Timideces, mentiras y maldades - por Ana Beltrán
Timideces, mentiras y maldades - por Ana Beltrán
Lo único que ha quedado claro del Debate sobre el estado de la Nación es quien lo ha perdido. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que lo hemos perdido todos, incluido don Mariano, aunque él todavía no lo sepa. Hay que reconocer que es difícil que desde arriba, desde el pódium donde está elevado, cual dios del Olimpo, alcance a oír lo que se dice en la calle, lo que opinan de él los españolitos de a pie (valga la manoseada frase) por culpa de sus ineptitudes, falacias y maldades. A mí no me sorprendió el debate, sinceramente no esperaba otra cosa.
La sorpresa nos la acaba de dar el señor Bárcenas, y muy especialmente a don Mariano. Pero así es la vida, a veces los amigos nos ‛defraudan′…, además de a la Hacienda Pública. ¡Y de qué manera! Y eso que el señor Bárcenas es un hombre tímido, al menos así lo calificó el periodista Antonio Jiménez, a raíz de la entrevista que le hizo. Eso se llama tener ojo clínico. Aunque ya se sabe…, los tímidos son capaces de cualquier cosa. Y mucho más los desvergonzados.
Entre timideces, mentiras y maldades andamos navegando en nauseabundos lodos, que se extienden por todo el país, desde los ‛Gürteles′ a los Bárcenas, escándalo tras escándalo, hasta ahora sin precedentes. Tal vez porque nunca antes hubo un presidente como el que ahora padecemos, que parece no tener ninguna intención en contribuir para que de una vez se aclaren ésas y otras corruptelas. Y qué decir de sus maldades. ¿O no es maldad permitir tanto desahucio, quitar a los pobres lo poco que tienen para favorecer a los ricos? Eso es pura perversión. Ahí es donde debería actuar la justicia, pero con rapidez. Lo malo es que su vara de medir tiene diferentes tamaños. Buen ejemplo de ello es el caso Urdangarín con su Nóos, y el de Bárcenas con su ‛timidez′. Ahí la vara es ancha. Hay una reflexión de la escritora Concepción Arenal que va muy bien a las penurias que por culpa de unos cuantos padecen tantos españoles: “La injusticia, siempre mala, es horrible ejercida contra un desdichado.” En este momento los desdichados son muchos, demasiados.
Colmado de desdicha debería de andar ahora un diputado misógino apellidado Cantó, que ha ‛cantado′ lo que piensa en muy pocos caracteres, sublevando con ello a todo un país. Para bien o para mal, siempre acabamos demostrando lo que en realidad somos.
Lo que nunca sabremos, por lo menos la mayoría de los mortales, es cómo es en realidad Benedicto XVI, otrora Joseph Ratzinger, y qué motivó su inesperado desertar. Eso es secreto de Estado. Hay muchos secretos en el Vaticano. Y mucha intriga. Ahora mismo estarán los purpurados con los solideos flotando sobre sus Eminentísimas y Reverendísimas coronillas, de tantas y tan ambiciosas vueltas que deben de estar dando a sus cabezas. Y es que van a elegir nada más y nada menos que a un jefe de Estado. ¡Para que luego digan que los ancianos no sirven para nada! Todo un consuelo, para los que ya andamos rozando la senectud.
No quiero despedir a este febrero, mocho y loco, que tanto ha dado de sí, en cuanto a malas noticias, sin tener un recuerdo, nada indignado, para ese hombre tan sensato que se fue cuando más se necesitaban sus sabias palabras: Stéphane Hessel