Qué hacen con nuestros dineros - por Nicolás Guerra Aguiar

 Intentaba distensión, relajamiento, máximo respeto. Pero intensidad, tono y timbre de su mensaje dejaban a la vista la contención a que se estaba sometiendo aquel misionero católico (padre Ángel) que denunció por la radio, en la del alba dominguera, la eliminación de ayudas a las ONG occidentales en África, pues los países en los que actúan sufren y padecen hambre los de abajo, claro, porque los otros, quienes obedecen a los blancos, lo tienen todo cubierto. Y ya no pudo aguantar, lanzó su tragedia a los cuatro vientos: «Me resultan incómodos políticos, empresas y obispos cuando justifican reducciones a causa de la crisis».

Vaya por delante una verdad indiscutible e incuestionable: agobios económicos, depresiones, ruinas, embargos, cierres empresariales, despidos, sangrante paro, miserias, hambre… no son responsabilidad –ni tan siquiera indirecta- de obreros, trabajadores, asalariados, gentes de a pie. Muy al contrario, son sus víctimas. Y lo son a conciencia en cuanto que todo, absolutamente todo, está previsto desde las altas instancias del poder, siempre con paso lento pero riguroso, ordenado al milímetro. El estallido del caos económico a que hemos llegado –digo mal cuando digo «hemos llegado», toda vez que el sujeto de la acción no somos nosotros, sino que es el mismo sistema capitalista quien nos ha conducido- no es nuevo. Y siempre, sin paliativos, con el visto bueno de la clase política, más «clase», curiosamente, cuanto más se acentúa la disfunción económica.

Sus ocultaciones le costaron el poder al PSOE, alejado de la esencia primigenia y de espaldas al proletariado, teórica razón de ser para la política. Y lo mismo podría pasarles a los gobernantes del PP (aunque hay mucho masoca), que si bien es cierto fueron receptores de una situación dislocada y desordenada, se han identificado plenamente con un sector social, el de los poderosos banqueros y empresarios, para machacar sin paliativo alguno a la gente que ni tan siquiera había oído hablar de altas primas de riesgo, FMI, PIB, IBEX…

Pero sí le impactan al obrero de a pie, por ejemplo, amnistías a quienes defraudan multimillonariamente a Hacienda, «medida que es buena para todos los ciudadanos», dice la señora Cospedal, cinismo, burla, tropelía, desprecio a los parados que no tienen ni para pagar la luz o deben abandonar su piso porque no pueden hacer frente a la hipoteca. Que no se persiga a un contribuyente que defrauda mil euros a Hacienda es algo baladí; pero que miles de millones de euros desaparezcan de bancos, cajas de ahorro y a nadie se procese, a nadie se condene, a nadie se lleve a la cárcel, a nadie se le reclame el dinero volatilizado, sí indigna. Porque aquellos miles de millones que están en bancos preferidos por los españoles (Suiza, Liechtenstein, San Marino, Mónaco, Islas Vírgenes Británicas) no figuran a nombre de profesores, mecánicos, taxistas, barrenderos, dependientes o parados, no: sus complejas combinaciones numéricas son propiedad de banqueros, empresarios que guardan la calderilla de un par de millones en sus cajas fuertes caseras, ex políticos, quizás algunos hasta en activo, delincuentes internacionales otros, enriquecidos multimillonariamente con robos a los Estados y a las autonomías, consejos de administración que expolian riquezas ajenas…

Pero las personas elegidas viven en otro mundo, quizás subliminal, tal vez etéreo, ajenas a tragedias, explotaciones y angustias ciudadanas. Así, el grupo de Gobierno del Cabildo grancanario pretende contratar pólizas de vida para sus consejeros a cargo, claro, de nuestros impuestos, insulto a quienes trabajan y desprecio a los parados. La señora Pérez (consejera de Recursos Humanos), leo, pretende llevar a la práctica el acuerdo de 30 de junio de 2011 para tal contrato, catorce mil euros por año, de vergüenza. Pero no serían la excepción: parlamentarios regionales, diputados, senadores… también están protegidos, blindados por los mismos seguros, a fin de cuentas pagamos los demás, quienes cumplimos rigurosamente con Hacienda, ayuntamientos, cabildos, Estado.

Y el Gobierno municipal de Telde –que había prometido lo contrario- disparata y eleva los impuestos que se refieren a bienes inmuebles, coches, vados, comercios. Pero no se olvida de los servicios más elementales, imprescindibles. Así, aumenta las tasas por la basura, pasa la gestión de aguas a empresas privadas, al igual que estudia hacerlo (teldeactualidad) con guarderías, bibliotecas, escuela de música… es decir, con todo lo que significan cultura elemental, servicios a los ciudadanos, aunque bien es cierto que lo apoyo en aquello de las bibliotecas, los libros son perjudiciales, culturizan, invitan a pensar, y eso no es bueno para la sociedad que se pretende: ¡a la hoguera con ellos!, reedición de Fahrenheit 451, la película de Truffaut que se basa en la novela de Bradbury.

Y ante tales aconteceres, me pregunto en mi ingenuidad: si para combatir la crisis los ayuntamientos –caso de Telde- suben impuestos y prescindirán de prestaciones a la ciudadanía, ¿para qué los políticos? ¿Para administrar qué? En los ayuntamientos hay muchísimos funcionarios muy preparados que serán capaces –con seriedad, conocimiento y rigor- de llevar la administración de todos los departamentos. Y, además, sin prejuicios políticos ni intereses partidistas, toda vez que están en juego sus nóminas. Porque ya no se trata de programar ideológicamente o según promesas electorales –aquellas que no se cumplen-, en absoluto. No hay dinero. Por tanto, ¿para qué los concejales con dedicación exclusiva que nada pueden hacer, en cuanto que no tienen presupuesto para inversiones sociales? O, como dice un faicanero ciudadano, «¡la señora alcaldesa cobra entre 5.000 / 6.000 euros!». Sí, en efecto: pero a ella la eligieron ustedes.

También lo publica:

http://www.teldeactualidad.com/noticia/politica/7/04/10/8842.html

http://canarias-semanal.com/not/1933/que_hacen_con_nuestros_dineros/