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miércoles, 15 de mayo de 2024 10:09h.

Entre moral y sexo, el decoro - por Nicolás Guerra Aguiar

La policía marroquí de Casablanca irrumpió sin previo aviso en el cine Ritz de aquella capital económica la noche del viernes pasado. Y en su espectacular arribada a la sala fue directo testigo de comportamientos varoniles que, acusan, elevaban a los cielos del Ritz “atentados contra la moral pública”, cual enhiestos surtidores de fuegos, manantiales y voces, algo así como el ciprés de Silos que cantó el soneto de Gerardo Diego, pero en versión menos espiritual.

Entre moral y sexo, el decoro - por Nicolás Guerra Aguiar

  La policía marroquí de Casablanca irrumpió sin previo aviso en el cine Ritz de aquella capital económica la noche del viernes pasado. Y en su espectacular arribada a la sala fue directo testigo de comportamientos varoniles que, acusan, elevaban a los cielos del Ritz “atentados contra la moral pública”, cual enhiestos surtidores de fuegos, manantiales y voces, algo así como el ciprés de Silos que cantó el soneto de Gerardo Diego, pero en versión menos espiritual.

  La policía, astuta y hábil, estaba sobre aviso. Los vecinos, desde calles aledañas, edificios colindantes, terceras, cuartas y quintas plantas, ya no soportaban los quejumbrosos silencios de gentes que ocupaban las butacas del cine, bajo techo, sin exhibicionismos callejeros, para refocilar a medias sus pasiones (o a cuartas, pues por mucho que se estire -la butaca- o se intente acomodar para otros menesteres, la cosa falla. Todo está bien cogido al suelo con tuercas, tachas, tornillos, pegamentos, clavos, para eso, para que no haya pasión que la mueva).  

  Pero tengo la impresión de que tales “atentados contra la moral” no llegan a los extremos de lo que el premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, tituló La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona (1977), narración de un hecho real. El académico Alfonso Canales le escribe (1972) que en un cine de Archidona (Málaga), y en medio de una película musical, la exacerbada acción manual de una novia sobre el elemento viril de su pareja llevó al joven al extremo extasial de volcar millones y millones de centímetros cúbicos espermatoicidales cuyos habitantes nadaban con placidez en el líquido seminal. (Según escribió el señor Canales, “el manipulado, hombre robusto por demás, era tan virgen como López Rodó”.)

  Pero hete aquí que tal fruición, complacencia o goce personal no fue transferible, nada satisfizo a personas que se encontraban en la sala, pues el producto expulsado –quizás por la acción de los bichitos- fue a caer sobre el pelo de una señora de la fila de atrás… recién salida de la peluquería. Aquella reclamó los gastos del lavado del día siguiente (¿se acostó, la señora, con el pringue en la cabeza?). Un caballero, además, exigió el abono de la tintorería, pues tuvo que llevar allí su chaqueta, otro escogido lugar de tal impactante impulsión. (Camilo José Cela escribió a su amigo para que trasladara a la Excma. Diputación Provincial de Málaga su propuesta: que se le hiciera un homenaje de ámbito nacional “al dueño de la herramienta, honra y prez de la patria y espejo de patriotas”.)  

  Y con el caso marroquí me viene a la memoria –la histórica, porque nunca fui testigo- de un cine de Las Palmas, desaparecido tiempo ha (y ya ha tiempo), que también fue solaz y recreo de parejas seducidas por el dulce encanto de sus edades, a pesar de que se exponían a los eternos Infiernos por las seguras condenas. Porque en tales épocas se podía robar limpiamente al Estado; podrían desaparecer personas detenidas alguna noche pues se sospechaba de sus filiaciones políticas; se dictaban sentencias condenatorias por haber gritado a favor de la libertad o del poder del pueblo; incluso hasta muchos emigraron en la más negra de las clandestinidades, sospechosos de pertenecer al Partido, o a Comisiones, las de antes. Y por un publícame “Consejo de paz” en Diario de Las Palmas se montaba un consejo de guerra en el castillo de Mata porque un poema premiado por el Gabinete Literario resultaba insultante al honor de las Fuerzas Armadas. Pero de amores públicos, ni hablar, y mucho menos si son a deshora, como así sentenció Pedro Lezcano en su “Edicto” de Antología cercada (1947).

  Sin embargo, y a pesar de todo, ciertos consentidos refocilamientos se ejecutaban mientras fuera a oscuras, en lugares cerrados y con permiso de las parejas aledañas, también es cierto que más interesadas en ellas mismas que en naturales actuaciones vecinales. Y así, por tales toleradas aproximaciones físicas, nació la nívea leyenda de aquel cine, el Pabellón Restregativo, solaz, recreo, distensión y desahogo de jóvenes parejas hartas de pajaritos, mosquitos, lepidópteros y mirones en el Parque Doramas, más llamado a sublimes proezas que a escenario de públicos roces carnales, condenados a multas e ignominias.

  Y resulta curiosa la casual coincidencia entre la literatura y la realidad. Es el caso, también, del soneto que canta al enhiesto ciprés burgalés (surtidor, lanza, mástil) y los comportamientos humanos de aquellas cincuenta relajientas parejas que se emparejaban más de lo permitido por la moral marroquí, inexistente cuando se trata de apalear, detener, mutilar, desaparecer, condenar o matar a sajaragüis porque aman la libertad de su tierra.  Extraña moral, sin duda, la que condecora a quienes ejercen sangrientas represiones contra un pueblo indefenso pero detiene a cien jóvenes apasionados en su juventud, ¡y hasta al acomodador, al dueño e incluso a la señora que vende las entradas!  Así pues, ciento tres personas  fueron detenidas por la policía marroquí. Sus “obscenos comportamientos” pueden significarles hasta dos años de cárcel.

  Obviamente, cada país tiene sus propias normas y a sus ciudadanos les atañen, más si se relacionan con “atentados a la moral”. Pero, con todos mis respetos, no es precisamente el Gobierno marroquí el más indicado para tratar sobre la moral quizás, en este caso, conjunto de normas que deben respetarse en cuanto que su transgresión afecta a sectores sociales. Todos sabemos cómo funciona aquella sociedad, que no es precisamente ni tan siquiera aproximación a una regular sociedad democrática en la que se respeten los más elementales derechos humanos o las dignidades personales.

  También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=304890

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/23474-entre-moral-y-sexo-el-decoro