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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Entre la tierra y los cielos laguneros - por Nicolás Guerra Aguiar

 

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DRAGO

Entre la tierra y los cielos laguneros - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

Para Drago Rodríguez Klisanic, exalumno

 

La Naturaleza, a pesar de la barbarie humana, mantiene aun estabilizada armonía con sus propias leyes. Y desde los iniciales pensamientos filosóficos, por antigüedad y sabiduría marcó etapas en la actividad cultural del hombre, el supuesto sapiens, torpe y cerebralmente desaliñado. Así el Renacimiento italiano, generalizado en Europa desde las repúblicas a lo largo del siglo XVI, volvió su mirada a la Antigüedad clásica. Y en ella descubrió que fuego, agua, tierra y aire son para el griego Empédocles los cuatro elementos constitutivos del Universo: la Naturaleza, por tanto, debe ser perfección, concierto. 

EMPÉDOCLES Y LOS CUATRO ELEMENTOS
EMPÉDOCLES Y LOS CUATRO ELEMENTOS

  Y como la Naturaleza cumple los requisitos de brillantez y notoriedad, los soñadores la idealizan. El primer poeta grancanario, Cairasco de Figueroa (1538), describe  la selva de Doramas (Gran Canaria): “Saboros dátiles; músicas hinchan; pintados pájaros; hiedra estática; frescos aires”… El tinerfeño Antonio de Viana (1578) recurre a “hermosas fuentes, dorada arena, fecundas cepas, miel süave...” para describir la tierra isleña.

CAIRASCO DE FIGUEROA
CAIRASCO DE FIGUEROA

 

ANTONIO DE VIANA
ANTONIO DE VIANA

 Sucede también en el tardío Romanticismo insular. Nuestros paisanos vuelven la mirada hacia ella, pues con ella pasaron los mejores años de su vida durante la infancia: por eso la añoran frente a zozobras  y el sino románticos... Y como con otros poetas tinerfeños, retorna la idealización al conejero – lagunero Antonio Zerolo (1854): “Al par que los recuerdos / de mi niñez serena, /  en mi alma vibran siempre / los inefables ecos de mi tierra’’.

ANTONIO ZEROLO
ANTONIO ZEROLO
UNAMUNO
UNAMUNO

  Sí, la tierra y la patria. Pero no con la limitada visión de Miguel de Unamuno cuando sentencia que el grancanario – tinerfeño Nicolás Estévanez (1838) pudo terminar ahorcándose en el almendrero identificado con su cuna: es la estrofa “Mi patria no es el mundo; / mi patria no es Europa; / mi patria es [de] un almendro / la dulce, fresca, inolvidable sombra”. Lo sospecho: el ensayista vasco – salmantino  malinterpreta el último verso, pues acaso Estévanez vio la “dulce […] sombra” del árbol como manifestación de la Naturaleza.

 

NICOLÁS ESTÉVANEZ
NICOLÁS ESTÉVANEZ

 

 Con lo cual, por tanto, entramos en la consideración simbólica de elementos de la flora, la botánica: ¿qué es la rosa en literatura sino sustancia material a quien se le da convencionalmente valor representativo de una idea? La roja de Garcilaso (XVI) simboliza la pasión amorosa; la azul (“de tu vientre”) lorquiana se identifica con la esterilidad femenina; la blanca (“Cultivo […] / para el amigo sincero”) del cubano  José Martí (1853) es la entrañable amistad; la dorada de Alonso Quesada (1886) está relacionada con la realización plena en Las inquietudes del hall.

LAS ROSAS DE LOS POETAS
LAS ROSAS DE LOS POETAS

     Más: cuando Gerardo Diego (1896, miembro del Grupo Poético del 27) culmina el bellísimo soneto dedicado al ciprés de Silos (monasterio) lo define, desde el primer verso, como “Enhiesto surtidor de sombra y sueño”. ¿Y qué es el “sueño” gerardoano sino el reposo final, el cementerio? ¿No parece acaso el  “mudo ciprés en el fervor de Silos” -desde la concepción cristiana de Gerardo Diego- símbolo religioso (“flecha de fe, saeta de esperanza”) mientras apunta hacia los cielos con su verticalidad (“enhiesto surtidor, mástil...”) y le hace sentir “ansiedades” para diluirse y ascender con él, “ejemplo de delirios verticales”?  

