Enrique se apoya en un Premio Nobel de la Paz, uno de los que sí se ha merecido esa distinción, el argentino Pérez Esquivel, para argumentar su defensa de la revolución bolivariana. Y yo me uno a esa defensa. Con tremenda tristeza en el alma, porque es muy grande el cariño que siento por ese país y por su pueblo. Y porque es muy sentido el afecto que tengo a mucha gente de la clase media venezolana que no termina de entender que la pérdida en algunos puntos del altísimo nivel de vida que disfrutaron es algo que tienen que pagar, por la tremenda injusticia que han sufrido -algo que se repite, por América y por el mundo- grandes capas de la sociedad. No era, no es, posible que la discriminación económica favorezca la vida, la cultura, los caprichos, el lujo, de una poca gente, en tanto que otras muchas personas se debaten en la miseria. Esa es la verdad que tenemos que defender. Por mucho que nos pese tener que enfrentarnos a tantas amigas y tantos amigos que hoy se alinean en la ciega oposición venezolana. 

http://latiradera.wordpress.com/2014/03/08/el-premio-nobel-y-venezuela/