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domingo, 28 de abril de 2024 10:50h.

La sombra del escándalo de guerra sobre Gaza: revelando la fea verdad detrás de la complicidad entre Estados Unidos e Israel - por  Gerry Nolan

 

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Federico Aguilera Klink destaca este texto y describe con nitidez a Blinken "Vaya criminal"

La sombra del escándalo de guerra sobre Gaza: revelando la fea verdad detrás de la complicidad entre Estados Unidos e Israel

Gerry Nolan

THE ISLANDER

La traición de Blinken: diplomacia manchada de sangre y la retórica hueca de la paz

A la sombra de la aniquilación de Gaza, donde yacen muertos más de 23.000 palestinos, principalmente mujeres y niños, las palabras del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken (martes), suenan huecas. De pie en medio de las ruinas, denuncia que el número de víctimas civiles es "demasiado alto", pero sus acciones cuentan una historia diferente. Estados Unidos, con Blinken a la cabeza, continúa alimentando la maquinaria de guerra de Israel, suministrando las mismas armas que permiten este asesinato en masa. Esta escalofriante dicotomía entre retórica vacía y acción letal revela una realidad brutal: Estados Unidos, bajo el pretexto de la diplomacia, es cómplice de una limpieza étnica que podría detener con un solo golpe de cambio de política: un cambio "radical" que defienda la santidad de vida humana.

Mientras Blinken navega por Oriente Medio, sus  tópicos sobre la paz  y su rechazo al desplazamiento permanente en Gaza contrastan marcadamente con el telón de fondo de los pagos en curso de la guerra de bienestar social y las entregas de armas de Estados Unidos a Israel. Estas armas no son nada más que herramientas de defensa, sino instrumentos de un ataque atroz contra una población sitiada. El veto de Estados Unidos a cualquier resolución significativa del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) que solicite un alto el fuego no es sólo una maniobra política; es un respaldo a la carnicería, una señal clara de dónde reside su lealtad. No se trata de seguridad; se trata de perpetuar una guerra que beneficia a unos pocos a costa de decenas de miles de vidas palestinas.

La hipocresía salta a la vista cuando Blinken rechaza la acusación de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia. Al descartar estas acusaciones por considerarlas infundadas, Estados Unidos consolida aún más su papel de apologista de los crímenes de guerra. Estados Unidos acusó a los serbios étnicos de  cometer genocidio en Srebrenica,  donde ese total reconocido, aunque trágico, es una fracción de los 23.000 palestinos asesinados desde el 7 de octubre. Por su propio precedente, Estados Unidos se expone a que aquí se utilice acertadamente la etiqueta de genocidio. ¿Qué es seguro? Esto es un asesinato en masa, son horribles crímenes de guerra. Esta postura es una traición no sólo a las vidas palestinas sino también a los principios mismos de derechos humanos y justicia que Estados Unidos pretende defender. Es un sombrío recordatorio de que, para algunos, la guerra es un negocio lucrativo, y empresas como Raytheon y General Dynamics se benefician del ciclo interminable de violencia. Para Estados Unidos, parece que sólo se puede ganar dinero con el sufrimiento que surge de las innumerables mujeres y niños brutalmente asesinados por la maquinaria de guerra que proporciona a sus glorificadas bases de operaciones avanzadas, ya sea en Ucrania o Israel. Los palestinos y los eslavos inocentes aparentemente no son considerados los "elegidos" en la lotería "basada en reglas" de Estados Unidos, donde las vidas que se consideran dignas de salvar se eligen selectivamente.

 

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Estadísticas desgarradoras de Al Jazeera

En una sorprendente muestra de esta duplicidad, Estados Unidos ha seguido suministrando armas a Israel, incluso después de incidentes en los que estas armas se han utilizado en aparentes crímenes de guerra. Por ejemplo, durante las hostilidades de mayo de 2021 en Gaza, el ejército israelí bombardeó un edificio de gran altura que albergaba organizaciones de medios internacionales, una clara violación del derecho internacional humanitario. Sin embargo, a raíz de esto, Estados Unidos autorizó 735 millones de dólares adicionales en ventas de armas guiadas de precisión a Israel. De manera similar, a pesar del pronunciamiento de Estados Unidos de poner fin a ciertas ventas de armas a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos debido a su conducta en la guerra de Yemen, aprobó un acuerdo de apoyo militar de 500 millones de dólares para Arabia Saudita, ignorando las numerosas violaciones de las leyes de la guerra por parte de la coalición, incluyendo daños importantes a los civiles yemeníes.

