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domingo, 12 de mayo de 2024 12:06h.

Detrás del espejo - por Rafa Dorta


Mis dedos anhelantes chocan contra un cielo de cartón piedra. El horizonte es un andamiaje hecho con retales de un tiempo vencido. Soy un experimento que alguien diseñó en un laboratorio de ficción. Mis amigos son extras contratados para hacerme olvidar la improductiva soledad existencial que invade a todo producto desechable.

Detrás del espejo - por Rafa Dorta

Mis dedos anhelantes chocan contra un cielo de cartón piedra. El horizonte es un andamiaje hecho con retales de un tiempo vencido. Soy un experimento que alguien diseñó en un laboratorio de ficción. Mis amigos son extras contratados para hacerme olvidar la improductiva soledad existencial que invade a todo producto desechable.

Montaron un encuentro para que conociese a mi futura esposa, con la que tendré cuatro hijos, serán tres varones y una hembra, que cumplirán con el objetivo básico de continuar la cadena de eslabones domesticados, perpetuándose a si mismos en otra generación de vástagos aspirantes a la perfección genética. Todo está dispuesto en mi feliz rutina y me desenvuelvo despreocupado, pues estoy seguro de que han previsto cualquier accidente casero por insignificante que sea. Siempre hay un bote de antioxidante al alcance de la mano, colocado ahí, deliberadamente, junto con los demás medicamentos. Lo mismo ocurre con los jabones, desodorantes y maquinillas de afeitar. Cuando voy a mi tienda de ropa preferida, los trajes me sientan de maravilla, como si alguna suerte de milagrosa costurera tuviese actualizados los datos de mis medidas exactas.

Una mañana tras otra conduzco mi coche deslizándome por un asfalto limpio, ligeramente empapado por una lluvia fina, muy acorde con la temporada otoñal y que aporta el grado de frescor necesario, aunque apenas logra mitigar los delirios que me asaltan cuando llego al trabajo y encuentro mi mesa ordenada, sin noticias de los papeles que deje  amontonados ayer con la vana intención de disfrutar  un mínimo de independencia, otra vez han desaparecido, como siempre no están y tampoco el más leve rastro de la suciedad que escondí en el último cajón y que los encargados de la limpieza integral hubieran podido olvidar, en un inesperado gesto de imprevisión.

Nada se deja al azar, no se me permite fumar y solo puedo beber un whisky con soda los sábados por la noche, justo después de la partida masculina de cartas que logra poner la suficiente distancia entre nuestro machismo voluntarioso y la incomprendida conversación eterna de nuestras compañeras de reparto.

Estoy convencido de que han llegado a la conclusión de que lo más conveniente es que duerma ocho horas seguidas así que, obediente, me tomo la pastilla azul con el vaso de leche y enseguida entro en situación de stand by, mis funciones principales son monitorizadas, y tan solo un instante después se produce mi despertar programado, que consiste en recordar sueños de infancia donde se van materializando por orden cronológico todos los miembros de mi supuesta familia, sobre el fondo de una playa de arena blanca.  Mientras pienso en el recuerdo que han introducido en mi subconsciente, me invade una extraña sensación de vacío, pues nunca logro pensar en otra cosa diferente a lo que dicta mi cerebro electrónico mientras me lavo los dientes ante el espejo.

Intuyo que algo no funciona bien y busco en mi interior la razón de este desasosiego. Si no hay manera de cambiar esta vida tranquila y exenta de complicaciones que prepararon  cuidadosamente y en exclusiva para mí, debe ser porque no me siento dueño de mis actos y mi voluntad está siendo modificada a placer por aquellos que me crearon; y los deseos, las decisiones, las respuestas a las preguntas que me hago, las posibilidades finitas ya fueron estudiadas con antelación por un equipo de expertos en comportamiento androide.

Mis ojos apresurados escudriñan las estrellas de la noche. Me sorprendo cuestionándome donde estarán  y como serán los límites de este gigantesco decorado y si seré capaz de escaparme, traspasar la frontera que marca el límite de mi imaginación simplificada por complejos circuitos. En mi interior crece la necesidad de comprender la realidad que existe detrás del espejo.

Me dirijo hasta los confines del mundo que me ha sido dado a conocer. Al final de mi viaje puedo distinguir un muro de luz, en realidad es una finísima tela traslúcida que rodea todo el perímetro del gran lago por el que llevo más de un día navegando, en dirección contraria al centro de la isla-ciudad donde me depositaron al nacer.   

El cuchillo de mi curiosidad rasga el sutil velo de la ignorancia y voy atravesando una por una las capas superpuestas que protegen mi oasis de clase media privilegiada del enigmático exterior. Mi electro termostato detecta un brusco cambio de temperatura, hace mucho frío aquí, y me doy cuenta de que he abandonado las comodidades de la burbuja climatizada en la que he vivido siempre.

Frente a mi asombro se despliega una planicie árida, sin carreteras ni señales que indiquen nombres o símbolos. Continuo andando y comienzo a vislumbrar lo que parecen objetos sin sentido, un coche calcinado, enormes bolsas rotas por las que asoman detritus orgánicos, un cartel publicitario agujereado por impactos de bala, y una figura inmóvil que no parece un ser vivo. Me acerco despacio y la observo, no hay duda de que es humana, es de raza blanca, los ojos cerrados, los labios son dos hondos surcos, la piel extenuada, lo que queda de su cuerpo son huesos corroídos. De repente, emite un susurro, le sujeto la muñeca, el pulso es muy débil. Miro alrededor buscando alguna fuente de agua. Mi primera intención es llevármela a casa para intentar devolverla a la vida, pero un creciente ruido me saca de dudas, un helicóptero se acerca.

