Elisa Núñez (Vox), por mujer, no debería defender tanto la memoria del misógino Franco

Erasmo Quintana

Pintor y escritor, socialista, exmilitante del PSC-PSOE y de UGT *

A la negacionista de Vox, Elisa Núñez, consellera de Justicia del Gobierno valenciano, hace pocos días, de soslayo y por mi parte completamente despistado, le oí por televisión que ella había nacido en 1977, por lo que no vio ni conoció al dictador Francisco Franco, al tiempo subrayando que  para ella, no fue tan mala persona como ha oído con demasiada frecuencia, considerándolo un buen estadista. Su expresión me chocó como a muchos de los amigos que me siguen, dado que la tal opinión extraña aún más cuando viene de su condición femenina. 

¿Cómo puede opinar sobre un dirigente militar de una dictadura sin haber vivido aquel aciago tiempo? Para los que  nos tocó padecer el férreo mando en una España convertida en un gran acuartelamiento, sí tenemos derecho a opinar y estar de la consellera de Justicia (Vox) del gobierno valenciano lo más distante que se puede. Hitler, Mussolini y Franco eran lo mismo, siendo el primero, alemán, quien desencadenó la II Guerra Mundial, y el español, Franco, el único nazifascista que ganó la guerra entablada con su golpe de Estado.

La señora de Vox demostró que no sabe de lo que habla, y el gran resorte empleado por ella para “diferenciarse” es su negacionismo enfermizo.

El personaje nazi y fascista que tanto admira puso en manos de la jerarquía eclesiástica la educación del pueblo español, así como el embridamiento de la mujer con el sometimiento al hombre, de modo que era considerada en el matrimonio menor de edad, porque no podía abrir tan siquiera una cuenta bancaria a su nombre si no se lo autorizaba su esposo. A lo único que tenía derecho era a pertenecer a la Sección Femenina que dirigía Pilar Primo de Rivera. Recordar que aquella organización femenina reclutaba a las jóvenes casaderas para darles clases de cocina e instruirlas en los deberes domésticos para ser excelentes y obedientes en la atención de sus maridos cuando éstos regresaban de sus trabajos. El culmen, pues, de su felicidad consistía en hacer felices a sus compañeros, parir hijos y su cuidado, así como obedecer en todo al hombre de la casa.

En la dictadura franquista floreció la venta de recién nacidos, convirtiéndose en un suculento negocio para las órdenes religiosas que atendían los paritorios hospitalarios. Dicha macabra actuación fue causa de enriquecimiento de las órdenes religiosas y del inmenso dolor de aquellas desventuradas madres que llegaban a no poder ver a sus recién nacidos, con la excusa de que “estaban muertos”, evitándoles así un trance desagradable y muy doloroso. ¡Encima les hacían un favor!

También desde el Ministerio de Justicia (aquella justicia injusta de Franco), se dio el nacimiento del Patronato de Protección de la Mujer, que estuvo operando más de diez años después de la muerte del dictador, organismo que se había creado en 1941. El objetivo fundacional fue reconvenir a las mujeres de vida descarriada, su dignificación moral, en especial de las más jóvenes; que impidiera su explotación sexual apartándolas de vicios y educarlas con arreglo a las sacrosantas enseñanzas de la Religión Católica. De modo, que si les gustaba salir de noche y quedaban embarazadas siendo solteras, si acaso tenían inquietudes políticas de izquierdas y las manifestaban; si se rebelaban contra el prototipo de mujer promovido por la dictadura y por la Iglesia Católica siendo madre dedicada a sus labores, beata e insumisa, podía ser solo cuestión de tiempo que acabase internada en uno de aquellos siniestros reformatorios del Patronato de Protección de la Mujer.

Perfectos franquistas y perfectos cristianos, católicos y apostólicos hacían un lavado de cerebro brutal. Quien confiesa esta experiencia vivió desde los ocho a los trece años en la institución de referencia, que gestionaban las Oblatas del Santísimo Redentor. Con muy escasos recursos (era huérfana de padre), sus tíos carnales consideraron que lo mejor era ingresarla en lo que creían un colegio de beneficencia. No les informaron bien y la metieron en un infierno. “Ese infierno duró seis años -se lamentó horrorizada- aunque el fuego me siguió quemando durante mucho más tiempo”. La consellera de Justicia valenciana de Vox, Elisa Núñez, ¿se olvidó de lo que hacía el Generalísimo Caudillo de España por la Gracia de Dios, los métodos inhumanos, terroríficos que empleaba para “adoctrinar” y traer al redil a los que no comulgaban con su antidemocrática ideología nazifascista, o es que resulta ser fruto de una supina ignorancia de ella? Vaya usted a saber…

¡Ah! Y no me olvido: Con la crisis planteada, no se trata de “Sánchez sí”, “Sánchez no”. Lo fundamental y necesario es impedir, contra viento y marea, el acceso de las asalvajadas derecha y extremaderecha en nuestro país: Ellas no se mueven por el interés del pueblo llano. Que continúe el camino de la solidaridad social en España.

* Gracias a Erasmo Quintana