Mario Cabrera, guanarteme
Ramón Afonso señala en en sitio LA PEJIGUERA este ácido artículo de Jesús Giráldez Macía sobre un oersinaje majorero nefasto, el guanarteme (para quien no lo sepa, traidor) Mario Cabrera, emperretado en jurar una montaña que es sagrada y arqueológicamente valiosísima, como es Tinadaya. Este velillo se permitió vejar a una diputada, elegida por el pueblo majorero, con las insinuaciones (no se atrevioó a hacerlo directamente) de que es goda. No asume, este chinijo intelectual, que hay en Canarias gente más perjudicial que los goddos. Son los canarios que se encandilan con la gente que viene de fuera a hacer lo que no les dejan hacer en su tierra. ¿Por qué no se quedó Chillida agujereando una montaña en Euskadi? Porque no le dejaron.
Desde el siglo XVII hasta nuestros días, la literatura canaria simboliza en el mencey Beneharo al aborigen tinerfeño amante de la libertad frente al castellano invasor: prefirió lanzarse al vacío para evitar la esclavitud. Sin embargo, doña Balbina Rivero revoluciona la tradición histórica: según ella, fue hecho prisionero y desterrado a Gran Canaria (Arguineguín), donde murió y está enterrado.
La arqueología, desde sus orígenes en el siglo XIX, estuvo vinculada con la formación de los Estados-nación europeos y, por tanto, con la burguesía de la época. En el ámbito canario, la incidencia de los factores de orden económico (crisis o auge de determinados cultivos, instauración de los Puertos Francos en 1852, relanzamiento de la actividad mercantil, etc.) desencadenó la configuración y consolidación de una economía capitalista, convirtiendo a la burguesía (terrateniente y comercial) en el bloque social dominante y, al igual que en Europa, en el sector social más apegado a los estudios arqueológicos.
Por lo menos, Paulino se limitaba a babear profusamente, con grave riesgo para sus caras corbatas que pagábamos ustedes y yo, cuando se encontraba en presencia de Juan Carlos o Felipe. Pero a este sucesor de Fernando Guanarteme, Clavijo, no le falta más que besarle el pie al actual ocupante del trono de Fernando e Isabel.
Valiosa crónica que hace Juan garcía Luján en su SOMOS NADIE, de un acontecimiento singular.