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miércoles, 15 de mayo de 2024 00:00h.

Canarias es una nación -por Isidro Santana León


Decir esto parece una perogrullada, para los que así lo tenemos entendido...



 
Canarias es una nación -por Isidro Santana León
 
Decir esto parece una perogrullada, para los que así lo tenemos entendido, pero es necesario hacer comprender a los canarios asimilados y, sobre todo, a los políticos analfabetos que dicen representarnos, para que se abstengan de hacer el pato allá donde abran el pico y vayan digiriendo y diferenciando el concepto nación de otros como el de estado, región, etc. De igual modo, en honor al conocimiento y la información de rigor, reprobarlos por los eufemismos empleados para adornar el término colonia, tales son: provincia de ultramar, territorio ultraperiférico, islas afortunadas, sur de Europa, región y hasta comunidad autónoma. Se me viene a la cabeza reflexionar sobre esto porque, toda vez que se destaca algún aspecto o símbolo que alude a nuestra nacionalidad (la Bandera Nacional –la de las siete estrellas verdes–, la Radio Nacional de Canarias, el “Debate de la Nación Canaria” o el Himno Nacional de Canarias –por su puesto que me refiero a “Canto de tierra”, de Taburiente, y no al vergonzante arrorró), saltan algunos lameculos y migajeros canarios al servicio de la metrópoli, quejándose de que es un atrevimiento llamar nación a nuestra nación.
La nación, a diferencia del estado, no es un concepto administrativo: la nación es un ente vivo, cambiante y evolutivo, con afianzadas raíces y, como su etimología indica, proviene de nacer, de nacimiento. Es de entender que la primera nación es la mujer y, por lo tanto, la madre, pues, de igual modo que la tierra, es la esencia de la fecundidad y la que genera la familia, por lo que el mal empleado apelativo patria, hay que cambiarlo por matria. En el entorno que la familia elige o precisa para subsistir, ésta se multiplica formando colectivos mayores, adaptándose al clima y a las particularidades geográficas, condicionantes que le determina los rasgos antropofísicos para la adaptación. Esa relación del colectivo con el medio y su particularidad le hace amoldarse, ingeniando técnicas para obtener recursos para la supervivencia, que ha de lograr con la colaboración de sus miembros (familia, clan, pueblo…). El medio y los métodos obligan a la comunicación –la palabra–, forjan la cultura, el arraigo, la identificación y el sentimiento de pertenencia. De esas técnicas, que podrían ser la recolección, la caza, la pesca, el marisqueo, la agricultura, el pastoreo, la elaboración de la cerámica, la cestería, el curtido de las pieles etc, emana la idiosincrasia y la psicología, condicionadas éstas por las características propias del entorno tales son los olores, los colores, los sabores, los sonidos, la temperatura, la altitud…, y que, junto a la imaginación, los símbolos, los mitos, los ritos, la danza, la curandería, las normas de convivencia y demás, forman un conjunto etnográfico y antropológico con identidad propia llamado nación o matria. En una simbiosis vital el individuo y el colectivo forma la nación y, a su vez, la nación al individuo y al colectivo. Decir que no se tiene nación es decir que no se tiene alma. Cuando el comienzo de la invasión “española” a Canarias, el catolicismo, con sus procedimientos colonialistas para emprender el sojuzgamiento, bajo pretexto maquiavélico, la primera consideración que hizo de nuestro pueblo fue que carecíamos de alma, sintetizando el despropósito con el termino de “Bárbaros”. Bárbaros por no someterse a una “civilización” foránea basada en el dogmatismo y la extravagancia de quienes creían, y aún lo creen, que su cultura e intelecto son superiores a las de los canarios y por ello arrogarse, como si un derecho fuere, la dominación y servidumbre de nuestro pueblo. Esto daría para un libro entero, que debieran leer e interpretar estos papanatas llamados nacionalistas y, sobre todo, esos bastardos amátridos que dicen no tener ascendencia, o sea, nación. De todas formas, muchos de estos aspectos se recogen detalladamente en mi obra “Orgullosamente bárbaro”
El estado, como ente administrativo, es un mecanismo rector para delimitar las fronteras de la nación y para establecer, acordar y aceptar un conjunto de normas por las que ha de regirse con respecto de otros estados, siempre con vistas a armonizar la buena vecindad y la convivencia mundial y que dota la nación de potestad soberana. Además, el estado sirve como método para organizar la nación, sistema que ha de estar fundado, y fundamentado, para dar respuesta a las particularidades, necesidades y demandas de la misma –del pueblo.
Por otra parte, la región es un concepto geográfico y no administrativo, aplicado para designar zonas en las diferentes latitudes y longitudes (a Canarias, concretamente, y usado como eufemismo de colonia, la llaman “Región ultraperiférica”, lo que quiere decir que su enclave está fuera de los limites marítimos y, por consiguiente, fuera de la potestad jurídicas y legal de la metrópoli). Si hay que contextualizar la nación canaria dentro de una zona determinada, es exclusivamente natural registrarla en la Región del Noroeste de África, a la que pertenecen otras tantas naciones, por ser el verdadero enclave geográfico donde está situada. Aunque en los mapas de Europa o de la Península Ibérica nos pongan al lado de Las Baleares –en España– o del Cabo de San Vicente –en Portugal, la realidad es inapelable: África. Aunque el colonialismo español nos disfrace de europeos y por más que los políticos colaboracionistas hagan su proselitismo al respecto, bajo ese atavío postizo y artificial subyace nuestra realidad objetiva que es África. Por mucho que pregonen sucias argucias como que nuestra supervivencia y dependencia está unida a España y Europa, nuestros verdaderos intereses pasan por lograr el Estado y República Independiente de Canarias, para poder relacionarnos con todas las naciones del mundo, con África y desde África.
A veces, cuando esta caterva caciquil que dice representarnos alardea de ser canarios, yo me avergüenzo y no menos me entristezco. ¡Pobre pueblo, si supieran en que garras están!