Pero cuando Walter escribía estas líneas que recomiendo, nada podiá hacer imaginar que, lejos de remitir, iba a agravarse el espectáculo hiriente de estas masas de personas encaramadas a las vallas, con las carnes cortadas por las cuchillas, lanzándose a la mar de diez en diez en balsas de juguete, apiñándose por centenares en embarcaciones minúsculas. Esas personas extraordinarias que sufren un calvario de años por media África, padeciendo humillaciones, extorsiones, violaciones, para luego terminar siendo apaleadas por la gendarmedía marroquí y, en muchos lamentables casos, muriendo a las puertas de su esperanza.

Porque, contra la maldad intolerante de quienes presentan a las personas inmigrantes como delincuentes, yo me uno a Walter en esta defensa de la dignidad de esta gente que lo que hacen es cumplir con su deber de seres humanos: luchas por su vida.

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