Para agravar esta hipocresía, Wall Street ha previsto  grandes beneficios  de conflictos como la guerra en Gaza. Los analistas financieros han discutido abiertamente los beneficios financieros del genocidio de Gaza bajo el pretexto de la "guerra Hamás-Israel", centrándose en el beneficio para el sector aeroespacial y armamentístico. Los crudos e insensibles cálculos de ganancias derivadas del sufrimiento humano contrastan marcadamente con las "declaraciones sobre derechos humanos" corporativas que supuestamente respaldan la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos. Esta flagrante especulación con la guerra, si bien ignora las implicaciones para los derechos humanos, subraya los conflictos morales profundamente arraigados en los sistemas de apoyo financiero y político que sustentan estos conflictos.

En este panorama desolador, donde las tensiones regionales hierven a fuego lento y se vislumbra el espectro de un conflicto más amplio, las palabras de Blinken no son más que un susurro frente al rugido de las bombas y los gritos silenciosos de los caídos. Esta guerra, sostenida por armas y cobertura diplomática de Estados Unidos, es un claro testimonio del fracaso del mundo a la hora de proteger a los vulnerables. Revela claramente el cada vez menor barniz de autoridad moral que alguna vez ocultó el liderazgo global hegemónico de Estados Unidos. La pregunta apremiante sigue siendo: ¿cuántas vidas más se sacrificarán en el altar del excepcionalismo y la avaricia corporativa? La sangre de Gaza, al parecer, es el precio de esta alianza impía.

Una mujer palestina herida cubierta de polvo y sangre abraza a una niña herida en el hospital tras el bombardeo israelí de Khan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza.

 

Una mujer palestina herida cubierta de polvo y sangre abraza a una niña herida en un hospital tras el bombardeo israelí de Khan Younis, en el sur de Gaza [Belal Khaled/AFP]

Esta narrativa se extiende más allá de las meras alianzas políticas; revela el escándalo bélico subyacente que impulsa el conflicto global. El complejo militar-mediático-industrial, con su  insaciable apetito de ganancias , encuentra un terreno fértil en los devastados paisajes de Gaza. Las armas suministradas por Estados Unidos a Israel no son sólo armas de guerra; son el alma de un modelo de negocio lucrativo que se nutre del sufrimiento humano. La devastación en Gaza no es un subproducto desafortunado sino una condición necesaria para esta maquinaria impulsada por las ganancias.

El papel de Estados Unidos en esta ecuación es fundamental. Sin el apoyo estadounidense, Israel tendría dificultades para mantener sus operaciones militares a tal escala y, de hecho, se vería obligado a coexistir pacíficamente y a buscar la paz. Este apoyo no es un gesto pasivo; es una elección activa y estratégica que se alinea con los objetivos más amplios de la política exterior estadounidense, el de glorificar las bases operativas avanzadas. Israel, al igual que Ucrania en su guerra con Rusia, se utiliza como punta de lanza, como sustituto en un juego más amplio de ajedrez geopolítico donde las vidas humanas son peones prescindibles.

A la sombra de alianzas estratégicas y cínicas maniobras geopolíticas, la relación entre Estados Unidos e Israel se erige como un paradigma de complejidad, codependencia y contradicción. Esta relación, profundamente arraigada en la historia del siglo XX, es un testimonio de la intrincada interacción entre el poder militar, la destreza económica y el cálculo cínico. El Dr. Stephen Zunes pinta un vívido cuadro de la ayuda exterior de Estados Unidos a Israel, destacando su singularidad tanto en términos de magnitud como de naturaleza.

La magnitud de la ayuda –que totaliza la asombrosa cantidad de 124 mil millones de dólares hasta el año fiscal  2023–  lo convierte en el programa de ayuda exterior más sustancial de la historia entre dos países (dado lo pequeño que es Israel). Es significativo que esta ayuda comenzó a aumentar notablemente después de la guerra de 1967, pasando de préstamos a donaciones (una especie de guerra-bienestar) y reflejando un compromiso cada vez más profundo que trasciende la dinámica tradicional entre donantes y receptores. Esta guerra financiera-bienestar, canalizada directamente hacia el tesoro del gobierno de Israel, subraya una relación de dependencia mutua (maligna) y alineación estratégica, muy alejada de la habitual ayuda condicionada que se otorga a otras naciones.

