Recursos naturales, medio ambiente, racionalidad económica y democracia - por Federico Aguilera Klink
Recursos naturales, medio ambiente, racionalidad económica y democracia - por Federico Aguilera Klink, Catedrático de Economía Aplicada en la ULL *
Las empresas que más éxito tienen en el mundo son las que más asesinan al mundo; y los países que deciden el destino del planeta son los que más méritos hacen para aniquilarlo.
Eduardo Galeano. Patas Arriba. La escuela del mundo al revés. 1998
Fred Magdoff. Una economía ecológicamente sensata y socialmente justa. 2014
INTRODUCCION
En consecuencia, frente a las respuestas que habitualmente repetimos cuando se nos pregunta por ¿Cuáles son los principales problemas ambientales?, que identificamos como el cambio climático, la erosión, la pérdida de biodiversidad, la contaminación,…etc., entiendo, al contrario, que los principales problemas ambientales son, originalmente, a) la falta de democracia real, b) la racionalidad económica violenta y c) los hábitos de consumo que se nos inculcan como normales cuando ni son normales ni son generalizables ni son ‘nuestros’.
LA AUSENCIA DE DEMOCRACIA Y LA RACIONALIDAD ECONOMICA COMO ORIGEN DE LOS PROBLEMAS AMBIENTALES Y DEL AGOTAMIENTO DE LOS RECURSOS NATURALES
Lo paradójico de lo anterior es que sabemos que no es nuevo pero tampoco es habitual
En otro lugar he planteado ya este problema de las universidades y la enseñanza de la economía (Aguilera, 2013) por eso solo insisto ahora en que “Las universidades se han convertido en amplia medida en las criadas del sistema corporativista. Y esto no se debe sólo a las especializaciones académicas y sus impenetrables dialectos, que han servido a su vez para ocultar tras multitud de velos la acción gubernamental e industrial…si las universidades son incapaces de enseñar la tradición humanista como parte central de sus más alicortas especializaciones, es que se han hundido otra vez en lo peor del escolasticismo medieval” (Ralston, 1997: 81-82), el resultado final es que las miradas críticas, humanistas o, simplemente, conectadas con las preocupaciones reales de las personas son poco habituales en las universidades.
Kapp mostró con gran claridad que la economía es un sistema abierto y en interdependencia con el sistema social y el ambiental, algo que la economía académica se sigue negando a ver disfrazando con el término de ‘externalidades’ (caja vacía las llamaba Kapp) o impactos ambientales ocasionales y poco relevantes, estas interdependencias inevitables con lo que dicha economía mantiene, consciente o inconscientemente, un sistema de pensamiento obsoleto e irreal pero funcional a unos intereses académicos y monetarios.
Por otro lado, la línea de trabajo mostrada por Kapp es muy fructífera en el sentido de que permite comprender con claridad dónde estamos y muestra el conflicto distributivo que subyace en estas cuestiones y que no es ajeno al marco institucional bajo el que la economía se vincula con el medio ambiente y las personas. ¿Por qué los empresarios no se consideran responsables de esos costes sociales? Porque cuentan habitualmente con un marco legal permisivo o que no los penaliza adecuadamente, gracias a las presiones de estos empresarios sobre los gobiernos para configurar dichos marcos legales favorables o, simplemente, porque son los propios intereses empresariales y corporativos los que presiden las decisiones de los gobiernos. “La producción y el consumo ponen en movimiento procesos complejos que tienen graves consecuencias negativas sobre el medio ambiente físico y social y que ejercen un efecto inevitable en la distribución; estas interdependencias implican una forzosa transferencia de costes sociales «no pagados» que constituyen una redistribución secundaria del ingreso real primordial (pero no exclusivamente) para los miembros económicamente más débiles de la sociedad, así como también para las generaciones futuras. Además, los individuos y grupos cuyo ingreso y salud se ven afectados negativamente por las tecnologías destructivas, bajo disposiciones institucionales específicas, son las víctimas de un proceso de producción sobre el cual ellos no tienen control alguno y en contra del cual no cuentan con ninguna compensación legal adecuada. Estas relaciones inter-sistema, con efectos redistributivos, no son relaciones de intercambio o de mercado. Tienen relación directa con los costes y beneficios reales; no son «externos» ni voluntarios o contractuales. En resumen, son fenómenos extramercado y los precios de mercado no proporcionan (en el caso de hacerlo) criterios adecuados para su evaluación” (Kapp, 1978, 206-207). (La negrita es mía).
