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jueves, 16 de mayo de 2024 20:12h.

El Incidente - por Marcos G. Sedano

marcos sedanoSe paró súbitamente, como el Murciano aquella madrugada cuando tomó la última cerveza y dijo: -Me voy; y no le volvimos a ver el pelo.

El Incidente - por Marcos G. Sedano *

 

Se paró súbitamente, como el Murciano aquella madrugada cuando tomó la última cerveza y dijo: -Me voy; y no le volvimos a ver el pelo.

Estaba sólo. Ya eran las 19 horas y nadie respondía al timbre; faltaban sesenta segundos para que todo terminara, y no podría  participar.

Después de mi postura transigente y de haber tirado a la papelera del water mi dignidad y conciencia, en aras a un llamado mal menor, no iba a poder cumplir mi compromiso; aunque la verdad, me lo arrancaron bajo presión.

La pintada que decía ”TÚ SERÁS EL CULPABLE DE QUE ESPAÑA SIGA IGUAL”, me tuvo varias noches sin dormir y un par de días limpiando la puerta.

Yo les comprendía a ellos; les seguía dando los buenos días y alguna que otra broma. Hasta que un día, el sapo del segundo me llamo traidor; pero no un traidor cualquiera, sino “TRAIDOR” con mayúsculas. No le entendí, yo siempre fui Bético; perdedor, pero bélico.

Lo que más me dolió fue lo de Maruja. Lo nuestro iba viento en popa, y ¡vaya viento el de Maruja! Ella también me clavó dos veces la mirada, y sin mediar palabra la entendí; adiós Maruja, adiós…

La presión fue en aumento día tras día. Tuve emboscadas de todos los colores: en el portal, en el bar… hasta en mi propia casa. Más de trescientos sesenta y cinco días,

Lo peor llegó cuando pusieron al militar de presidente de la comunidad.

El señor era bastante próximo y campechano. Un hombre muy asequible y amable. Ecologista, pacifista y un demócrata convencido. Había estado en varias guerras: pacifistas, ecologistas y democráticas.

Ya retirado, seguía teniendo dotes de mando, y lo pusieron al mando del edificio de diez plantas y cuatro pisos por rellano. En fin, las cosas no podían ir peor; al menos eso pensaba, hasta el accidente.

Después de haber sucumbido a los argumentos y encantos de mi entorno, me encontraba atrapado en dos metros cuadrados y el tiempo transcurría rápidamente. Tuve momentos de pánico, de angustia vital. Temía por el vacío que sobre mí iba a caer si no llegaba a tiempo. Incluso pensé en el suicidio; pero… ¿cómo se quita una persona la vida en las circunstancias en las que me encontraba?

Seguramente, si el mecánico no llegaba a tiempo, toda la comunidad estaría esperándome en la planta, para escupirme su reproche a la cara: ¡SI ESPAÑA NO CAMBIA, TÚ SERÁS EL CULPABLE!

A ellos no les importaba que yo fuera Bético y aprendiz de poeta; querían ganar.

Ya habían dado las 20 horas; nada tenía solución. La vida se me escapaba encerrado en un ascensor. En ese instante, perdí el conocimiento.

Cuando desperté en el hospital una enfermera me tomaba la tensión, mientras yo, de forma compulsiva, gritaba: ¡TENGO QUE IR A VOTAR, TENGO QUE IR A VOTAR…!

 

Desde Puerto bayyana, al levante de Andalucía y al norte de África.

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Marcos González Sedano

marcos sedano