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jueves, 25 de abril de 2024 02:08h.

El Rey abdica, su hijo hereda - por Manuel Marrero Morales

El Dictador Franco murió en la cama, no logramos echarlo. Y aún hoy seguimos sufriendo sus consecuencias. Su sucesor, el Rey Juan Carlos I, designado e impuesto por aquel régimen autoritario y blindado por la Constitución, acaba de abdicar hoy 2 de junio. Y su hijo, Felipe VI, sin tampoco pasar por la urnas, va a heredar en los próximos días la jefatura del Estado, gracias al acuerdo parlamentario por el que se aprobará por la vía de urgencia la preceptiva Ley Orgánica.

El Rey abdica, su hijo hereda - por Manuel Marrero Morales

El Dictador Franco murió en la cama, no logramos echarlo. Y aún hoy seguimos sufriendo sus consecuencias. Su sucesor, el Rey Juan Carlos I, designado e impuesto por aquel régimen autoritario y blindado por la Constitución, acaba de abdicar hoy 2 de junio. Y su hijo, Felipe VI, sin tampoco pasar por la urnas, va a heredar en los próximos días la jefatura del Estado, gracias al acuerdo parlamentario por el que se aprobará por la vía de urgencia la preceptiva Ley Orgánica.

Los voceros del régimen durante estos años han cerrado filas en torno a la intocable figura del rey impuesto. Han inventado una historia de transición modélica y de la relevante figura del Rey, que poco tiene que ver con la realidad. ¿Cuántos años tendremos que esperar para conocer fehacientemente su verdadero papel en el golpe de Estado del 23-F?

Desde una perspectiva anacrónica de monarquía del siglo XIX, considerando que los países latinoamericanos seguían siendo sus colonias, no tuvo empacho alguno en increpar al Presidente Chavez, -por cierto, elegido por el pueblo de la República Bolivariana de Venezuela-, con aquel infeliz "¿Por qué no te callas?"

La denominada Ley de Transparencia del PP ¿nos arrojará luz algún día sobre los orígenes de la acumulación de riqueza durante estas cuatro ultimas décadas de esta monarquía parasitaria?

La marcha verde sobre el Sahara, protagonizada por su pariente, el anterior Rey de Marruecos, trajo consigo una operación vergonzante por la que el Estado español mediante el Acuerdo de Madrid, regaló a Marruecos y a Mauritania este territorio y a sus habitantes, sin consultarles sobre su futuro. Y ahí sigue el Pueblo Saharaui refugiado en los campamentos de Tinduf o sufriendo una durísima represión en El Aaiun. Y cuatro décadas más tarde, el Sahara sigue figurando en la lista de la ONU de territorios pendientes de descolonización.

Los escándalos públicos continuados, protagonizados, de manera especial, por el Rey así como por algunos miembros de su familia, han ocasionado que se haya producido una cierta brecha entre los que siempre cerraron filas en torno a la corona: Corinna, los elefantes, los variados desmanes y correrías, el caso Noos y el aprovechamiento de su posición social por sus protagonistas son demasiados frentes que han hecho muy difícil para algunos la defensa de la deteriorada imagen de una institución impuesta por el dictador Franco.

Está en sus fases iniciales aún en nuestra sociedad el debate sobre el modelo de Estado y, por tanto, sobre la Jefatura del mismo. El Estado de las Autonomías tiene rotas sus costuras. El Estado Federal no ha concitado aún los apoyos sociales y parlamentarios suficientes, el derecho a decidir forma parte de la lucha de algunos pueblos (catalán, vasco, canario,...) con desiguales resultados. El debate sobre la construcción de la III República aún es minoritario socialmente, por mucho que proliferen las banderas tricolores en nuestras manifestaciones. Se me antoja que tendrá que ser un debate de largo recorrido para sumar conciencia critica y posicionamiento ciudadano.

Los monárquicos y los autodenominados "juancarlistas", que ahora se trocarán en "felipistas", están hoy alborozados. Todos sienten un respiro de alivio porque llegan los refuerzos a la deteriorada institución monárquica. Ahora les toca imponer el relevo sucesorio, puenteando una vez más la voluntad ciudadana, que no será consultada.

La sombra del dictador Franco es muy alargada y sobre la sociedad de este país se siguen proyectando las decisiones de hace cuatro décadas.

Una vez más, un nuevo Jefe del Estado impuesto. Y con la connivencia de una mayoría suficiente en el Congreso de los Diputados.