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Momo. No le busquen en los barrios ni en los piquetes de defensa de la gente, sino empaquetado, en las alturas

El periodista y sin embargo amigo mío Juan García Luján centra su atención desde su SOMOS NADIE, en una figura paradigmática por partida doble. Un tipo que constituye un crisol de las malandanzas de la política tradicional canaria y española y del socialismo oficial, español, nada canario, Política y socialismo oficial que comparten, entre otras desgracias varias, la absoluta ignorancia de lo que pasa entre la gente en este estado de derecha, la más supina insensibilidad social y el más descarnado egoísmo. Vicios que ya de por sí son execrables, pero que cuando se trata de quienes se las echas de socialistas y obreros, alcanza el pináculo del cinismo. Claro que Jerónimo Saavedra riza el rizo de la desfachatez. Porque este fulano elitista, patiquín que se sorbe los mocos aristócratas, que se ha vendido como socialista insigne a lo largo de una vida de testigo inconmovible del desastre social de la desigualdad entre clases en este estado de derecha español y en su colonia canaria, Jerónimo Saavedra, insisto, ha querido culminar su vida polìtica de socialista inane, ocupando sin celo ni pundonor el puesto de Defensor del Común. Defensor del Común, un cotorrón que no se ha ensuciado ni los zapatos con el polvo del sufrimiento de la gente común. Aquí les dejo también, como ejemplo e las pocas gracias de un psociata indigno, un artículo de Doramas, fechado en 2010, cuando el cachanchan era alcalde. Vete por áhi, Momo. Por eso está muy justificada la caústica reacción del bueno de Juan García Luján, ante la esperpéntica queja del psociata prócer, porque el ayuntamiento de la muy noble y leal ciudad le cortó las calles para una carrera y él no pudo tomar su taxi para "disfrutar de la ópera La Favorita. Camina, Momo, camina un pizco, que le ira muy bien, a tu figura y sobre todo, a tu emohecida mente. Desde luego, yo Chema Tante, proclamo que Juan García Luján puede contar con mi parte alícuota de la derrama de cien tollos con que quiere desagraviar al velillo niño de las casas, que diría Pancho Guerra. Pero que el centimito que me toca, junto a los demás, sea para restregárselos por los besos al muy tolete de Jerónimo Saavedra. Fooooos.