Puedo corroborar y corroboro la anécdota que cuenta Luís. A mí me pasó algo muy parecido cuando fui con un equipo a la central de una multinacional en la que por entonces ¡ay! vendía mi vida. Todo el mundo se iba a las cuatro y nosotros seguáimos trabajando, pensando que así quedábamos mejor, hasta que sorprendimos una conversación de pasillo en la que se cachondeaban inmisericordemente de nosotros.

Y digo que tiene mucha entidad, porque por ahí, por esa confusión de valores, es donde hay que buscar las causas de la escasa productividad. No en el nivel de los salarios.

http://www.laprovincia.es/opinion/2012/09/03/pais-chapuza/480603.html