Te recuerdo Amanda… - por Nicolás Guerra Aguiar
Te recuerdo Amanda… - por Nicolás Guerra Aguiar *
La Justicia chilena acaba de dictar sentencia, por más que esta llegue con cuarenta y cinco años de retraso (pero llegó, a pesar de todo): nueve militares son condenados a penas que van desde los dieciocho a los cinco años por causas seguidas contra ellos.
Para ocho, la condena suma homicidio y ”secuestro simple”. Para el noveno, encubrimiento de secuestros y secuestradores. Los detenidos y asesinados fueron Víctor Jara (cantautor, profesor, militante del Partido Comunista) y Littre Quiroga, exdirector de Prisiones hasta el 11 de septiembre de 1973.
Eliminada la democracia parlamentaria, el paso siguiente consistió en la sangrante persecución a sus oponentes políticos (partidos comunista, socialista; dirigentes obreros… y voces reconocidas por el pueblo chileno como la de Víctor Jara (“Si molesto con mi canto / a alguien que no quiera oír / le aseguro que es un gringo / o un miembro de este país”).
En efecto, la historia española de 1936 se reprodujo, casi con rigurosa fidelidad, en el Chile de 1973: gobierna el poder constitucional; intereses de otros incitan al levantamiento militar y lo apoyan; varios generales se proclaman con derecho a la intervención para arrollar la voluntad ciudadana; un general-generalísimo se irroga el poder… y comienza la represión. Con balas, simas de Jinámar, patitos a la mar, pozos tenoyenses, Mar Fea, campos de concentración (La Isleta, Lazareto, Fyffes, Los Rodeos, Vilaflor…) o el Estadio Nacional chileno: todos son antesalas de la muerte…
Comisaría Luis Antúnez, Sima Jinamar, Monumento en la Mar Fea, Monumento Fyffes
Para las vidas de poetas hubo los mismos comportamientos: cunetas de montes próximos a donde viven (Granada, por ejemplo) o los arrabales de Santiago de Chile, da igual: lo importante son los resultados, los impuestos silencios… Muerto el perro se acabó la rabia.
Los poetas son, además, muy peligrosos: sienten. Y tienen palabras para trasmitir sus pensamientos, no siempre acordes con las responsabilidades cívicas que dicta el Poder. Ya lo había escrito Francisco de Quevedo (siglo XVII): “No he de callar por más que con el dedo / ya tocando la boca o ya la frente / silencio avises o amenaces miedo”.
Otras veces callan forzosamente frente a la exterioridad sensible y se exilian interiormente: surge entonces, por ejemplo, la poesía existencial. Así, “Madrid es una ciudad de más de un millón / de cadáveres según las últimas estadísticas”, escribe Dámaso Alonso (1944). Este es el “gemido largamente expresado en la noche” del propio Dámaso. O contemplan, desde la impotencia, el desmoronamiento cultural y social del país: “Unos hombres sin más destino que / apuntalar las ruinas” (Blas de Otero, 1950).
Como contrapunto a ellos se impone el espíritu nacional, el canto a la España imperial (“Del Pirineo hasta Tejeda –España / del Atlántico, allá, fuerte y remota”) o la exaltación del guía espiritual de Falange Española (fusilado en Alicante) a través de un libro, Corona de sonetos a José Antonio Primo de Rivera (1939), canto fúnebre e ideológico.
Sí, los poetas son en momentos voces para el pueblo. Víctor Jara lo anima a la posesión de las tierras encerradas entre alambres (“Que la tierra es nuestra / es tuya y de aquel”). A fin de cuentas, ¿quién la hace parir? (Pero… ¡qué torpeza la de Víctor Jara! Una gran parte de su tierra estaba registrada a nombre de International Telephone and Telegraph Corporation, General Fire… y otras multinacionales del cobre, nitratos…)
Igual de ingenuo que el español Miguel Hernández: “¿De quién son esos olivos, / andaluces de Jaén”?, les pregunta. La respuesta es revolucionaria, inaceptable: les pertenecen al sudor, al trabajo, a quienes tuvieron “los pies y las manos presos, / sol a sol y luna a luna”…
Por la oscuridad solo rechinan rasgueos de guitarras. Las voces de los grillos machadianos le cantan a la luna. Los otros silenciaron a cantores… pero quedan las palabras. (Y la ensoñación.)
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar