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En cuanto se conoció que el PSOE había cerrado un pacto que podría llevar a Unidas Podemos, empezaron a aparecer la malintencionadas informaciones sobre las bajadas de las bolsas. Como un presagio del desastre económico que se avecinaría. Pero la realidad, como indica la noticia COPE que señala Francisco Morote, de Attac Canarias, es que siempre, o casi, que se produce un cambio de gobierno, las bolsas acusan el hecho. Y lo que está detrás de todo esto, proclamo yo, Chema Tante, no es más que otra de las maniobras de especulación financiera a que nos tienen acostumbrados los pillos. Antes que nada, hay que recordar que, cuando se producen bajas o altas coyunturales en las bolsas, quienes en ese momento ganan o pierden no son las entidades que emitieron los títulos. Esas entidades ya ingresaron en su día el importe nominal de acciones o bonos. Quienes pierden o ganan son las personas que poseen esos valores. Yo me río cuando escucho decir que "el banco tal o cual, o aquella sociedad ha perdido un equis por ciento de su valor". Esos bancos, esas entidades ni pierden ni ganan, salvo que tengan acciones en cartera, que esa es otra. Ell caso que nos ocupa, como digo, es una triquiñuela más de los vampiros bursátiles. Cuando se produce algún hecho exepcional, como un cambio de gobierno, las personas poseedoras de grande paquetes venden una parte de acciones o bonos, cobrando el precio actual. En ese momento, la gente ingenua timorata se aterra y corre a vender, con lo que la cotización baja y los vampiros perpetradores de la bellaquería, compran las acciones y bonos que vendieron, aprecios menores, embolsándose la diferencia. Pero la enseñanza de todo esto, digan lo que digan los mercenarios teóricos de la economía, es que los niveles de bolsa suponen para la gente común exactamente lo mismo que si le toca o no le toca a alguien un bote de Euromillones. Nada. La bolsa, que era y nacio para ser un resorte de financiación de proyectos empresariales, se ha transformado en una colosal ruleta de azar que fabrica billones de dinero artificial que no representa riqueza material alguna, pero que otorga poder a quien lo posee.