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lunes, 20 de mayo de 2024 00:00h.

Así por encima - por Nicolás Guerra Aguiar

 
Miraba ayer con detenimiento algunas fotos de las cargas policiales en Madrid contra los mineros que, según versiones oficiales, se produjeron porque los manifestantes arrojaron piedras a la policía nacional. Hubo setenta y seis heridos. Impactantes correntías de sangre manaban de cabezas, frentes, y cubrían de rojo sanguinolento los desencajados rostros, irreconocibles como el de la joven de pañuelo al cuello, en apariencia esposada a la espalda. Justo en la sien izquierda, la coagulada sangre ha conseguido frenar su propia emisión desde la clarísima brecha abierta por un golpe contundente, o quizás dos, tal es la abertura. De fondo, el oscuro uniforme policial, en apariencia impasible ante la tragedia de aquella mujer que pierde su mirada en medio de policías, cuyas cabezas se protegen con los reglamentarios cascos.

 Así, por encima - por Nicolás Guerra Aguiar

  Miraba ayer con detenimiento algunas fotos de las cargas policiales en Madrid contra los mineros que, según versiones oficiales, se produjeron porque los manifestantes arrojaron piedras a la policía nacional. Hubo setenta y seis heridos. Impactantes correntías de sangre manaban de cabezas, frentes, y cubrían de rojo sanguinolento los desencajados rostros, irreconocibles como el de la joven de pañuelo al cuello, en apariencia esposada a la espalda. Justo en la sien izquierda, la coagulada sangre ha conseguido frenar su propia emisión desde la clarísima brecha abierta por un golpe contundente, o quizás dos, tal es la abertura. De fondo, el oscuro uniforme policial, en apariencia impasible ante la tragedia de aquella mujer que pierde su mirada en medio de policías, cuyas cabezas se protegen con los reglamentarios cascos.

  Visioné en un informativo (TVE antes de) la toma casi militar de un pueblo minero por parte de la guardia civil. Con recia estrategia no ecuestre, las fuerzas avanzaban sin apuros ni precipitaciones, sabedoras de que su todopoderosa potencia física no iba a encontrar resistencia u oposición, salvo acciones esporádicas de algún afectado o malintencionado ciudadano. Sus rostros, obviamente, no se vislumbraban, tal era la hermética cerrazón desde los pies hasta la cabeza, incluidos guantes cuyos vacíos dedos, ahora ocupados, agarran con fuerza porras y escudos o se mantienen a la expectativa sobre gatillos de escopetas lanzadoras ya sea de bombas de humo, gases lacrimógenos, ya de pelotas de goma, convincentes cuando las palabras no sirven.

  Hace unos días, el 19 de julio, decenas de miles de personas se echaron a la calle. Dicen que, en Canarias, unas cien mil. La de Gran Canaria fue espectacular (la cabeza en la Plaza de la Feria; la cola, aun por Juan XXIII). Y en medio de ella, ostensiblemente destacados por su novedad, dos grupos de manifestantes: uno, con tricornios, símbolo más representativo de la Guardia Civil; el otro, con cartel de la Confederación Española de Policía (Comité Regional de Canarias): «Defendemos nuestros derechos» (infonortedigital). A su lado, junto a una roja bandera con la hoz y el martillo (PCPC), la ancha espalda de un supuesto agente hizo de simbólica pizarra para una frase que resume estados de ánimo: «INDIGNACION POLICIAL»; otro hipotético, frente a compañeros uniformados que protegen la entrada de la Delegación del Gobierno, lleva también camiseta con lema: «Policía en conflicto». Y entre varios, incluido un supuesto guardia civil, nueva pancarta: «Nuestros derechos, tu seguridad». Multiplicados, carteles del Sindicato Unificado de Policía.

  O lo que es lo mismo, un desestabilizador comportamiento que va, en apariencia, contra todo orden oficial y tradicional, que se carga la simplona división entre fuerzas del orden y ciudadanos, es decir, policías y guardias civiles que como en los casos de Madrid y León, respectivamente, reprimen con excesiva contundencia lo que no es más que la manifestación de tremendos cabreos y emputamientos, por más que siempre hay algunos desarretados a quienes es fácil controlar desde dentro, elemental táctica del primer mes tanto en Ávila como en Baeza (Jaén). Pero resulta desestabilizador comportamiento porque es la primera vez que veo a supuestos guardias civiles (tricornios) y policías nacionales (arropados bajo las siglas de sus sindicatos) caminando junto a otros funcionarios. Pero no hacia un festejo oficial, sino en plena identificación con sus problemas, que son también los de todos aquellos dependientes de la Administración.

  Porque allí estaban representantes de lo que llaman pomposamente «Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado» defendiendo unos planteamientos que ellos consideran justos, toda vez que como miembros del funcionariado español sufren rebajas en nóminas y padecerán eliminaciones de pagas extras navideñas, mermas en sus haberes que también sufrirán los funcionarios no uniformados. O lo que es lo mismo, identificación plena ante una misma circunstancia adversa, la flagelación por su condición funcionarial, aunque absolutamente extraños a los multimillonarios beneficios obtenidos por muchos que estuvieron o siguen en el poder (siempre por delante el respeto a la presunción de inocencia). Es más: empleados del Estado ajenos a mercados económicos, desestabilizaciones, robos, rapiñas, asaltos desde bancos, participaciones en beneficios, cohechos, corruptelas… Porque como funcionario a lo largo de treinta y tantos años, de algo estoy seguro: nosotros, y el noventa y nueve por ciento de ustedes no hemos sido ni autores, ni activistas ni tan siquiera mentores en el derrumbe económico de España. Muy al contrario, hemos sido sus víctimas.

  Y ante la realidad que comento –guardias civiles (supuestos, claro, pues solo se veían tricornios) y policías nacionales en la manifestación-, destaco una curiosa contradicción: ellos estaban allí porque, como funcionarios, se ven afectados por descuentos y eliminaciones de pagas extras. Además, como ciudadanos afectados por IVAS, restricciones sanitarias, de la enseñanza, primas de riesgo, subidas de precios…

 Sin embargo, sus propios compañeros de profesión –perturbados también por los mismos impactos económicos y las mismas restricciones en sus nóminas- cargan contra quienes protestan en la calle, Madrid, León. Es decir: si en aquel momento desde arriba se hubiera dado la orden de disolver la manifestación, policías a quienes les han reducido partes de sus sueldos y no les pagarán la extra de Navidad habrían cargado también contra colegas que, precisamente, denuncian lo que consideran tropelías que afectan a ambas partes, manifestantes y dispersadores. Porque los descuentos les afectan a todos los funcionarios, y las unidades de dispersión están formadas por funcionarios. ¡Qué aparente contradicción!

También en:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15812-asi-por-encima

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=271364