Además, la actitud de Estados Unidos hacia Israel se caracteriza por una notable excepcionalidad. A diferencia de otros receptores de la "generosidad" estadounidense, Israel disfruta del privilegio de recibir ayuda en pagos globales, un acuerdo que efectivamente le proporciona un apalancamiento financiero sobre los propios Estados Unidos, ya que puede invertir este dinero nuevamente en letras del Tesoro estadounidense. La relación se extiende aún más al ámbito privado, donde las contribuciones estadounidenses deducibles de impuestos y las compras de bonos aumentan el flujo de fondos hacia Israel. Esta dinámica financiera no es sólo un mero intercambio transaccional sino un sólido respaldo a la postura geopolítica y económica de Israel, consolidando su posición como un actor que alguna vez fue fundamental en los asuntos regionales y globales.

Las raíces de esta política van más allá de la mera ayuda financiera. Están entrelazados con los intereses estratégicos de Estados Unidos, donde Israel ha surgido como una base de operaciones avanzada crucial en una región volátil (por su propia creación). Su papel como baluarte contra las amenazas estadounidenses percibidas ha sido fundamental. La alianza también tiene enormes dimensiones militares, ya que Israel proporciona un campo de pruebas para las armas estadounidenses y actúa como un conducto para que las armas estadounidenses lleguen a regímenes y grupos armados que, de otro modo, serían difíciles de apoyar abiertamente.

La administración Clinton reforzó aún más esta relación, viendo a Israel no sólo como un beneficiario/dependiente sino como un socio estratégico, parte integral de los objetivos más amplios de la política exterior estadounidense. Este enfoque ha resultado en una paradoja: Israel, con sus importantes capacidades económicas y militares, continúa recibiendo ayuda a niveles que parecen desproporcionados con respecto a sus necesidades reales. Plantea preguntas críticas sobre la interacción de la ayuda, la dependencia militar y los objetivos más amplios de la política exterior estadounidense en un mundo al borde del abismo debido a una política tan peligrosa y cínica.

Esta alianza, si bien sirve de manera miope a intereses geopolíticos inmediatos, tiene implicaciones y peligros más amplios. Da forma a las tensiones regionales en el Medio Oriente, influye (impide) el proceso de paz e impacta el tejido socioeconómico de ambas naciones. Como aclara el Dr. Zunes, el compromiso de Estados Unidos de mantener la ilusión de la superioridad militar de Israel y su inquebrantable apoyo financiero, a pesar de las complejas realidades sobre el terreno, revela una relación que tiene que ver tanto con el poder y la política como con el beneficio mutuo y la real seguridad. Irónicamente, como vemos, esto conduce a una inseguridad masiva para ambos países.

Estados Unidos advierte a los hutíes de Yemen que detengan los ataques en el Mar Rojo

 

Los hutíes de Yemen intensifican sus ataques contra las rutas marítimas israelíes y occidentales a través del Mar Rojo

Esta relación, sin embargo, no está exenta de controversias o consecuencias. Este alto nivel de ayuda a Israel, como señala el Dr. Zunes, ha dado lugar a debates dentro de ambos países sobre su impacto y sostenibilidad. La paradoja reside en el hecho de que, si bien esta ayuda asegura la fuerza militar de Israel, también profundiza su dependencia económica de Estados Unidos. Esta dependencia plantea cuestiones críticas sobre la autonomía estratégica a largo plazo de Israel, su resiliencia económica y, en última instancia, su supervivencia como Estado soberano.

En Estados Unidos, este amplio programa de ayuda no ha pasado sin escrutinio o crítica. Los críticos argumentan que este apoyo financiero, particularmente en forma de ayuda militar, tiene consecuencias catastróficas para los intereses estadounidenses y las percepciones globales de Estados Unidos, especialmente cuando se considera en el contexto de otros conflictos internacionales y la postura de Estados Unidos sobre los derechos humanos y el derecho internacional. El debate se extiende al ámbito de cómo esta ayuda impacta la influencia estadounidense, la dinámica del conflicto palestino-israelí y la búsqueda más amplia de una paz justa en la región.

Las implicaciones de esta relación son profundas y multifacéticas. Por un lado, representa una asociación estratégica, aunque maligna, que sin duda ha moldeado y asustado el panorama geopolítico de Oriente Medio. Por otro lado, plantea importantes interrogantes sobre la naturaleza de dicha ayuda, las alianzas estratégicas y el intrincado equilibrio entre cínicos intereses nacionales y responsabilidades globales.

A medida que avanzamos, comprender los matices de esta relación sigue siendo crucial. No es simplemente una cuestión de ayuda financiera sino un complejo entramado de intereses cínicos, vínculos históricos y codependencia. La alianza entre Estados Unidos e Israel, tal como está, es una poderosa señal en el camino donde la geopolítica y la ayuda financiera se cruzan con objetivos estratégicos, dando forma a las políticas que perpetúan el sufrimiento humano y los destinos de las naciones. Se presenta como una advertencia para las potencias y superpotencias emergentes sobre cómo no hacer negocios, cuando la humanidad reemplace la codicia alimentada por la guerra.

