Veintinueve de marzo - por José Manuel Hernández
En mi barrio vive un tipo, vamos a llamarlo Juan, al que le encanta jugar al tejo con los chinijos.
Veintinueve de marzo - por José Manuel Hernández
En mi barrio vive un tipo, vamos a llamarlo Juan, al que le encanta jugar al tejo con los chinijos.
Por las tardes pasea, sin rumbo aparente, acompañado de un perro negro, lanudo, que tira de él como queriendo llegar pronto a un destino ansiado. Juan me dijo, hace poco, que se deja llevar, porque se le acabaron los sitios a donde ir. Lleva dos años con todo su tiempo libre. Con todos sus currículums entregados y con todas sus esperanzas destrozadas. Le comenté lo de ir a la mar a buscar naranjas, pero ni caso. Sus enanos no se alimentan ni se visten con metáforas. Lo poco que entra en casa se lo lleva el banco. A cambio no se llevan su casa. Y cada vez que tiene que pedir siente como le apuñalan su dignidad. El otro día soltó a sus canarios, los que alegraban la calle en las mañanas soleadas. Cuestión de prioridades, dice, aunque yo más bien creo que es cuestión de desánimos. Juan está renunciando al optimismo y temo por verlo llorar. Aunque lo mejor sería que lo hiciera. En público. Y que después de deslagrimarse, empezara a enfurecerse. Porque solo la furia será capaz de devolverle la paz. Me dijo, también, que en el barrio hay muchos más Juanes, pero que apenas se dejan notar. Andan callados, con la cabeza baja, temerosos de las preguntas, angustiados ante las nuevas embestidas de la bestia. Me dijo que se van a juntar para el veintinueve y que llevarán sprays para teñir el futuro de colores. Sin proponérselo, Juan se va a la mar a buscar naranjas. Le dije que yo también me apunto. Iremos juntos a la huelga general.