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domingo, 19 de mayo de 2024 09:42h.

El recorte que no cesa - Por Ana Beltrán

El día once de julio don Mariano Rajoy anunció nuevos y drásticos recortes,  que él  disfrazó, eufemísticamente, de ajustes. Y aunque ya los veíamos venir no por ello dejaron de caer sobre nuestros pobres y ya tullidos huesos  como  jarros de agua helada. Sin embargo, la bancada azul aplaudía a rabiar cada vez que su ínclito Presidente metía la tijera, ora por aquí ora por allá, con lo que condenaba a media España a la más absoluta indigencia, lo que provocó un jubiloso y exaltado exabrupto por parte de la ʽseñoraʼ Fabra.

El recorte que no cesa - Por  Ana Beltrán

El día once de julio don Mariano Rajoy anunció nuevos y drásticos recortes,  que él  disfrazó, eufemísticamente, de ajustes. Y aunque ya los veíamos venir no por ello dejaron de caer sobre nuestros pobres y ya tullidos huesos  como  jarros de agua helada. Sin embargo, la bancada azul aplaudía a rabiar cada vez que su ínclito Presidente metía la tijera, ora por aquí ora por allá, con lo que condenaba a media España a la más absoluta indigencia, lo que provocó un jubiloso y exaltado exabrupto por parte de la ʽseñoraʼ Fabra. Ante esa falta de caridad (demasiada altanería para ʽpadecerlaʼ) uno no tiene más remedio que preguntarse: ¿pero cómo podemos tolerar eso?  Y dicen que para acabar de celebrarlo muchas de sus señorías acabaron yendo a comer al Hotel  Palace, lo cual es una verdadera provocación. Nada que ver con aquella ministra italiana que lloró desconsoladamente cuando hizo (¿similares?) recortes en su país. Y aquí presumiendo de ser de lo más solidario del mundo mundial. Pero las críticas les empezaron a llover, cayéndoles por todos lados como auténticos chuzos de punta. Tal, que al día siguiente  decidieron  quedarse ellos también sin paga extra, aunque no de golpe, que se nota más.

También se nota aquí, no que nuestros parlamentarios imiten a los de los Leones, no, sino el cierre por vacaciones en ciertos sectores de la Sanidad Pública  Canaria. De eso me enteré  hace ya unas semanas,  cuando fui a Medicina Nuclear a coger cita para una densitometría, adonde me remitió el reumatólogo ante los persistentes dolores que padezco de manera inmisericorde,  resistentes ellos a cualquier tratamiento. Y he aquí lo que me dice la señorita de la ventanilla: «Lo siento, señora, pero en agosto se cierra por vacaciones; de sustituciones nada de nada, para eso no  contratan médicos». Confieso que me quedé de piedra.  Según  ella, ésta es la primera vez que ocurre una cosa semejante. «Y lo peor está por llegar…», añadió, como si quisiera aumentar mi pesadumbre, que me acompañó por unas cuantas horas, haciéndese tan insoportable como  los propios dolores.  Ah, me dije al rato, en un rapto de euforia mal contenida, no es que nos quede París, eso ya es impensable,  pero  al menos tendremos tren.      

Ya sé que soy un poco cansina con esta historia, que me provoca  revueltos insomnios (al tren me refiero), pero juro que fue lo que volvió a sonar en bocas sensatas a tenor de los desgraciados incendios que han venido asolando a nuestros montes: «Menos dineros para  un tren, que sólo nos va a servir para afear el paisaje, y más para combatir (mejor prevenir) tamañas catástrofes». Eso fue lo que  escuché a más de uno. Aunque todos sabemos que la mano del hombre está ahí, empeñado en su propia destrucción, bien por ignorancia, negligencia o locura. Tres cosas éstas que muy bien se les puede aplicar a algunos políticos, demasiados tal vez, que parece que vivan en otra galaxia. O que sólo escuchan a esa cohorte nada desdeñable de su bien alimentado clientelismo.

Nada desdeñables han sido también las manifestaciones que días pasados se pudieron ver, y sentir, por las calles de esta España reseca y achicharrada, votantes del Partido popular incluidos… Lo curioso es que ahora nadie le votó, lo niegan una y mil veces  (nueva versión de santos apóstoles Pedros), aunque lo hicieran seducidos por las promesas de bienestar que anunciaba don Mariano de forma machacona desde su escaño en la oposición, de donde nunca debió salir.  Muchos  creyeron que Rajoy (ya ese apellido es todo una alegoría, ni tijeras hacen falta) iba a salvarlos de la pobreza a la que nos había llevado Zapatero, y no a meterlos en ella directamente y a traición, que es lo que ha hecho en un alarde de envilecida prepotencia; y que es lo último que debe hacer cualquier gobernante que se precie,   que posea un mínimo de sentido común…  

Y ese sentido, que es el más importante, lo han perdido por completo la mayoría de gobernantes, aunque dudo de que alguna vez lo hayan tenido.  Porque no hablo ya de los recortes, sino de la modificación de leyes, como la del aborto, que deja a las mujeres (especialmente a las de bajos recursos económicos, con otro gran “qué se jodan”, esta vez por parte del señor Gallardón) totalmente desamparadas. Las otras, las privilegiadas, se irán a cualquier país donde la iglesia carezca de tanto peso y la sociedad de tanta hipocresía. Ya es bastante doloroso tomar una decisión de ese calibre  para que encima haya que llevarla a cabo en pésimas condiciones. Y aquí no cabe otra cosa que preguntarse: ¿con qué derecho un ministro, hombre por añadidura, y al más puro estilo Roucovarelano, troncha una ley pensando en el ʽbien de las mujeresʼ? Antes de meterse a salvador de féminas debería de hacer una encuesta, aunque él sabe perfectamente cuál va a ser el resultado de la misma. Muchos creyeron ver en ese ¿caballero? al hombre más ʽprogresistaʼ de esta derecha revanchista y retrógrada, que se presentaba bien envuelto en pieles de cordero, él sabrá con qué fin, pero que resultó ser un verdadero lobo, con afilados colmillos con los que nos troncha leyes y nos roe democracia,  tan resentida ya…

Si no, vean de qué manera tan burda y descarada han acabado con los programas de excelentes periodistas, que habían convertido la Radio Pública en una verdadera radio plural (como debe ser, la pagamos todos), con la audiencia en alza cada día; una radio absolutamente democrática, donde todo el mundo podía decir lo que creyera conveniente; algo que hay que agradecer a Zapatero, que no puso ninguna traba para que RTVE dejara de ser aquella vergonzosa y avergonzante radiotelevisión Aznariana, con Alfredo Urdaci (periodista poco ejemplar) como su principal vocero. Desde aquí, desde este espacio que tan generosamente  me ofrece La casa de mi tía, mi impotencia y mi llanto de asidua radioyente: por Juan Ramón Lucas, por su incuestionable cercanía en sus mañanas tan amenas como ricas en contenido; por Toni Garrido, con sus tardes rebeldes, simpáticas y sinceras; por Pepa Fernández,  con sus inigualables mañanas de sábados y domingos, donde la cultura extendió su manto a lo largo y ancho de este país, ahora  en decadencia... Y por tantos otros, especialmente valiosos, que de igual manera han ʽdepuradoʼ, a sabiendas de que nunca los buenos profesionales van a servir de  meras  marionetas  en sus torpes manos.  Mi llanto también por ellos.