Ricos, porque ellos lo valen - por Beatriz Gimeno, Miembro del colectivo econoNuestra
01 de mayo de 2014 (06:44 h.)
"Toma a dos personas 'normales', dale dinero a una sola de ellas, y mira lo que pasa a continuación" (Texto del vídeo que motiva a Beatriz Gimeno para este artículo)
Ricos, porque ellos lo valen - por Beatriz Gimeno, Miembro del colectivo econoNuestra
El otro día me pasaron este vídeo https://www.youtube.com/watch? feature=player_embedded&v= yEpn_1aPpRk que me pareció interesante y que puede hacernos reflexionar algunas cosas; y eso a pesar de las limitaciones que tiene un experimento de este tipo.
Este video permite jugar a hacer comparaciones entre lo que en él se va mostrando y las situaciones que vivimos en España. Desde la persona inmensamente privilegiada que delinque porque nunca parece tener bastante, como Urdangarín, hasta todos esos ricos que conducen sus coches convencidos de que a ellos no les aplican las mismas normas de tráfico que a los demás, tipo Esperanza Aguirrre y tantos otros. Desde personas con mucho dinero, como Lucía Figar, capaz de quitar el cheque guardería a miles de familias que lo necesitan con una mano al tiempo que se adjudica para sí los 1100 euros con la otra, hasta tantos y tantos empresarios capaces de saltarse todas las leyes por algo que a priori parecería que no merece la pena.
El experimento intenta explicar cómo la mente de los ricos, así como todas nuestras referencias sobre lo que es bueno o malo, así como la percepción que tenemos de nosotros mismos, está condicionada por la riqueza. Los ricos piensan que se lo merecen todo y los pobres piensan que es así, que la gente que es rica es porque se lo ha ganado. Hay todo un sistema cultural que configura nuestra manera de pensar para que no nos demos cuenta de que las cartas están marcadas desde el principio. No es extraño que muchos medios de comunicación norteamericanos reaccionaran de manera virulenta ante este sencillo estudio que parece tan obvio. En realidad, el estudio sólo demuestra que Marx tenía razón. Son las condiciones materiales las que determinan la conciencia, tanto la individual como la social, así que es normal que los ricos no se sientan nunca ni culpables ni avergonzados y que tiendan a pensar que todo les está permitido; es que les está permitido.
Esto es trasladable a todos los campos sociales, especialmente al campo de las relaciones laborales donde los ricos van a torcer todas las normas para beneficiarse, porque como hemos podido de sobra comprobar –y en contra de lo que a veces se piensa– los ricos nunca tienen bastante. No hay cantidad pequeña por la que no merezca la pena cometer un delito, un fraude o un engaño. Nos asombramos a veces al ver a una persona muy rica que, lejos de conformarse con su situación de privilegio, se arriesga para ganar aún más dinero y nos preguntamos: ¿no tenía bastante? No, nunca es bastante. No quieren el dinero para vivir mejor porque llega un momento en que puede ser difícil vivir mejor; la riqueza se convierte en un fin en sí mismo.
Puesto que todas las normas legales y sociales están hechas para favorecer a los ricos frente a los pobres, es normal que aquellos tengan sensación de invulnerabilidad. Esta manera de ser permanentemente favorecidos les hace convencerse también de que las normas que les estorban son mucho menos importantes, de mucho menos obligado cumplimiento, que aquellas que les favorecen, que éstas sí nos obligan férreamente a todos. Es decir, los ricos –y con ellos una parte de la sociedad– piensan, por ejemplo, que la defensa de la propiedad privada a ultranza es una norma básica, que en ningún caso puede violentarse o debilitarse, un pilar de la sociedad; pero que, en cambio, saltarse las leyes que les obligan a pagar impuestos es un delito menor que la mayoría comete (o lo intenta) y justifica. A esta tarea contribuyen, naturalmente, todos los medios de comunicación, que encuentran mucho menos grave y/o peligroso que Berlusconi haya defraudado a la hacienda de su país 7 millones de euros, o que el PP lleve años defraudando al fisco con una contabilidad falsa, que el hecho de que una Consejera de Vivienda se salte una lista de espera para dar techo a gente que está sin él.
Las consecuencias son obvias: este es un sistema que culturalmente premia y favorece la desigualdad así como oculta sus causas. Al mismo tiempo justifica y naturaliza esa desigualdad hasta el punto de insertarla como un pilar de la subjetividad, tanto de ricos como de pobres.Pero es también un sistema que permanentemente cambia las reglas lo que haga falta, y con ello todas las justificaciones pertinentes, para que aquellas favorezcan a los que más tienen; que tuerce las leyes lo que haya que torcerlas para que los delitos, sean cuales sean, de los ricos sean mucho menos castigados que los delitos que los pobres son propensos a cometer. Siempre ha sido así, desde luego. No hace mucho todavía se castigaba con la horca robar un pedazo de pan, mientras que robar a los pobres no se ha considerado nunca siquiera un delito punible. Cómo va a serlo si es la base misma del capitalismo.
Desigualdad es lo mismo que injusticia. No hay una desigualdad “natural” o neutral o producto de la mala suerte o de circunstancias adversas, evitables o no, como sostienen los liberales. La desigualdad requiere un concienzudo –y casi siempre opaco– trabajo de injusticia para poder desarrollarse: injusticia legislativa, injusticia económica, injusticia política etc., que dan como resultado exactamente lo buscado: desigualdad radical. Desenmascarar este estado de cosas no es superfluo, es un trabajo permanente y este pequeño video, que a algunos les puede parecer obvio, contribuye a ello.
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