La trágica realidad es que en la paz no se obtienen beneficios. El cese de las hostilidades en Gaza no sirve a los intereses de quienes se benefician de la guerra. Se trata de un negocio de guerra que se alimenta de conflictos perpetuos, donde cada bomba lanzada y cada vida perdida se traduce en ganancias financieras para unos pocos. Estados Unidos, en su papel de proveedor y facilitador, es un actor clave en este juego mortal. El continuo apoyo a Israel, a pesar de la condena generalizada y la clara crisis humanitaria, es un testimonio de las prioridades que impulsan la política exterior de Estados Unidos.

 

 

Este es un informe especial del Tehran Times sobre las 58 guerras lanzadas por los 20 presidentes de Estados Unidos desde 1900. Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha matado a aproximadamente 23 millones de personas en todo el mundo. Seguramente Biden estará en esta lista.

Esto lleva a la inquietante pregunta: ¿Cui bono? ¿Quién se beneficia de esta tragedia en curso? La respuesta es totalmente clara: los fabricantes de armas, los políticos que los apoyan y los halcones de la guerra que abogan por un conflicto sin fin. El costo de este beneficio son las vidas de decenas de miles de palestinos, la destrucción de sus hogares y la destrucción de su futuro.

Las implicaciones morales de esto son profundas. Estados Unidos, una nación que con frecuencia se posiciona como líder mundial en derechos humanos y democracia, está profundamente arraigado en un negocio de guerra que se burla descaradamente de estos valores. La contradicción entre los ideales profesos de Estados Unidos y sus acciones en Gaza pone claramente de relieve una odiosa hipocresía dentro de su política exterior. El apoyo de Estados Unidos a Israel en este conflicto actual no es sólo una alianza política; es un fracaso moral, un respaldo a atrocidades sistemáticas contra una población oprimida.

Mientras somos testigos de los horrores que se desarrollan en Gaza, la comunidad mundial enfrenta una coyuntura crítica. ¿Seguiremos haciendo la vista gorda ante las atrocidades permitidas por la alianza entre Estados Unidos e Israel, o nos enfrentaremos a este flagrante desprecio por la vida humana? El silencio de Occidente, de aquellos que dicen defender los derechos humanos y se atreven a sermonear a la Mayoría Global, no es sólo complicidad pasiva; es una participación activa en la perpetuación de estos crímenes. La falta de una acción global significativa contra esta injusticia dice mucho sobre las prioridades sesgadas de las potencias occidentales cuando se trata de intereses cínicos sobre vidas humanas.

 

Israel comete crímenes de guerra generalizados en Gaza, la catástrofe humanitaria es inminente

 

Israel ha cometido crímenes de guerra generalizados en Gaza, todos ellos permitidos por Estados Unidos.

Esta situación en Gaza es un crudo recordatorio del fracaso del mundo a la hora de aprender de la historia. Los paralelos con atrocidades pasadas son inequívocos e irónicos cuando analizamos el desplazamiento forzado y el genocidio de judíos por parte de los nazis, pero el mundo parece condenado a repetir estos errores. La narrativa de "nunca más" suena hueca mientras somos testigos del desarrollo de otro genocidio, facilitado por las mismas naciones que prometieron evitar tales horrores. La tragedia de Gaza no es sólo un conflicto regional; es una crisis moral global que desafía los fundamentos mismos de nuestra humanidad colectiva. Deberíamos defender un nuevo estribillo de "nunca más", el de "nunca más toleraremos un mundo hegemónico-unipolar donde la santidad de la vida esté determinada por una odiosa lotería".

El desgarrador conflicto en Gaza, exacerbado, facilitado y respaldado por el apoyo de Estados Unidos a Israel, es más que un conflicto político; es una catástrofe humanitaria y un ultraje moral. La comunidad internacional no sólo debe condenar estas acciones sino también tomar medidas concretas para poner fin a este ciclo de violencia a través de los tribunales y medidas protectoras. El pueblo de Gaza merece algo más que palabras huecas de simpatía; merecen justicia, paz y el derecho a un futuro libre de las sombras de la opresión y la guerra. El tiempo para la acción es ahora; el mundo no debe volver a fallarle a Gaza.

* Gracias a Gerry Nolan. Publicado originalmente en la página del autor en SUBSTACK

https://islanderreports.substack.com/p/the-war-rackets-shadow-over-gaza

 

 

 

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