En definitiva, tenemos una lógica o una racionalidad económica que es incompatible con el medio ambiente y con los derechos de las personas pues ambos son violados por esa lógica y por el amparo institucional que le dan los gobiernos. Tenemos ejemplos recientes en la decisión del gobierno norteamericano de Bush para que las empresas que lleven a cabo el fracking no sean penalizadas por incumplir las leyes que protegen el aire y el agua e, indirectamente, la salud de las personas. Claro que la empresa más importante en aplicar esta técnica es Halliburton cuyo presidente es Cheney que era vicepresidente con Bush cuando se aprobó esta despenalización. [1] En cualquier caso tampoco es nuevo saber que el gobierno de Bush ya había aprobado otra ley limitando la responsabilidad de las empresas petroleras en el caso de los derrames como el que ocurrió en el Golfo de México. [2] Tampoco está de más recordar que las centrales nucleares están exentas por ley de la responsabilidad de compensar los daños generados por los desastres y escapes nucleares (en el caso de que fuera realmente posible), excepto un mínimo porcentaje, siendo el Estado, lo público, el que cargaría con esa responsabilidad. Ahora lo que se pretende, si se aprueba el TTIP, es que se compense e indemnice a las empresas a las que no se les permite contaminar impunemente. Avanzamos en la consolidación de ‘El mundo al revés’ del que ya nos habló Galeano hace muchos años.
Para que lo anterior sea factible, tendríamos que ver con claridad la vinculación entre daños ambientales, racionalidad económica y democracia. Este planteamiento, bien argumentado y empíricamente documentado por Kapp es ignorado por la mayoría de los economistas y por los grandes empresarios, es decir, por las corporaciones. La razón fundamental consiste en que si se acepta este enfoque lúcido y obvio es necesario replantearse tanto la propia economía como la democracia que se practican actualmente.
De manera más clara “…la corporación moderna controla los precios y los costes, organiza a los proveedores, persuade a los consumidores, guía al Pentágono, configura la opinión pública, soborna a los políticos y es, de otras maneras, una influencia dominante en el Estado (…) Lo que necesita la gran corporación en materia de investigación y desarrollo, obras públicas, apoyo financiero de emergencia, socialismo cuando las ganancias dejan de ser probables, se transforma en política pública (…) Sus intereses tienden a convertirse en interés público (…) Cuando la corporación moderna adquiere poder sobre los mercados, poder sobre la comunidad y poder sobre las creencias, pasa a ser un instrumento político, diferente en forma y en grado, pero no en esencia, del Estado mismo. Sostener algo contrario –negar el carácter político de la corporación moderna- es más que evadirse de la realidad. Es disfrazar esta realidad. Las víctimas de este encubrimiento son los estudiantes a los que formamos en el error. Los beneficiarios son las instituciones cuyo poder disfrazamos de esta manera. No puede haber duda: la economía, tal como se la enseña, se convierte, por más inconscientemente que sea, en una parte de la maquinaria mediante la cual se impide al ciudadano o al estudiante ver de qué manera está siendo gobernado o habrá de estarlo” (Galbraith, 1972, 123 y 189). (1982).
El problema es que se nos sigue ‘bombardeando’ con afirmaciones sobre la existencia de los mercados libres o la necesidad de una mayor o menor (des)regulación. Pero no se trata de más o menos regulación sino de ¿Quién configura las reglas? ¿A quién beneficia la regulación? ¿Quién va a cargar con los costes y por qué? Es decir, se nos crea un marco erróneo y tramposo de discusión bajo la apariencia de que es el marco adecuado, en lugar de mostrar con claridad el conflicto distributivo que subyace continuamente en las decisiones económicas igual que en las relaciones entre economía y medio ambiente, tal y como señalaba Kapp más arriba.
1. Los conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes.
2. La derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento natural del mercado”. [3] En suma, necesitamos replantear los términos de la discusión y del marco adecuado bajo el que discutimos para poder comprender de qué estamos hablando.
LA ACTUALIDAD DEL DIAGNOSTICO DE ‘NUESTRO FUTURO COMUN’
Por eso me resulta muy interesante señalar que, a pesar de que se ignore a Kapp, sea el Informe Brundtland (Nuestro Futuro Común) publicado en 1987 por la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo y tan citado para divulgar la idea de desarrollo sostenible, el que menciona que ‘los países industriales predominan en la adopción de decisiones de ciertos órganos internacionales clave y ya han utilizado gran parte del capital ecológico del planeta. Esta desigualdad es el principal problema <ambiental> del planeta’. (CMMAD, 1987, 26).
