Lo que va de ayer a hoy - por Erasmo Quintana
Lo que va de ayer a hoy - por Erasmo Quintana *
Le decía -hablo con un amigo que hace tiempo no veía- que hoy todo va a velocidad de crucero. ¿Se imagina lo rápido que corren las noticias? En nuestros tiempos mozos nos enterábamos por los periódicos varios días después. Ahora estamos al día con el periódico digital, pues recordará que en aquellos encabezados de columna la fecha que siempre aparecía era la de días anteriores.
-Lleva razón -dijo mi interlocutor-. Es más, tenían que ir a la barbería o a la zapatería, por un analfabetismo cronificado, si necesitaban que alguien les leyera lo que sucedía en el mundo; o pendientes de la radio, conectada a la BBC de Londres o a Radio Pirenaica, aquellas que nuestros mayores oían con tanta fruición y a escondidas, si querían estar al tanto, no ya de lo que ocurría fuera de nuestras fronteras, sino incluso dentro de España.
-Los adelantos técnicos han hecho mucho -sentenció-. Usted no tiene más que ver que hoy, con Internet, y por supuesto prensa, radio y televisión, estamos a la última. Conocemos la noticia en el momento de producirse, y esto es lo mejor que nos ha podido suceder. El fenómeno es lo que explica que sea cada vez más difícil ocultar nada de lo que sucede. Un ejemplo: todo lo que tiene que ver con la pederastia, que es, por otra parte, tan antigua como la Humanidad. La Iglesia Católica por su parte nunca fue ajena a ella,
-Cierto, caro amigo. Y le digo más: al sucesor de la silla de Pedro le ha salido una curia romana contestando irreflexiva y torpemente exculpando de responsabilidades a siniestras
Volviendo a lo que da origen a este comentario, parece que hoy todo va trepidantemente más rápido y con mayor alegría, salvo que interpongan recursos judiciales, como el caso de la exhumación e inhumación de los restos del dictador genocida Francisco Franco, causante, junto con los otros cuatro generales golpistas (Millan Astray, Sanjurjo, Queipo de Llano y Mola) del derramamiento de sangre al pueblo español en la guerra criminal y fratricida de 1936.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana