Sánchez, víctima del poder de la mentira - por Erasmo Quintana

 

Sánchez, víctima del poder de la mentira - por Erasmo Quintana *

 Puede parecer una incongruencia pero la mentira alcanza infinitamente más poder que la verdad. Desde la verdad corre el rumor de algo bueno y positivo sobre fulano, y ahí queda, en ese “ya se verá”, mientras que desde presupuestos mentirosos lo que se afirma es por completo negativo, que denigra a la persona, todos lo creen a pies juntillas, sin dudarlo. La mentira, además de servir de parapeto a los emboscados que rehuyen enfrentándose a la realidad material, es un arma poderosa, y aunque diga el refranero aquello de “cantando las verdades se pierden las amistades”, debemos pensar que frente a la mentira prevalece siempre la verdad.

Curioso es pero cierto por ominoso, que ahí tenemos el fenómeno  Donald Trump, al que le han contabilizado en decenas por semana las mentiras que dice, y cuanto más grandes y gordas más son

creíbles por el gran público norteamericano. A modo de ejemplo, el ataque terrorista en Suecia que se inventó, a lo que su primer ministro no tardó en contestarle si estaba fumado cuando dijo esa barbaridad. Y lo siguiente: la acusación que hizo a Obama y al partido de éste de espionaje, sin prueba alguna. Como táctica (sembrando la sospecha) es indudable que funciona, al tiempo que neutralizaba su propio escándalo de los escarceos con el presidente ruso Putin, del que se supone recibió una buena ayuda para ganar las elecciones, convirtiéndose en el presidente del país más poderoso del mundo. Ahora el ruso amenaza a EE UU con sus proyectiles de largo alcance, ante las bravatas de Trump.

Parece que la política es terreno propicio para el ejercicio de la mentira. Una falacia oportuna sembrada por Pablo Casado (PP) afirmando que Pedro Sánchez (PSOE) “...ha negociado con los independentistas el referéndum de independencia de Cataluña”; que ha traicionado a España y los españoles (según él no hablando, sino negociando) con los separatistas para permanecer unos días más en la Moncloa, extremo este que repite como cotorra su compañero de viaje Albert Rivera (Ciudadanos). Éstos, montados
en la falacia van más lejos, porque en el sistema introducen el insulto que llevan a lo personal. “Traidor”, “ocupa”, “felón”, son las lindezas con que Casado insulta al presidente del Gobierno. Lo dice quien pertenece al partido más corrupto, y condenado, del país y las naciones de nuestro entorno. Como prueba, las peripecias de Esperanza Aguirre, diciendo muy seria que ella nada sabía de la corrupción instalada y practicada por todos los suyos en la Comunidad de Madrid. Se dice que la mentira tiene las patas muy cortas, pero al personaje le da igual. El modus operandi de la derecha viene con el sello de la falsedad, y saben que a una gran mayoría de ciudadanos les encanta ser engañados.

Alguna vez se oye decir “es mi verdad”. Cuidado, ésta no tiene dueño, a nadie pertenece en exclusiva. Si la verdad es de alguien lo hace desde la subjetividad; la parte contraria puede afirmar lo mismo, igual de válido para uno como para el otro; mientras, la verdad es una sola, aunque su naturaleza sea varia: verdad material, formal, analítica, necesaria, de hecho, de razón, eterna…

Es pues, un disparate que alguien afirme “es mi verdad”. Se puede “estar” en la verdad o “con” la verdad, pero nunca afirmar que es suya, y menos, arrogarse nadie que es “dueño” de ella, que le pertenece por completo. Sin embargo, la mentira sí puede ser propiedad de todos al estar tirada por los suelos, en el arrabal al alcance de cualquiera, muy en especial de todo aquel que se proponga utilizarla como arma arrojadiza para destruir (cosa que vemos en esta precampaña), desprestigiando a la persona, entidad o cosa. Y lo de la posverdad, esta palabreja que se nos apareció de rondón, ¿qué significa?: es una herramienta más de la charca cenagosa y nauseabunda de la política que todo lo ensucia y envilece. Bien mirado, el castigado, sufrido pueblo español no se merece este suplicio. En cuanto a los comicios que se avecinan, teniendo en cuenta la clara bipolaridad de bloques Izquierda-Derecha, esperemos que el de izquierda sea el que los españoles prefiere. En cuyo caso el humanismo y la atención a los sectores de población menos favorecidos de la fortuna contarán para los que gobiernen. De lo contrario, si se repite el tripartito de Andalucía, volveremos a la noche franquista, retrocediendo medio siglo, y nos tratarán como menores de edad, perdiendo todo lo que en modernidad hemos avanzado socialmente.    

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana