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lunes, 13 de mayo de 2024 00:05h.

¿Pagar o no pagar la deuda? - por Josep Toló Pallás

"Plantearlo en estos términos es simplista, y el asunto merece un análisis para su comprensión, dado que va a ser el tema estrella de los próximos 24 meses como mínimo, en España, y a expensas de la nueva situación de Grecia."

¿Pagar o no pagar la deuda? - por Josep Toló Pallás *

Plantearlo en estos términos es simplista, y el asunto merece un análisis para su comprensión, dado que va a ser el tema estrella de los próximos 24 meses como mínimo, en España, y a expensas de la nueva situación de Grecia.

En primer lugar, deuda pública y deuda privada tienen un elemento en común, y es que se han creado por la intervención de dos partes: la que pide prestado y la que presta.

Un tercer interviniente es el sistema legal, representado por la Justicia, y que debe canalizar cualquier conflicto que las partes no puedan resolver.

En justicia, las partes deben estar en disposición de actuar, como se suele decir, “libre y espontáneamente” entre iguales, en el momento de comprometerse, y el sistema legal debe asegurar esta igualdad entre las partes.

En la práctica, esto no se cumple, ya que la desigualdad de las partes es evidente, debido a que los grandes acreedores se han apropiado de la voluntad política y económica de los Estados, volviendo a su favor no solo las acciones de gobierno, sino también en lo que concierne a la gobernanza de las finanzas privadas.

Tampoco existe un equilibrio en los mecanismos de reclamación de deuda, ya que el “Club de París”, que es un foro de países acreedores y deudores, y el “Club de Londres, que  está formado por acreedores privados de deuda pública, así como la “Troika”, que representa a los tenedores públicos de deuda como consecuencia de la transferencia del riesgo privado al área pública están en disposición de ejercer fuertes presiones sobre los deudores, mientras que estos carecen de una organización similar que les permita defender sus intereses de forma coordinada.

Un elemento a considerar es la responsabilidad de los acreedores en el irracional crecimiento de la deuda hasta que esta llegó a ser impagable, y que tiene alguna similitud con la que hundió en la miseria a los países de América Latina y a algunos países subdesarrollados hace 3 décadas.

            La posibilidad de impago de una deuda está implícita en el tipo de interés fijado y la Prima de Riesgo es la que permite reconocer y aceptar esta posibilidad ¿Qué otro objeto podría tener el que un banco obtuviera fondos del BCE al 0,50% y lo prestara al Estado al 4%, a una empresa al 10% y a un particular mediante la tarjeta de crédito al 27%?

            Hoy son muchos los países que no pueden pagar su deuda sin refinanciarla con la emisión de nueva deuda, y entre ellos está el más poderoso del planeta.

            También son millones de empresas y particulares que están en esta situación.

            Las políticas económicas que siguen los países peor gobernados de Europa, obligados por la “Troika”, les alejan de la posibilidad de pagar sus deudas, ya que estas están aumentando en lugar de disminuir, y a cambio están destruyendo la economía y la paz social, aumentando los riesgos de convertirlos en Estados inviables, situación que no quiere nadie sensato.

            No pretendo sentar cátedra, sino provocar un diálogo sobre el tema, a fin de generalizarlo al margen de las teorías generalmente y erróneamente aceptadas y divulgadas de forma machacona.

            El economista llamado a ser la figura del siglo XXI por su edad, conocimientos, línea de pensamiento y conexión con la realidad se llama Thomas Picketty, y me han llamado la atención 2 de los puntos sensatos que propugna:

1.- No dejar la economía solo a los economistas

2.- Democratizar la economía

            A la pregunta de ¿Qué deuda se debe pagar? Solo se le pueden dar dos respuestas desde la equidad:

            Primera: La que sea legítima, ya que el acreedor debe hacerse co-responsable de la creación de deuda ilegítima.

            Segunda: De la legítima, la que se pueda pagar, fijando la forma de evaluación del límite de sus cuotas periódicas y dejando abierto en su caso el horizonte temporal, incluso por tiempo indefinido.

            Otra pregunta sería ¿Quién la debe pagar?

            Está claro: La deben pagar quienes la asumieron por acción u omisión, limitando la responsabilidad pública a la que de forma legítima asumieron los representantes públicos.

            No termina aquí la cuestión, ya que los defensores teóricos de la gobernanza que nos ha conducido a esta situación opinan que no se puede dejar de cumplir la voluntad de la “Troika” si no se quiere sufrir la ira de los mercados, en forma de falta de financiación, falta de inversión y huida de los capitales a fin de evitar una fiscalidad adicional en sustitución del déficit excesivo.

            Las recientes experiencias de Ecuador e Islandia, al igual que otras muchas anteriores,  demuestran que un país bien gobernado, si se le afloja la mano de la asfixia económica es más solvente y fiable para poder pagar la parte de la deuda e intereses que se convengan.

            Por otro lado, la asfixia económica por el sobre-esfuerzo obligado por el pago de la deuda potencia la insolvencia y la inestabilidad, riesgo que no quisieron asumir los vencedores de la II Guerra Mundial, y que les aconsejó condonar a Alemania su enorme deuda a fin de que pudiera alcanzar un deseable crecimiento económico.