Me han descubierto, seguro que dieron la alarma nada más notar mi ausencia. Miro hacia las aspas que levantan un viento de tierra sucia sobre mi cabeza. Suena un megáfono que me advierte de que he traspasado la línea de seguridad y que me hallo en zona prohibida. El pelo hirsuto de la mujer cobra vida y se arremolina ante mi confusión. Estoy en un aprieto, no quiero volver a mi vida gris tan pronto, pero sospecho que este mundo ha sufrido algún proceso de destrucción y las alertas de peligro son una constante en todos los parámetros analizados por mi sistema principal.

Desde el aire, puedo observar a la mujer tendida sobre la nada, un puntito negro alejándose. El territorio hostil que acabo de pisar es una inmensa llanura, sin árboles, ni pájaros, ni ningún otro animal visible. Los agentes que me custodian se interesan por mi estado físico y se tranquilizan cuando les cuento que no he entrado en contacto con ningún ser del exterior, salvo un triste guiñapo con perfil femenino que se encontraba a punto de morir por inanición. Al escuchar mi historia, mis rescatadores se miran, asintiendo en silencio, como si estuvieran de acuerdo en el diagnóstico.

Tómate esta pastilla roja y olvidarás lo que has vivido. Ante mi semblante interrogatorio, el más alto se limita a colocar la cápsula ovalada sobre la palma de mi mano. Es lo mejor, no pienses más en ello. No quedan supervivientes, con la excepción de unas pocas almas perdidas  que vagabundean por los contornos de Isla Futura. El virus del miedo los fue matando a millones. Mi cara de asombro los anima a hablar demasiado.

Mira, como no vas a recordar nada te contaremos la historia de un mundo pasado, cuyo estallido final fue consecuencia de varias crisis sistémicas, en una prolongada agonía que los llevo a aniquilarse mutuamente, desperdiciando las materias primas de que disponían, destruyeron el medio ambiente, todo por las guerras de poder y la ambición de ganar más dinero que los demás. Primero lograron terminar con un sistema político que denominaban democracia, en esa época gozaban de derechos y libertades que nos parecen increíbles, como elegir a los gobernantes por mayoría. Claro que aquello no podía durar mucho porque la avaricia, los fanatismos religiosos y la ausencia de solidaridad terminaron por devastar a las sociedades de aquel tiempo. Bueno, ya está bien de explicaciones. Te hemos dicho mucho más de lo que nos está permitido. Vuelve a la normalidad, cásate, cría a tus hijos y reconfórtate con la amabilidad de Isla Futura. Los androides no debemos luchar contra imposibles. Somos parte de una evolución lógica. La planificación total es el modo de vida más adecuado para la supervivencia. La clave del éxito en la sociedad post-digital. No mires detrás del espejo porque si lo haces, te volverás loco.

El despertador me arranca de la horrenda pesadilla. Mis párpados tardan más de lo normal en abrirse. Me levanto con esfuerzo y ando con dificultad hacia el baño. La situación es extraña, pues no puedo olvidar la cara de esa mujer en mi pesadilla y el esfuerzo por recordar algo más resulta infructuoso. Tomó el cepillo de dientes y comienzo mi ritual cotidiano ante el espejo. Los sensores de la memoria comienzan a enviar información al sistema de registro, y una catarata de recuerdos inducidos acude en mi ayuda, hoy tengo que recoger a María, le he dado una excusa para comer fuera entre semana, ya tengo el anillo de pedida preparado, y en tres meses la boda. Seremos una familia convencional integrada en el estereotipo básico de convivencia. La conexión con el sistema central se interrumpe y de nuevo la cara de una mujer que me mira sin abrir los ojos, levanto la vista y doy un respingo al ver su sombra reflejada en el espejo. Mis buscadores emocionales rastrean el origen de este misterioso descubrimiento.

Ya encontré la palabra, escalofrío. He sentido como me recorría la espina dorsal. Este suceso está asociado al concepto de miedo, pero por  que miedo a esa mujer, quizás a lo que representa, al dolor. En mi programación no se encuentra instalado este mecanismo. No estoy preparado para sentir miedo a la muerte. Sin embargo, algún inquietante fenómeno ha ocurrido durante mi larga pesadilla. Decido aparcar esta sinrazón y concentrarme en mis obligaciones. Conduzco rápido y casi llego tarde al trabajo, todo está en orden, la mesa impoluta, la lluvia fina que araña el cristal blindado del edificio inteligente, pero mi cabeza gira otra vez hacia un punto indeterminado.

Presa del pánico, decido llamar al jefe de sección que tras escuchar lo de mi pesadilla con una única imagen borrosa, me tranquiliza, no pasa nada, son los nervios por lo del compromiso con tu novia, tómate esta pastilla rosa y pasarás relajado el resto del día. Gracias, no sé porque estoy tan alterado. Lo de mi relación con María está previsto, como todo lo demás, no tengo de que preocuparme y sin embargo, no puedo dejar de pensar que habrá detrás de este cielo artificial, de un horizonte plano, de este microcosmos cerrado, quiero escapar, salir de esta realidad insulsa y conocer lo que me siguen ocultando.

Tiene que haber algo más, algo diferente a lo que veo en el espejo. La libertad de elección es un bien irrenunciable, aunque tengamos miedo. Sí, eso es, eso es lo que pensé al ver la cara de aquella mujer. Tengo que ir a buscarla para entender el significado de mi soledad existencial improductiva. Su expresión cansada será el espejo en el que encontraré la senda de mi verdadero yo, del que vive debajo de los circuitos, de la conciencia encerrada en un cerebro electrónico. Mis creadores no podrán detenerme. Cambiaré el orden establecido, rescataré a las almas perdidas y rescribiré la historia repetida que otros habían escrito para mí.