventino como medida de protesta por los abusos y tropelías de que eran objeto.

Desde entonces hasta nuestros días, en diversos grados y modos, con dispar equilibrio de la balanza, ora para un lado, ora para otro, la situación no ha dejado de producirse, arrastrando en el camino todo tipo de injusticias y pérdida de derechos.

Hoy, de nuevo, sin saber cómo ni por qué, como si de una regla de matemático cumplimiento se tratase, la realidad social vuelve a mostrarse al desnudo, en estado puro, con ejemplos ni tan aislados ni tan ocasionales como pudiera parecer o esperarse. Vaya uno de esos ejemplos para ilustrar este aserto.

Presenciar cómo se abre cada vez más la brecha entre personas que pueden llegar a “cobrar” más de un millón de euros al año, o más de doscientos mil por dimitir, o millones también por prejubilarse, por un lado, y cientos de miles de personas sin ningún tipo de ingreso ya o en claro riesgo de alcanzar tal situación, por otro lado, en nada contribuye a que reine la concordia y la sensatez, legalidades aparte, pero no legitimidades, que no es lo mismo.

Una realidad que, si bien en épocas pretéritas ha aparecido disfrazada de bienestar, cuando se desnuda, nos ofrece la verdadera imagen del devenir cotidiano. Ni Marco Valerio Marcial, aquel poeta bilbilitano del siglo I de nuestra era, con su agilidad en criticar la estulticia humana de la sociedad que le tocó vivir, encontraría palabras para describir esta realidad.

Por idílico y fantasioso que parezca, es el momento de reflexionar sobre esta situación, esta pretendida situación, más bien,  que el gobierno actual intenta proyectar sobre la opinión ciudadana, que cada vez más se aproxima a la condición de súbditos, con el objeto de comprender que el verdadero problema es la tergiversación maquiavélica y fantasmagórica de los fines de un Estado administrado por una ideología nada partidista de la igualdad y de la libertad.

Mucho hay en juego, pero todavía estamos a tiempo de corregir errores, pues de ellos es cuando se nos muestra el camino que equivocamos para poder tomar el correcto.

Gracias por leerme y un saludo.