La Sentencia - por Antonio Hernández Rodríguez

 

La Sentencia - por Antonio Hernández Rodríguez *


No son delincuentes, todos lo saben;
los que defienden, los que juzgan en nombre
de las leyes, los que condenan, sobre todo ellos.
No son delincuentes, pero sufren el amargo trago,
aunque alguno vista de negro, lleve corbata y mueva
las frágiles manos como un banquero y no se atreva
a escupir las baldosas del patio, a mirar a los ojos
al violador de la escalera oscura, aunque hablen el fino
lenguaje del parlamento y dominen cuatro idiomas,
como poco. Aunque sean profesores del aula inaudita,
empresarios grandes o pequeños, no por el tamaño
de su fortuna, siempre tuvieron manduca sobre la mesa.
¿Se puede condenar a personas por rebelión?
Sin rebeliones nadie escribiría libros de historia,
poemas colosales, cuentos infantiles, baladas hermosas,
sin rebeliones nadie escribiría y estaríamos tirando
piedras desde la hondura del aire hasta alcanzar
los ecos de la luna. La justicia de las matemáticas,
las medidas del geómetra fueron antes que otra cosa
un acto de rebelión contra los poderosos. Acusar
a personas de rebelión implica llamarlas justas
en la lengua de los oprimidos. Eterna
gratitud a las rebeldes, a los rebeldes
contra lo injusto porque la luz del pueblo
abrirá cada mañana las rejas de la celda,
los sacará en cuerpo y alma de la cárcel,
hará que anden libres por la calle, quedarán
solos los carceleros presos del salario miserable,
guardianes del aire en la sombra eterna del patio desierto.

 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Antonio Hernández Rodríguez y la colaboración de Ramón Afonso