Efectivamente, esta desigualdad en la toma de decisiones (léase imposición violenta de decisiones) y en la apropiación del capital ecológico del planeta por parte de los países industriales (léase saqueo del planeta por parte de estos países) es una buena y ‘delicada’ manera de definir cuál es el principal problema ambiental. Sólo tenemos que prestar atención a las guerras que ‘Occidente’ declara y promueve una y otra vez para saquear los recursos naturales en nombre de la democracia, los derechos humanos, la competitividad y el mercado. ¿Se puede considerar como gobiernos democráticos aquellos que promueven y practican, directa o indirectamente pero de manera habitual, este comportamiento violento de saqueo del planeta causando daños personales (miles de muertos) y ambientales irreversibles sea en otros países o sea en el propio país?
Nadie puede aceptar honestamente que las guerras recientes y actuales de Irak, Afganistán, Libia y Siria, la creación del Estado Islámico, el golpe de Estado en Ucrania apoyado por EEUU y la Unión Europea, los años de presión e intimidación a Venezuela, Bolivia y Ecuador, sin olvidar los golpes de estado promovidos por EEUU en América Latina así como los intentos de involucrar a Rusia y China en una nueva, y quizás última y definitiva, tercera guerra mundial, insisto, nadie puede honestamente aceptar que toda esta violencia sea ajena al deseo de apropiarse ilegal y criminalmente de los recursos naturales. [4] Por otro lado, la ausencia de guerras no significa que no haya violencia y crímenes pues, con frecuencia, las corporaciones ‘pactan’ con, o imponen a, los gobiernos de algunos países el saqueo impune de sus recursos, como la Shell en el Delta del Niger (Nigeria), uno de los casos de contaminación más salvajes. [5] Peor o igual es el derrame deliberado de Texaco en Ecuador, aunque a diferencia del gobierno de Nigeria, el gobierno de Ecuador sí ha hecho frente a esta empresa. [6] Y no podemos olvidar el acaparamiento de tierras y sus implicaciones.
Toda esta violencia es consustancial a la racionalidad económica. “La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas” (Galeano, 1998, 6). El problema es que no ‘podemos’ ver esa violencia con claridad puesto que aprendemos a verla como normal, habitual, sin relacionar su existencia con el comportamiento de nuestros gobiernos y ‘nuestras’ empresas. La vemos como algo que es ajeno a nosotros puesto que ni los medios ni, habitualmente, el pensamiento (si se puede llamar así) vinculado a las universidades nos relaciona estas cuestiones. “La memoria del norte se divorcia de la memoria del sur. La acumulación se desvincula del vaciamiento. La opulencia no tiene nada que ver con el despojo. La memoria rota nos hace creer que la riqueza es inocente de la pobreza, que vienen de la eternidad y que así son las cosas” (Galeano, 1998, 35). En esa misma línea pero más recientemente, “En el imperio de la vergüenza, gobernado por la escasez organizada, la guerra ya no es episódica, sino permanente. Ya no constituye una patología, sino la normalidad. Ya no equivale a un eclipse de la razón. Es la razón de ser del propio imperio” (Ziegler, 2006).
Pero esta violencia también la tenemos en ‘casa’ aunque no de manera tan salvaje ya que las guerras son de otro tipo aunque porque cada vez es más ignorado el ejercicio de la razón pública (debate argumentado) y la defensa del interés público que ha sido secuestrado hace mucho tiempo por unos Parlamentos vacíos de contenido democrático. “En el reino de los negocios la democracia, tal como la contemplaron los fundadores, está ahora en suspenso. Todo lo que nos queda son los mecanismos, los rituales, la toda importante imagen de la democracia que invocan los mismos traficantes de poder que la subvertirán. En Washington D. C. las corporaciones actúan igual que lo hacen en el mercado: juegan para ganar. El problema es cómo ganan ya que su usurpación del poder político destruye el proceso democrático. Quizá de manera inquietante nosotros como ciudadanos nos hayamos habituado a estas incursiones y las aceptamos como parte de los avatares de la política” (Hawken, 1997, 132). En otras palabras, “En los Estados Unidos, nuestros resultados indican que la mayoría no gobierna – al menos no en el sentido causal de que determina los resultados de la política. Cuando una mayoría de ciudadanos discrepa de las élites económicas o de los intereses organizados, habitualmente pierden” (Gilens M. y Page B., 2014, 576).
Esta idea de un Parlamento al servicio de la oligarquía se ha ido reforzando por todo el
Pero además, impide la difusión de los borradores de los documentos que se están negociando y, para continuar con la cadena de secuestro de la democracia, se impide a los propios parlamentarios europeos tomar notas de esos borradores y difundirlas. Así pues, se permite “… el acceso a una parte de los documentos sobre el TTIP a todos los eurodiputados, cuando hasta la fecha sólo siete europarlamentarios tenían acceso a la reading room para consultar los textos. Y esto, después de pedir cita, indicar exactamente qué documentos desean consultar durante un periodo máximo de dos horas por visita, y sin poder contar una sola palabra de lo que vean, bajo la amenaza de sufrir sanciones administrativas y exponiéndose incluso a afrontar un proceso penal. Tampoco pueden reproducir los documentos con marca de aguas que les entregan en sobres con su nombre, ni tener ningún tipo de contacto con el exterior. En todo momento son vigilados por un funcionario de la UE que incluso debe revisar que los folios estén enteros y los parlamentarios no hayan arrancado partes para robarlas, y deben dejar fuera de la sala todos sus aparatos electrónicos, pero también relojes y en muchos casos incluso los bolígrafos”. (Negrita en el original). [9]
No hay nada más que prestar atención a los vínculos existentes entre los políticos y sus negocios, por si no lo teníamos claro todavía, “… los ministros de finanzas de Europa no están todos a favor de equilibrar el presupuesto, si el presupuesto tiene que equilibrarse cargando de impuestos a los ricos: los bancos saben que todos los impuestos que los ricos son capaces de evadir terminan en manos de los bancos. De modo, pues, que ahora han caído las máscaras, y la guerra de clases ha vuelto a la escena de forma descarnada. Al
MEDIO AMBIENTE, HABITOS DE CONSUMO Y DIGNIDAD HUMANA
De acuerdo con el ‘Programa comunitario de política y actuación en materia de medio ambiente y desarrollo sostenible’ elaborado por la Unión Europea en 1992, “Los auténticos ‘problemas’, responsables de las pérdidas y daños ecológicos, los constituyen las pautas de conducta y de consumo de los seres humanos en la actualidad”. Claro que este diagnóstico ‘olvida’ que muy raramente somos los ‘consumidores’ los que exigimos determinadas mercancías sino que son las empresas las que nos van ‘construyendo’ o inculcando las ‘demandas’ y ‘necesidades’ hasta hacerlas ‘nuestras’.
Y, efectivamente, nos ‘inculcan’ continuamente deseos y preferencias para mantener la máquina en marcha. Por eso es tan importante y, a la vez, nos cuesta tanto darnos cuenta de que “…el poder más grande es el de preformar a alguien de tal modo que haga por sí mismo lo que se quería que hiciera sin necesidad de dominación o de poder explícito. Conforma un conjunto de capacidades, disposiciones y potencialidades que quedan incorporadas en nuestras prácticas antes de que el sujeto pueda tomar conciencia de ellas…lo que imposibilita (al menos de entrada) su cuestionamiento. La atención a este tipo de poder obliga a ampliar el terreno de la política y asumir como tarea primordial la formación de los individuos autónomos.” (Castoriadis, 2005, 26).
Darnos cuenta de que somos ciudadanos y, ocasionalmente, consumidores es fundamental para empezar a preguntarnos cómo vivimos y qué consumimos, en el sentido de empezar a conocer cuáles son las condiciones laborales y ambientales bajo las que vivimos y bajo las que se fabrican los productos que consumimos. “Lo que está en juego es “una revolución cultural”, ante una sociedad plagada de gente bienintencionada que “no quiere ver”. Frente a ellos, una inmensa minoría comienza a cuestionarse que hay modos de “vivir bien” alternativos al consumismo desenfrenado que nos impone la publicidad”. [12]
Se trataría de integrar nuestra parte de ciudadano con nuestra parte de consumidor para hacer del consumo un acto responsable. Esto es lo que quizás sea el inicio de lo que Fromm calificaba como el carácter revolucionario, en el sentido de “… una persona sana, viva y cuerda. Es un hombre desobediente, libre e independiente (…) La persona sana en un mundo insano, el ser humano plenamente desarrollado en un mundo tullido, la persona completamente despierta en un mundo semidormido, es precisamente el carácter revolucionario”. (Fromm, 1981, 64-77). De una manera similar se expresa Castoriadis, precisando que “Revolución significa una transformación radical de las instituciones de la sociedad (…) Pero para que tal revolución exista, hace falta que haya cambios profundos en la organización psicosocial del hombre occidental, en su actitud con respecto a la vida (…) Hace falta que se abandone la idea de que la única finalidad de la vida es producir y consumir más (…) hace falta que se abandone el imaginario capitalista de un seudocontrol seudorracional, de una expansión ilimitada”. (Castoriadis, 1992, 272).
