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sábado, 11 de mayo de 2024 17:07h.

No es el PSOE el único responsable - por Nicolás Guerra Aguiar

 Ha cogido el PP la matraquilla de recordarnos (gran parte de razón) que viene de atrás la gravísima crisis económica por la que atraviesa el país. Y no pierde oportunidad en reiterar que se trata de una herencia, una situación de caos que le dejó el PSOE, cierto. Pero, que yo sepa, nadie le reclama etapas anteriores, aunque sí por los seis meses que lleva en Moncloa, y con qué carreras. Y también es innegable que su triunfo se debió más a la hecatombe del PSOE (perdió 4.250.000 votos) que a su propio ascenso, pues solo ganó quinientos y tantos mil votos frente a 2008, aunque fue el partido más votado. O lo que es lo mismo, el durísimo castigo a los psocialistas –precisamente por su caos- le abrió las puertas del poder, hubo incluso un millón más de abstencionistas.

No es el PSOE el único responsable - por Nicolás Guerra Aguiar

  Ha cogido el PP la matraquilla de recordarnos (gran parte de razón) que viene de atrás la gravísima crisis económica por la que atraviesa el país. Y no pierde oportunidad en reiterar que se trata de una herencia, una situación de caos que le dejó el PSOE, cierto. Pero, que yo sepa, nadie le reclama etapas anteriores, aunque sí por los seis meses que lleva en Moncloa, y con qué carreras. Y también es innegable que su triunfo se debió más a la hecatombe del PSOE (perdió 4.250.000 votos) que a su propio ascenso, pues solo ganó quinientos y tantos mil votos frente a 2008, aunque fue el partido más votado. O lo que es lo mismo, el durísimo castigo a los psocialistas –precisamente por su caos- le abrió las puertas del poder, hubo incluso un millón más de abstencionistas.

  Y por más que el señor Rodríguez Zapatero hizo oídos sordos a los avisos de crisis que le llegaban desde variados frentes –incluidos muchos socialistas desapasionados-, la realidad actual empezó a dejarse sentir desde 2008, con lo cual España –y su Gobierno- perdieron cuatro años absolutamente trascendentales. Entre aquella soberbia pedantería de «¿Crisis?, ¿qué crisis?»; el interesado silencio de quienes gozaban de un cargo político; los plastificados «brotes verdes», ejemplo de delirios enfermizos, puerilidad infantiloide, y la fortaleza imperial de España, nada se hizo más que despilfarrar y enriquecer a miles de oportunistas que usaron la política para chanchullos, corrupciones, corruptelas. Hasta que, como señaló con rigor el representante del PNV en el Congreso de los diputados (día 11), llegó el 10 de mayo para el señor Zapatero.

  Congreso en el cual volvió a mostrarse  la grandísima debilidad de un PSOE que zigzaguea sin timonel (Gran Timonel), perdido entre ausencias de ideas, vacías esencias sociales y, quizás, en el silencio sepulcral a que obliga el reconocimiento de tantos y tantos disparates cometidos hasta 2011. Y es una pena, porque con este Partido se conquistaron justicias sociales que hoy las borran, imperiosamente, en nombre de equilibrios presupuestarios, mercados de valor, ajustes, restricciones, disparatados IVAS, sacrificios (¡excepto a sus señorías nacionales y regionales!) e intervenciones de la Banca, capitalismo puro y duro. Sí, estuvo flojo, vacío, etéreo, el señor Rubalcaba. Y sonaron a sarcasmos hirientes propuestas suyas como la de aumentar las deducciones a las grandes riquezas, oportunidad que perdieron durante siete años, y otras más, vacías, nada combativas racionalmente: me hizo confirmar que es la incapacidad dialéctica de un hombre atado a su inmediato pasado político, reconocimiento de grandísimos errores.

  Pero no, el PSOE no es responsable absoluto de la hecatombe, aunque sí mayoritariamente. A pesar de que lleva seis meses, el PP tiene también parte de responsabilidad, ya porque sus obsesiones políticas para azulinizar España se impusieron sobre las perentorias urgencias vitales del país, ya porque el peso del señor Rato dentro del Partido es mayor que la capacidad de actuación del señor presidente del Gobierno. Veamos.

  La Europa liberal y capitalista exigió desde diciembre al señor Rajoy la inmediata entrega de su programa económico, toda vez que de él dependían muchas actuaciones. Pero el nuevo presidente del Gobierno la retrasó intencionadamente para marzo: Andalucía tenía convocadas elecciones autonómicas, y aquel programa real (no el de la campaña) no lo quiso hacer público en cuanto que retraería con pavor a los votantes andaluces, pues iba a afectar a la propia esencia del estado de bienestar (educación, sanidad, prestaciones sociales). El señor Arenas, candidato del PP, exministro aznariano, había experimentado la sublimación absoluta cuando su partido ganó 400.000 votos en noviembre –elecciones generales-. Eso traduciría –creyeron- el arrollador triunfo de aquel señorito machadiano, eterno perdedor. Por tanto, el PP dejó pasar varios meses para la entrega del programa económico real frente a las exigencias de Europa, lo que implicó multiplicación del caos, desequilibrios, y el consiguiente cabreo de las instituciones europeas.

  Un segundo frente tenía abierto el señor Rajoy, y también como protagonista a un prohombre del PP, el señor Rato, preferido como candidato muy por encima del primero y, a la vez, también exministro del señor Aznar. La caída de Bankia ya se rumoreaba no solo entre los entendidos: día tras día, la cotización de sus acciones disminuía (sospéchase que tapó el agujero de Bancaja en Caja Madrid). Circularon ya recelos sobre mentiras, hipotéticas falsas cuentas, disparates en torno a sueldos multimillonarios, y se afirmaba desde Europa que el banco debía ser intervenido inmediatamente. Pero el señor Rajoy no se atrevió: podría tambalear su puesto de mando pues el señor Rato, hombre de primerísima fila dentro del PP, era intocable. Y así le fue al banco, así a sus accionistas, así a decenas de miles de gentes muy sencillas que habían depositado sus ahorros de toda la vida en aparente y rigurosa institución.

  Indudablemente, la herencia recibida es impactante. Pero también es cierto que el PP se opuso a cualquier cambio, reforma, avance o actuación por parte del Gobierno psocialista, es decir, lo dejó solo para que solo se pudriera y se viera obligado al adelanto de las elecciones. ¿Recuerda, estimado lector, aquello de «Que caiga España que ya la levantaremos nosotros», palabras del señor Montoro -actual ministro de Hacienda- a la señora Oramas (diputada por CC), para que esta no apoyara las correcciones del señor Zapatero (mayo, 2011) con el fin de evitar la intervención de España por la UE? Pero hundir más al PSOE significaba, de refilón, desprestigiar a España. Y no se recataron.