Una hasta hoy anónima Soledad Hernández, cuando todavía era concejala de Desarrollo Local en el ayuntamiento de Telde, fue noticia por algo a lo que los políticos no nos tienen acostumbrados: a dejarse la piel -y su peculio si es necesario- a favor de los ciudadanos que los ponen allí a administrar lo público, lo que es de todos.

Yo, Chema Tante, "Puedo sostener y sostengo", que diría el simplón de Sánchez, que a las mil desgracias históricas que atormentan a Canarias se ha venido a sumar otra que multiplica a todas las demás. Esa nueva fauna tecnocrática, la gentilla que se queda en los bellos proyectos que describen con bonitas palabras, pero que nunca obtienen resultados. Por suerte, frente a tanta personilla totorota, también tenemos en las islas a personajes sensatos y heroícos que intentan contener la estupidez que nos lleva proa al marisco. En TAMAIMOS, Iván Suomi presenta y describe a dos arquetipos de estas dos categorías. Uno, Alonso, el bobilín presidente del Cabildo de Tenerife que, mal limpiadito el dinero y esfuerzo que se invirtió en su formación, se dedica a estallarse el dinero público en proyectos que solamente benefician a los empresarios a los que tanto debe. El otro, Morales, el tipo lúcido que aplica sabiamente su formación universitaria y su experiencia a buscar soluciones sostenibles.