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martes, 07 de mayo de 2024 00:00h.

Entre Podemos y el PSOE de 1979 - por Nicolás Guerra Aguiar

La marcha de Juan Carlos Monedero (Podemos) me refresca algunos aspectos del renovado PSOE que surgió a partir del Congreso de Suresnes (1974) donde Felipe González consiguió desbancar al anterior equipo, continuador de la línea marxista del partido. El llamado “grupo sevillano” (Alfonso Guerra, 34 años; el mismo González, 32, y Manuel Chaves, 29) tenía las ideas claras: el PSOE debía convertirse en un partido no marxista bajo la influencia moral de la socialdemocracia europea. El poder absoluto estaba al alcance de la mano.

Entre Podemos y el PSOE de 1979 - por Nicolás Guerra Aguiar *

La marcha de Juan Carlos Monedero (Podemos) me refresca algunos aspectos del renovado PSOE que surgió a partir del Congreso de Suresnes (1974) donde Felipe González consiguió desbancar al anterior equipo, continuador de la línea marxista del partido. El llamado “grupo sevillano” (Alfonso Guerra, 34 años; el mismo González, 32, y Manuel Chaves, 29) tenía las ideas claras: el PSOE debía convertirse en un partido no marxista bajo la influencia moral de la socialdemocracia europea. El poder absoluto estaba al alcance de la mano.

   Y aunque en el posterior Congreso de 1976 la propuesta de prescindir del marxismo fue rechazada, se impone en el de 1979: González regresa a la Secretaría General y los jóvenes repudian aquella doctrina basada en Marx y Engels. Así, había nacido la socialdemocracia española. En 1982 el PSOE arrolla en las elecciones. Al paso de catorce años el vencedor fue José María Aznar (PP), triunfo que logró también con el voto de castigo a un PSOE que había dejado de lado las cuestiones éticas y se descomponía a causa de internas podredumbres.

   No sé, por supuesto, cuál será el futuro de Podemos, ayer conglomerado de aspiraciones. Pero sí es cierto que a lo largo y ancho de sus iniciales meses se convirtió en el gran desestabilizador dentro del trasnochado panorama que ya se repetía desde años atrás y que necesitaba una pacífica revolución, que no someros cambios para no hacer mudanza en las costumbres. El país exigía serenos y racionales levantamientos no contra las autoridades constituidas sino, radicalmente, contra el propio Sistema que ya se había asentado con todos sus vicios y corrupciones.

  Podemos impactó también en los dos partidos tradicionales (PP, PSOE) que con torpes políticas y descontroladas palabras perdieron la capacidad de reacción ante algo que los condenaba si no al ostracismo, sí a segunda o tercera filas. Fueron incapaces de planteamientos rigurosos y racionales que giraran en torno a las razones de por qué Podemos (y después Ciudadanos) avanzaban impetuosamente con la pasión de los jóvenes e, incluso, de tradicionales votantes de aquellos partidos.

  Dentro del PSOE se elevaron voces de miedo, pánico, terror: Podemos venía a ser algo así como lo que el pueblo deseaba y que ellos, los psocialistas, llevaban años prometiendo en fechas electorales solo para acallar a la gente. Y manifestaron tan altos e indisimulados miedos que llegaron a ser la continuidad del PP en sus críticas, aquellas de que se trataba de marxistas-comunistas, revolucionarios populistas a la manera de países latinoamericanos, desestabilizadores del sistema democrático y atilas para la libertad que se cultivaba en la Madre Patria. Algo así como las plagas judeo-masónicas que el régimen franquista usó siempre para justificar sus dictatoriales actuaciones con crímenes políticos incluidos.

   Sin embargo, resultaba que cuanto más se denunciaba a los rojos mataniños y violadores de democracias occidentales pagados por la plata de los bolivarianos más impactaba en las masas ilusionadas pues renacían en ellas esperanzas, ensueños, incluso delirios de que otro país era posible, otro sistema podría imponerse en pacífica revolución democrática. Y duró hasta hoy, principios de mayo, vísperas electorales. Porque entre el Podemos de hace un año (“el grupo de profesores universitarios”: Pablo iglesias, 36 años; Íñigo Errejón, 32; Carolina Bescansa, 44...) y el actual hay muy notables diferencias, curiosos contrastes: ayer fue confluencia de disconformidades y reclamaciones de rupturas. Ahora, sin embargo, ve la posiblidad de llegar al poder. Como les pasó a los jóvenes socialistas de 1979 cuando vieron que el país sería suyo.

   Bien es cierto que el señor Monedero no podía continuar en la dirección de Podemos: aquel legal pero antiético ardid de crear una empresa sin trabajadores para no pagar a Hacienda por los 450.000 euros que por asesoramientos había ganado fue un terrible mazazo para los simpatizantes, a partir de ese momento paralizados por el estupor. Por tanto -y a pesar de su numantina lucha contra todo lo exterior-, la salida de Monedero era inminente.

   Y en las postrimerías atacó a la esencia de Podemos acaso por revancha, desafecto de sus antiguos colegas o demostración de pureza ideológica (hoy ya no creíble), pero dijo verdades que me identifican. Y sus palabras demuestran que en el partido se está produciendo una metamorfosis como en el PSOE de 1979: ya se sienten poder. Así, y sobre la muy marcada moderación y  acercamiento a posicionamientos de centro por parte de Podemos (Errejón y Bescansa los propician), denuncia Monedero que “más se parece hoy a lo que queremos sustituir”; Podemos “se mira hoy en espejos que no son los suyos”. Añade otras afirmaciones contundentes que explican cómo el partido se ha distanciado de las bases que lo propiciaron: camina por tradicionales senderos para ser Gobierno, su obsesión.

 Así pues -aunque se trata de generaciones absolutamente distintas- hay aparentes concomitancias entre los profesores universitarios de Podemos y el “grupo sevillano” de 1974. Los identifican, además, la toma pacífica del poder a través de las instituciones en cuanto que el PSOE fue esperanza en 1982 y Podemos es ilusión en 2015. También su metamorfosis hacia el centro es coincidente. Y si los “sevillanos” renunciaron al marxismo en 1979 (poco después abandonaron incluso el socialismo), los “podemistas” ya se parecen menos a los de 2014 y más a la socialdemocracia (¿qué fue de su promesa sobre los sesenta y tantos mil millones regalados a la Banca?). Eso es soltar lastre ideológico: el Poder tienta.

  Pero a pesar de que ambiciones, pragmatismos y el chantaje sobre Grecia se han impuesto, su Programa defiende aspectos de justicia social, aunque a veces sin profundizar en el cómo. Por eso echo de menos la serena sublevación de 2014.

* Publicado con autorización del autor