El alcalde de La Laguna incumplirá el acuerdo que insta a CC a pedir perdón por Las Teresitas
EL DIARIO TENERIFE AHORA, DIARIO DE AVISOS o la SER difunden las declaraciones de José Alberto Díaz, alcalde de La Laguna, acostumbrado a a tergiversar la realidad, arrimando la candela a su cochino, a su mejor conveniencia. Esta vez, la cosa va sobre la decisión judicial que -en parte- constata las malas mañas de su partido en la estafa de Las Teresitas. Dice Díaz que su partido, Cc, "no ha sido condenado en esa sentencia". Cuando lo cierto y verdad es que la sentencia condena a destacados dirigentes de su partido y a empresarios connotadamente colaboradores y financiadores de esa misma organización, la coalición empresaria que se autodenomina canaria. Y, de la misma manera, ese llamado partido ha apoyado, ocultado y protegido al gentuallo condenado por Las Teresitas, y lo sigue haciendo. Y yo, Chema Tante, proclamo que las prácticas corruptas de la coalición empresaria en que milita José Alberto Díaz, no pueden denunciarse, porque ya se ocupan -bueno fuera- sus miembros de ocultar las pruebas. Pero basta con observar el fastuoso funcionamiento de la organización y el altísimo coste de sus campañas de comunicación -en campañas electorales o fuera de ellas- para que las sospechas sean más que fundadas. Lo que se estalla ese partido en sus operaciones no se paga con pasta de fuentes confesables. No se puede decir que Cc sea una banda ladrona, pero se piensa, vaya sí se piensa. Por eso, cada vez que alguien de Cc propone una actuación, sea construir un puerto, hacer una carretera, agujerear una montaña o construir una instalación judicial en el quinto pino, huele como huele. Aunque digan lo que digan. Aunque llamen al saqueo del erario "incorrecta gestión de los fondos públicos", como ha dicho el cómplice de Díaz, el genuflexo Clavijo. Y todo esto, sin perjuicio de que la actitud del alcalde lagunero, desacatando un acuerdo adoptado en pleno, demuestra otra vez, que el concepto que él, Díaz y su partido tienen de la democracia es bastante peculiar.
REBELIÓN reproduce (citando la fuente, pero no a la firmante) esta significativa crónica que Pilar Marrero publica en el digital hispano de USA, LA OPINIÓN, sobre las declaraciones del bregador Noam Chomsky, en relación con el lacerante asunto de la migración irregular en los Estados Unidos de América. Un tema desgarrador, que viene muy a cuento, por la negrísima perspectiva que se abre con el advenimiento al despacho del huevo del Tio Gilito Trump, que, además de dorado y pelirrojo es un racista xenófobo de mucho cuidado. Yo digo, además, que este doloroso tema no nos coge de lejos en Europa y en nuestras africanas islas. En USA y el resto del continente americano son las migraciones por hambre. A este lado del Atlántico, nos encontramos con las migraciones, por hambre y, también, por volencia bélica y política. Y, tanto allá, como acá, como acullá, la intolerancia, la cueldad y el egoísmo, multiplicando las brutales consecuenccias.
En artículo en EL DIARIO que señala Antonio Aguado, Suso de Toro le pone los puntos a quienes desde la dirección impuesta de un partido histórico contradicen todos los principios éticos y democráticos. Se trata de la vergonzosa deriva de la gestora del PsoE, con sus decisiones rencorosas contra quienes no se pliegan a la sumisión frente a la derecha neoliberal.
El tristemente recordado rector Doménech y su equipo de cómplices sometieron a la gente de la Asamblea del Movimiento Estudiantil Canario (AMEC) a una persecución inmisericorde, aplicando arbitrariamente sanciones que luego fueron anuladas en los tribunales, pero que ocasionaron pérdidas de tiempo de estudio y económicas, de muy difícil compensación. Una saña, en las medidas y en las formas, que todavía causan indignación y vergüenza ajena al recordarlas. Ahora el rector Martinón, al fin un tipo decente en la ULL, cumpliendo una resolución aprobada en Claustro, ha reconocido los desmanes del anterior equipo rector y ha presentado disculpas institucionales. AMEC, reconociendo y agradeciendo el gesto de Martinón, dice, sin embargo, que no olvida.