EL CIPRÉS DE SILOS, GERARDO DIEGO
EL CIPRÉS DE SILOS, GERARDO DIEGO

 

  En el caso de Calderón de la Barca (“¿Que hay quien intente reinar, / viendo que ha de despertar / en el sueño de la muerte?”), ¿no es quizás ficción,  ilusión, fantasía (…”que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son”)? 

CALDERÓN DE LA BARCA
CALDERÓN DE LA BARCA

  Cuando Carlos Sahagún (1938) escribió “Árbol en Gáldar”, poema dedicado al drago enraizado en el edificio del Ayuntamiento, se refirió a él como “Inútil experiencia de libertad”, pues el cemento que lo rodeaba se había convertido en muro de impenetrables supervivencias… (¡Otra vez la mano del hombre cercenando el libre albedrío!) Sin embargo, sigue alzando sus brazos cargados de esperanzas para proponer la continuidad de la vida “desde sus propias ruinas”.

ÁRBOL EN GÁLDAR CARLOS SAHAGÚN
ÁRBOL EN GÁLDAR CARLOS SAHAGÚN

¿No es, quizás, un símbolo tal personificación de un árbol cuya “sangre” (savia) fue usada por los pobladores de Canarias anteriores a la conquista española para decorar geométricamente, por ejemplo,  la Cueva Pintada de Gáldar? 

CUEVA PINTADA, GÁLDAR
CUEVA PINTADA, GÁLDAR

  La palmera majorera es “verde llama que busca al sol desnudo”. Como tal la define Miguel de Unamuno, el mismo que llamó “Rüina de volcán esta montaña” a la isla de Fuerteventura en el primer verso de un soneto. Pero también, simbólicamente, y a la manera del ciprés de Silos o del drago galdense, la phoenix canariensis “se alarga al cielo” en uno de sus versos…

PALMERAS MAJORERAS .  PHOENIX CANARIENSIS
PALMERAS MAJORERAS . PHOENIX CANARIENSIS

  Así pues la rosa, el ciprés, el drago y la palmera se convierten en elementos ajenos a su única condición de plantas o árboles y, gracias a la conjunción poetas – Naturaleza, llegan incluso a adquirir acción, esperanzas, vida ajena a lo vegetal... Y vienen a significar aquellos valores que el usuario de la lengua -único propietario de la misma- les da tal como apunté al inicio: simbólicamente. Y triunfaron, sí, pues poetas y lectores aceptan entrar en tales campos de significación ajenos a las definiciones tradicionales, académicas...  

DRAGO
DRAGO

  Mirando la fotografía desde el ángulo inferior izquierdo hacia arriba, ¿qué es, estimado lector, tal recia e inmensa pierna de un ser colosal, rígido? Su marcada rodilla da paso a peroné y tibia para llegar no al pie, sino a decenas y decenas de dedos ramificados como en aparente desorden y, a la vez, complementados por otros más pequeños. Desde ellos nacen verdes hojas anchas, amarillas o rojas, acaso escrutando los infinitos espacios para mostrar -como símbolos- la libertad de un pueblo frente al napoleónico invasor de la Patria. (¿La “Patria”?) 

  Sí, es el drago canario, el latino draco (‘dragón’). Su recia planta se impone a lo ancho de la Plaza de la Junta Suprema de Canarias arriba, al final de San Agustín y como pórtico al Camino Largo... Es, otra vez, la encarnación de una idea: pregona “La lealtad heroica del Archipiélago” y el patriotismo de quienes -como Nava Grimón- se hicieron cargo de Canarias frente al afrancesamiento napoleónico militarmente impuesto en España (1808).

TOMÁS DE NAVA GRIMÓN
TOMÁS DE NAVA GRIMÓN

  Naturaleza y libertad, Patria y Canarias. Sí, almendrero o drago, da igual.

DRAGO ALMENDRERO
DRAGO ALMENDRERO

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

nicolás guerra reseña

 

 

 

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