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viernes, 10 de mayo de 2024 00:00h.

Error del sistema - por Alejandro Floría Cortés

ALEJANDRO FLORÍA CORTÉS"Es urgente empezar a hablar, escribir, de transición sistémica. Hay mucho trabajo hecho, brillante y magníficamente planteado que reclama difusión, debate y autoconstrucción. De este monstruo que se autoengulle y que se aproxima a la implosión, ya no queda mucho que decir."

Error del sistema - por Alejandro Floría Cortés *

Escribía hace unos meses en un artículo con el que me divertí mucho (1):

Chomsky considera la hipocresía como uno de los males principales de nuestra sociedad y la define como la negativa a"...aplicar en nosotros mismos los mismos valores que aplicamos en otros".

Esta primera aproximación nos lleva a la componente psicológica del asunto, y así algunos autores (Jones, E. E. & Harris, V. A. (1967)) refieren que el comportamiento hipócrita se relaciona al error fundamental de atribución: los individuos tienden a explicar sus acciones en base a su ambiente, pero atribuyen las acciones de otros a "características innatas", lo que lleva a juzgar a los otros mientras se justifican propias acciones."

Estas lineas exhibían un potencial de modelización increíble tanto para describir nuestras relaciones sociales como para entender la inevitable inmersión en la falacia del discurso político. Hipocresía y falacia van de la mano y reflejan, de nuevo, ataque y defensa, premio y castigo. Competición, en definitiva, inyectada subliminalmente en lo social mediante cánones, convenciones y convenientes estereotipos.

Otro elemento que puede contribuir a la mencionada modelización, y lo planteo pensando en buscar las palancas de cambio, sobre las que desearía escribir más adelante, es la evidente atomización social, promovida por la hegemonía neoliberal, que aspira a un último estadio de "empresas de una sola persona" que se "autorregula" mediante la vigilancia entre las mismas y una cierta "aceptación" social (o por qué no es oro todo lo que reluce en la "economía colaborativa" o en el "desarrollo sostenible" y cómo pretendemos comportamos como las empresas que exhiben tales atributos).

Asumir a las personas como nodos de una red también ha contribuido a la paradoja de la separación en la conectividad, confundiendo de nuevo a una parte con el todo, reduciendo la riqueza de una vida humana a su dimensión consumidora-prosumidora en red.

En este progresivo distanciamiento entre las personas, que ha mermado gravemente el potencial transformador y movilizador en lo laboral y lo social, cualquier intercambio amenaza con no carecer de una dosis de hipocresía-falacia, porque se ha perdido por el mismo sumidero la confianza y la naturalidad, mientras que hemos cargado la comunicación del ruido que produce lo que tan sólo suponemos. Ya identificamos técnicas de marketing en todo y en todos, aunque sea a base de "cuñadismo".

El tradicional "cada uno va a lo suyo" ha mutado en un "o tú o yo", probablemente siempre lo fue, mientras que en la comunicación no pueden desprenderse las partes de la necesidad de lograr "la razón", que se constituye como el premio del argumento diferencial de venta. 

Los intercambios del tipo que sea, fuerte y tristemente mercantilizados, parecen transacciones que abandonan el buen rollito de aquella pseudo-literatura de empresa de principios de siglo para volver a dar por aceptable el "ganar-perder".

Encuentro tremendamente adecuado, y divertido, el principio hermético de la correspondencia ("Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba"), al tiempo que inevitable asumir que hemos creado un sistema a partir del miedo, la competición y la hostilidad que se perpetúa sometiéndonos mediante idénticos mecanismos.

Es urgente empezar a hablar, escribir, de transición sistémica. Hay mucho trabajo hecho, brillante y magníficamente planteado que reclama difusión, debate y autoconstrucción. De este monstruo que se autoengulle y que se aproxima a la implosión, ya no queda mucho que decir.

 

(1) ("La derecha es falaz e hipócrita y no puede evitarlo")

* En La casa de mi tía por gentileza de Alejandro Floría Cortés