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miércoles, 15 de mayo de 2024 10:09h.

Dos polos de una misma Iglesia católica - por Nicolás Guerra Aguiar


Con mi máximo respeto para todos los posicionamientos, hay en nuestra sociedad quienes viven con absoluta convicción el tema religioso. Otros mantienen la radical postura de que la Religión es el opio del pueblo. Un tercer grupo se declara agnóstico, es decir, incapaz de aprehender intelectual y racionalmente todo conocimiento de lo divino. Y, finalmente, están quienes niegan la existencia de Dios.

Dos polos de una misma Iglesia católica - por Nicolás Guerra Aguiar

Con mi máximo respeto para todos los posicionamientos, hay en nuestra sociedad quienes viven con absoluta convicción el tema religioso. Otros mantienen la radical postura de que la Religión es el opio del pueblo. Un tercer grupo se declara agnóstico, es decir, incapaz de aprehender intelectual y racionalmente todo conocimiento de lo divino. Y, finalmente, están quienes niegan la existencia de Dios.

Pero a los cuatro bloques les afecta directa o indirectamente la Religión o, con más precisión, la acción humana de sus representantes. Así, en la España actual es tal la simbiosis entre dirigentes religiosos y siglas políticas que algunos partidos renuncian a enfrentamientos dialécticos o institucionales con la Iglesia católica. Más: determinadas políticas –la educativa, las que se refieren a abortos y matrimonios entre personas del mismo sexo- están absolutamente condicionadas por la Iglesia, y destacados políticos participan en manifestaciones públicas a favor de  mundanos criterios de aquella institución. E incluso hubo intentos fracasados de eliminar ciertas festividades religiosas no por su carácter supuestamente espiritual, sino porque se creyó que vivíamos en un Estado aconfesional.

Esta impactante realidad de nuestro siglo XXI no es, en absoluto, novedosa, en cuanto que forma parte de la tradición histórica y literaria. Así, ¿cuántas guerras ha soportado la Humanidad en nombre de Dios, como si este fuera exclusiva propiedad de unos pocos o de una determinada religión? ¿Cuántos políticos o aspirantes a gobernar se han identificado tanto con esta estructura de grandísimo poder económico y de mayor influencia social que es la Iglesia? Un ejemplo: Rafael del Horro, personaje galdosiano con pretensiones políticas, defiende en su discurso de campaña que el Estado la necesita como aliada en cuanto que sobre ella descansa el orden social y es, además, freno moral para el pueblo ignorante.

Sin embargo, y a pesar de su inmenso poder –incluso económico: Instituto para las Obras Religiosas, Banco  Vaticano-, hay voces en Europa y EE UU que empiezan a alzarse en artículos periodísticos y reportajes no en contra de la esencia religiosa (como Galdós), sino frente a las causas de su descomposición. Porque hay algo indiscutible: la sociedad actual, sobre todo la europea, canadiense y norteamericana, cada vez se estremece menos cuando conoce o descubre nuevas convulsiones internas de la Iglesia católica. Y se siente menos impactada por tales desajustes en cuanto que desde finales de los noventa del siglo pasado sospecha, por ejemplo, de casos de pedofilia, abusos sexuales de bajos y altos sacerdotes cometidos en niños y jovencillos de catorce años, monaguillos, alumnos y críos que residían en centros de acogida.

Inmoral, abusivo y condenable comportamiento que tampoco es nuevo, ni tan siquiera de los comienzos del milenio.  Así, el novecentista Pérez de Ayala denuncia casos de pedofilia en su novela A.M.D.G. (Ad maiorem Dei gloriam’, lema de los jesuitas): niños internos en un colegio religioso comentan entre ellos que al hermano Echeverría le gusta <<empuñar el cetro>> de sus tutorandos. (Comportamiento el de aquel sacerdote que tampoco es la excepción, en cuanto que de eso saben muchos alumnos de muchos centros educativos religiosos.)

Pero lo que ha calado hondo en miles de creyentes no es la tendencia pedófila en sí (muchos, incluso, hasta llegan a entender –que no a justificar- la desestabilización psíquica de quienes están condenados a la abstinencia sexual). Ha impactado tremendamente no solo el silencio de la Iglesia sino el afán de obispos, cardenales y altos cargos en disimular tales tropelías, quitarles importancia, pagar silencios para no perjudicar a sus colegas de profesión. Y se entienden tales comportamientos cuando un obispo católico, el nivariense, llegó a afirmar que muchas veces son los jóvenes los culpables, pues se transforman en incitadores. (Qué aberración.  Pero el señor obispo sigue en el cargo.)

Y por más que se intente justificar la renuncia del papa por cuestiones de edad y debilidad física, es cierto también que tal publicidad le impactó y debilitó. Terriblemente impresionado, aquel pidió disculpas y condenó abusivos comportamientos. Pero ya es conocido que en su etapa de cardenal fue presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antes, Inquisición) desde 1981 hasta 2005, veinticinco años durante los cuales se intentó ocultar en las sombras los casos de abusos sexuales que iban surgiendo. Por tanto, pudieron más los intentos de conservar  el buen nombre de la Iglesia que la pública denuncia del profundo daño psicológico hecho a las víctimas, criaturas en sus edades de siete a catorce años.

Duele también el silencio absoluto de la Iglesia católica ante la realidad social que se está viviendo. Dicen muchos creyentes que echan de menos palabras condenatorias al sistema capitalista que desprecia la dignidad humana de sus obreros; que tira a la calle a gentes en paro incapaces de pagar la hipoteca; que lleva a los jóvenes a emigrar; que fuerza a muchos a revolver entre las bolsas de basura para buscar algo que llevarse a la boca. Y recuerdan, algunos, que la Iglesia fue dueña de una caja de ahorros intervenida en Andalucía, por ejemplo. Lamentan el silencio de la Iglesia ante la descomposición de la política, ante la corrupción declarada y manifiesta de quienes gobiernan. Ni una palabra en púlpitos, reuniones públicas, a través de sus emisoras de radio y televisión…

Hay, pues, dos Iglesias: una, la externa, la religiosa, la caritativa, la que consuela, la cristiana. Otra, la interna, la del escaqueo ante abusos sexuales, la del dinero, la inmensamente rica en bienes inmuebles, tierras, oro, exenta de impuestos, receptora de dineros estatales, la accionista de grupos empresariales, la que registra a su nombre todo aquello que tenía cedido en préstamo por la ciudadanía… Y esta negativa variante es la que perjudica a tal institución, absolutamente necesaria para quienes buscan en ella consuelo, paz, religión, cristianismo. Con todo su derecho.


http://www.canarias7.com/articulo.cfm?Id=295094

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/20937-dos-polos-de-una-misma-iglesia-catolica