Escuchaba a Pepe Alcaraz, que va de socialista impecable, colocando a su partido en las alturas de la dignidad, diciendo, más o menos, cito de memoria, que no iban a soportar las amenazas de una persona que lleva tiempo intentando descomponer el pacto de gobierno. La persona en cuestión, claro, es el gallito interesado, Carlos Alonso, dispuesto a seguir con las mañas por las que se está investigando la gestión de él y de su amo y señor Melchior, por contrataciones de obras carreteriles. Porque Alonso y Melchior se sienten arropados por la impunidad de que gozan tradicionalmente quienes perpetran estas cosas.

Se subleva, Carlos Alonso, presidente del Cabildo de Tenerife, porque le critican que se vaya a Madrid, a espaldas del gobierno del genuflexo Clavijo, con el apoyo de gente ppera, -con la cual no gobierna, dice él- y porque las obras del anillo insular no caminan tan deprisa como él quiere y porque desde la consejería de Obras Públicas le hacen ver que la supuesta solución a los atascos no es la adecuada.