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lunes, 06 de mayo de 2024 09:28h.

Adiós refinería, adiós - por Joaquín Galera

Vuelve a surgir el debate sobre el mantenimiento de la refinería de petróleos en Santa Cruz. Resulta sorprendente que a éstas alturas del siglo XXI puedan existir personas que defiendan la conservación de una gran instalación industrial de refino de petróleo en el interior de una ciudad, rodeada de conjuntos residenciales, equipamientos colectivos, principales vías de comunicación, servicios básicos, etc., todos ellos situados en un radio de un kilómetro y además, en un territorio volcánico. Seguramente debemos ser la única ciudad del mundo que ofrezca una característica tan siniestra.

Adiós refinería, adiós - por Joaquín Galera

Vuelve a surgir el debate sobre el mantenimiento de la refinería de petróleos en Santa Cruz. Resulta sorprendente que a éstas alturas del siglo XXI puedan existir personas que defiendan la conservación de una gran instalación industrial de refino de petróleo en el interior de una ciudad, rodeada de conjuntos residenciales, equipamientos colectivos, principales vías de comunicación, servicios básicos, etc., todos ellos situados en un radio de un kilómetro y además, en un territorio volcánico. Seguramente debemos ser la única ciudad del mundo que ofrezca una característica tan siniestra.

Si aplicamos la exigente y compleja legislación vigente que regula las condiciones para la construcción de este tipo de industrias, comprobaremos que la refinería de Santa Cruz no cumple con muchas de ellas, fundamentalmente en las distancias mínimas a centros urbanos, por lo que la autoridad competente ya hace tiempo tendría que haber ordenado el cierre total de la actividad industrial.

No hacerlo, supone prolongar la amenaza permanente de un potencial accidente provocado por la propia actividad industrial o por causas naturales, así como mantener los efectos nocivos de las emisiones de gases sobre la salud y la calidad del aire; además hay que destacar el freno al desarrollo urbanístico de la ciudad y la baja calidad estética de las instalaciones, a dos pasos del centro.

Por otra parte y como no puede ser de otra manera, la dirección de la empresa propietaria recurre a falsos argumentos, aparentemente convincentes, pero inaceptables y absurdos, como son la supuesta garantía de tres meses de gasolina en caso de corte del suministro por motivos no explicados o, el mantenimiento de 800 puestos de trabajo, que podrían multiplicarse al menos por 10, si la refinería dejara libre los 800.000 m2 que ocupa.

Respecto de la amenaza de trasladarse a otro lugar, sencillamente no resulta creíble a la vista de las prospecciones en aguas próximas. Otra cosa es que se esté buscando la manera de justificar su traslado a Granadilla, donde ya se incorporó hace tiempo 2.000.000 de metros cuadrados para alojar la futura refinería. En cualquier caso, no le deseo una instalación así ni al peor de mis enemigos.

Antes que continuar perdiendo el tiempo y las energías en una batalla cuyo final ya se conoce, el debate debería centrarse en fijar de una vez la fecha y las condiciones del cierre definitivo de la actividad industrial, aprobando y aplicando un plan de desmantelamiento progresivo en un plazo razonable.

 

Joaquín Galera Gaspar