Esto nos permitiría, quizás, empezar a dar el paso hacia procesos que no sean solo intelectuales ni individuales, sin excluir su importancia, sino políticos, psicosociales y
Todo el ‘enriquecimiento’ intelectual y psíquico del ser humano es fundamental para poder cambiar esta situación. Por eso me resulta tan atractivo y tan relevante el planteamiento que hace Maslow sobre lo que considera los dos Grandes Problemas para todos los seres
Otro Gran Problema de igual urgencia…es el de crear la Sociedad Buena. Existe una especie de feedback entre la Persona Buena y la Sociedad Buena. Se necesitan mutuamente, son el sine qua non la una para la otra…su desarrollo simultáneo y en tándem es evidente (…) Por Sociedad Buena entiendo…una sola especie, un solo mundo” (Maslow, 2008, 38-39).
Para algunos científicos sociales, el problema es el capitalismo, no las personas, no se trataría de una cuestión de personas buenas o malas. Desde mi punto de vista el capitalismo nos construye a las personas de una determinada manera, nos acostumbra a una ‘normalidad malvada’ y la legitima, como creo que ha quedado claro, aunque no se hable de maldad sino de racionalidad económica o capitalista. En cualquier caso, lo cierto es que la práctica de esa racionalidad, el capitalismo realmente existente, es criminal. Pero lo importante es que el capitalismo lo ‘hacemos’ funcionar las personas, consciente o inconscientemente, por lo que, de la misma manera, somos las personas las que podemos
REFERENCIAS
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http://www.publicacionescajamar.es/publicaciones-periodicas/mediterraneo-economico/mediterraneo-economico-23-para-la-rehumanizacion-de-la-economia-y-la-sociedad/
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[1] https://www.youtube.com/watch?v=yH3HxJXHO2A
[2] El Gobierno de Estados Unidos eximió a la petrolera británica BP de tener un plan de emergencia en caso de que la plataforma Deepwater Horizon,que alquiló a la subcontrata Transoceanic, provocara un vertido. Hace dos años, la administración del presidente George Bush dejó de exigir estrategias concretas de respuesta a fugas de petróleo a un nutrido grupo de perforaciones en el golfo de México, práctica que ha mantenido la actual Administración.
http://elpais.com/diario/2010/05/11/sociedad/1273528805_850215.html
[3] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3241
[4] http://www.presstv.ir/Detail/2015/04/27/408267/US-military-plans-WWIII
[5] http://www.laveudafrica.com/viaje-a-las-tinieblas-del-petroleo/
[6] https://rsechile.wordpress.com/texaco-en-ecuador-el-peor-desastre-petrolero-del-mundo/
[8] http://www.nuevatribuna.es/articulo/espana/comision-europea-rechaza-peticion-ciudadana-realizar-recogida-firmas-tratado-comercial-ue-estados-unidos-ttip-obligaria-realizar-audiencia-publica-materia/20140912114419107041.html
[10] http://www.businessweek.com/managing/content/mar2009/ca20090319_591214.htm
[11] ‘Con quién está negociando exactamente Varoufakis, y cuál es la estrategia del gobierno de Syriza. Entrevista de Shermine Peries a Michael Hudson’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7770
[12] Palabras pronunciadas por Ana Etchenique en el acto de presentación de ‘Carro de combate. Consumir es un acto político’. http://www.carrodecombate.com/2015/03/02/el-consumo-como-acto-poltico-debate/
[13] http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-09-16/no-necesitamos-entrar-en-habitaciones-sino-salir-a-las-calles_28925/
* En La casa d mi tía por gentileza de Federico Aguilera Klink