            La semántica de las palabras permiten suavizar los conceptos, como se está oyendo: Suena mucho mejor “Pagaremos la deuda en función de que nos dejen margen para el crecimiento, y la pagarán (o la negociarán), nuestros tataranietos a los tataranietos de los acreedores” que decir “Suspendemos el pago de la de la deuda”

            Ambas teorías significan lo mismo.

            Los capitales no reaccionan siempre de la forma que nos quieren hacer creer, ya que no solo buscan el beneficio especulativo como ahora en España, sino que también los hay que prefieren una estabilidad, un buen gobierno y la utilidad social, aún a costa de pagar impuestos más altos por sus beneficios.

            Detrás de las corporaciones siempre hay personas, y estas son conscientes en su mayor parte.

            Si el lector no ve clara esta afirmación, debería hallar una explicación al hecho de que los capitales no huyan masivamente de países con fiscalidad más alta, como Holanda, Dinamarca o Bélgica, y al hecho de que al inicio de la crisis las mayores fortunas personales de Francia propusieron la elevación de sus impuestos para contribuir a la superación de la situación.

            La situación provocada por el mal gobierno ha acarreado como consecuencia una fuerte restricción financiera para la economía real, al tiempo que produce la inundación de dinero nuevo dedicado a la especulación, altas cotizaciones de las acciones en las bolsas y de la deuda, que a su vez condiciona a la baja los tipos de interés de esta última.

Si algún país (Llámese Grecia o España), decide suspender de forma unilateral el pago de la deuda con el fin de poder renegociarla en todos sus términos desde una posición de igualdad y no en una actitud servil como ha hecho hasta ahora, no caería de forma inmediata en la profundidad de los infiernos, porque, en primer lugar, las cantidades que dejaría de pagar de forma inmediata le liberarían de la necesidad de emitir deuda nueva a un interés superior de la deuda vencida con toda seguridad. En segundo lugar, la recaudación serviría exclusivamente para atender a las necesidades presupuestarias e impulsoras del crecimiento necesario y la redistribución.

Hay otro argumento que no es desconocido pero no tiene una cobertura informativa, como otros muchos, y es la posibilidad de creación de una moneda complementaria, pública o privada, de carácter local, regional o estatal, para el uso interior, a fin de evitar la asfixia económica provocada por los “Mercados” término impersonal en sí mismo y en consecuencia desalmados, que no se inmutan ante la escena de millones de familias que viven en la indigencia por el efecto que ellos mismos han provocado.

No solo son un seguro contra la especulación, sino también un paraguas que protege a la población de los efectos de la guerra de divisas, que tiene visos de elevar su intensidad hasta causar estragos.

Estas monedas complementarias se basan en la necesidad de “desbancarizar” y “desmonetizar” la economía interior, ya que no hay posibilidad alguna de incidir directamente en la internacional.

Dejando de lado las más de 70 diferentes monedas sociales y complementarias de uso local que ya existen en España, en la llamada Economía Colaborativa, propongo como modelo la creada en Suiza para combatir una situación de falta de financiación de la economía privada, en plena Gran Depresión en el año 1934, llamada “Wir”.

Ha sido utilizada de forma ininterrumpida, y hoy la utilizan más de 75.000 empresas, a las que asegura los medios de pago para potenciar la economía interior, sirviendo al tiempo para crear empleo y cubrir las necesidades de la población, y todo ello sin depender de la especulación monetaria y financiera, ajena a la economía real.

Un proyecto similar surgió en Catalunya durante 2014, llamado “Eurocat” y es digno de ser seguido y estudiado como una muestra más en este laboratorio permanente que es la economía aplicada.

En la medida en que constatamos la falta capacidad de nuestros gobernantes de encontrar soluciones, como ciudadanos podemos apoyar soluciones existentes o propuestas para encontrarlas.

En este sentido trabajan muchos ciudadanos, entre los que podríamos destacar los partícipes en las Cooperativas Integrales y la Cooperativa de ámbito mundial “Fair Coop.”

Queda una inquietante duda por resolver:

En una democracia representativa como las de nuestro entorno ¿Pueden los nuevos gobernantes cambiar de forma unilateral cualquier norma, aun cuando ello signifique incumplir compromisos formales adquiridos previamente con organismos internacionales? ¿Y con otros países? ¿Y con sus propios ciudadanos?

Y si así lo hacen ¿Qué represalias podríamos esperar?

Los supuestos que se podrían dar son numerosos, como financiarse o acordar tratados con otros países u organizaciones fuera de aquellos a los que pertenece el país, cambiar su estatuto hacia el de País No Alineado, o utilizar la fiscalidad internacional en interés de su población.

En el fondo está la dinámica de si un país decide seguir el modelo de Suiza, el de Islandia o el de Ucrania.

También decidir si el peso de la deuda lo tienen que seguir soportando los débiles o los responsables, y estos cada uno en la parte originada por su responsabilidad, incluidos los acreedores.  

            El tiempo nos dará las respuestas. 

Obra literaria de Josep Toló Pallás: 

 www.bubok.es/libros/237325

* Publicado con autorización del autor