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Cada vez que una persona devota fanática, de esas que abundan, siente que se trata a su religión sin la unción que ellas consideran merecido, saltan, pidiendo encolerizadanebte "respeto". El mismo respeto que una buena parte de las greyes cofesionales y, en especial, sus pastores no conceden a quienes nos ponemos fuera de sus correspondientes goros. En este inspirado artículo de EL DIARIO que recomienda Antonio Aguado, Elisa Beni tercia en este asunto, reclamando a las gentes religiosas que nos dejen en paz al resto de mortales. A ese colectivo, creciente sin cesar, de personas que, siendo o no creyentes, nos apuntamos a la laicidad. Dicho de otra manera: crea cada quién lo que le cuadre, pero hágalo sin molestar al prójimo o la prójima.