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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Fraga, incienso o sahumerio - por Chema Tante


Les aseguro que no pensaba yo comentar nada sobre la figura de este hombre que ya ha pasado a la historia. Pero tanto incienso y sahumerio me mueven a aportar mi vela en este entierro al que no me siento particularmente llamado. No me apetece mucho hablar de gente que llevó la camisa azul... y luego se la quitó, como si no hubiera pasado nada. Yo me precio de respetar la memoria de todo ser humano, incluso la  de aquellos, como Fraga, que demostraron no tener el menor respeto por la memoria ajena. Pero ese respeto mío no puede nublar el recuerdo de la historia. de manera que aquí dejo mi testimonio de sahumerio desinfectante.

 

Ya otra gente, poca, pero la hay, ha hablado de Vitoria Gasteiz, de Grimau, del deposito de material nuclear abandonado en Palomares, de la calle es mía, de Consejo de paz, de los XXV años de la supuesta ídem, y todo eso.

Yo voy a hablar de lo que la godada de Fraga le hizo a Canarias. Porque de aquellos cienos ignorantados y prepotentes, viene el barrizal del que no podemos salir ahora. A Fraga se debe la estúpida idea de crear el polo turístico de la isla en Las Palmas de Gran Canaria, otorgando créditos blandos a quien tuviera un cachito de suelo en el Puerto. Así surgió aquella maraña de residencias y hotelitos, de dimensiones de imposible rentabilidad, con personal sin calificación ni vocación ninguna, en una ciudad que tiene una baja media de horas solares al año, en un momento de mercado en el que primaba, era lo que había, el concepto de sol y playa. Playa, la teníamos, pero la panza de burro no era lo que esperaba el choni que venía.

Cuando ya estuvo consumado el estropicio, las quejas de la clientela obligaron a improvisar, con mayor chapuza todavía,  la aberración del Sur de Gran Canaria. Aprovechando las exenciones fiscales solidarias de la Alemania federal a inversiones externas ¡qué tiempos!, anegaron de hormigon extensas superficies  de las que se talaron importantes explotaciones agrícolas.  Que eran explotaciones que se basaban en la explotación del aparcero, es otro cantar. La cosa es que, por obra de las gracias de Fraga, se destruyó suelo agrícola, sepultándolo de cemento, de la costa hasta las lomas, en el sur. Y las miniinstalaciones hoteleras de Las Palmas de Gran Canaria se quedaron sin negocio, sumiendo en la ruina a miles de empresarios improvisados, que habían sido arrancados de sus actividades laborales tradicionales. Correlativamente, la burrada de construcciones inútiles que se desviaron a uso residencial, descalabró el mercado inmoniliario. Y, como guinda fatal de la colosal plasta, se había desarraigado a toda la población del Puerto, de Santa Catalina al Confital, que se emplazó en condiciones ínfernales de habitabilidad en zonas de Ciudad Alta. Un cataclismo social del que Las Palmas de Gran Canaria no se ha recuperado, ni lo hará nunca. Porque es irreversible. Eso le debe Canarias al padre de la patria. Hágame el favor...