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jueves, 25 de abril de 2024 07:29h.

Álvaro Santana Acuña: La antigua plaza de la Catedral en La Laguna ya tenía un estanque y animales en el año 1515

Según el historiador de Harvard, las obras en la plaza destruirán un “monumento emocional” de la ciudad

 

Álvaro Santana Acuña: La antigua plaza de la Catedral en La Laguna ya tenía un estanque y animales en el año 1515

 Según el historiador de Harvard, las obras en la plaza destruirán un “monumento emocional” de la ciudad

 La Laguna ya contaba con un estanque, un vergel y un corral de animales en el entorno de la antigua plaza de la Catedral en 1515. El historiador lagunero y docente en la Universidad de Harvard, Álvaro Santana Acuña, ha localizado varios documentos en el archivo municipal y el archivo histórico provincial que demuestran la presencia histórica del agua y de los animales en el centro de la ciudad apenas veinte años después de su fundación en 1496. Asimismo, el historiador advierte que las obras en la plaza destruirán un “monumento emocional” de La Laguna, el estanque de los patos, cuyo origen remoto coincide con el trazado original de la ciudad hace cinco siglos.

 Según explica el historiador, la Catedral ocupa el solar de la antigua ermita de los Remedios, que se comenzó a construir hacia 1515. En esa zona estuvo durante varios años el corral del concejo, que era un recinto donde el antiguo ayuntamiento (llamado, concejo) guardaba animales, incluyendo aves, cabras y ganado mayor, para el abastecimiento ocasional de la población. Además, según revela el historiador, en esa zona existía un estanque y hasta un vergel, o sea, un jardín.

El cuaderno número dos de las Datas de Tenerife, donde se registran los repartos de tierra tras la conquista, indica que en 1517 se le dio un solar a Juan Peres de Virués. Dicho solar estaba en “las espaldas del corral” del concejo y tenía “en las espaldas otro solar de Manuel Gibraleón, que linda con un pozo que hizo Diego Amarillo”. El solar de Peres estaba ubicado en el ámbito de la actual plaza de la Catedral, pues lindaba con el corral del concejo, y también lindaba con un “pozo” de Amarillo. El historiador aclara que en 1517, el significado de la palabra pozo era más amplio que en la actualidad, pues se refería además a depósitos de agua estancada.

El estanque de Amarillo se menciona de nuevo en los protocolos notariales de Juan Márquez. Catalina González, mujer de Amarillo, demandó a Isabel Gutiérrez, quien quería apropiarse de un pedazo del solar. El 5 de mayo de 1520, ante el notario, Catalina afirmó que ella y su marido recibieron el solar del Adelantado en 1511 y que en él habían fabricado un estanque y “tapias”. Catalina decía la verdad. En los cuadernos de las Datas de Tenerife se indica que el Adelantado les dio ese solar para hacer una casa “e para viña”. ßUn año después, el 2 de enero de 1512, el Adelantado repartió otro solar junto al de Amarillo. Ese solar fue para Gonzalo Muñoz, un conquistador, quien hizo una casa, un vergel y un corral de árboles.

 En resumen, estos documentos demuestran que apenas veinte años después de la fundación de La Laguna, en el ámbito de la futura plaza de la Catedral había animales, un jardín, árboles y un estanque, es decir, cuando aún se estaban trazando las calles y las plazas de la ciudad.

 La importancia del agua en la plaza ha continuado a lo largo de los siglos. En las Ordenanzas de Tenerife, a comienzos del siglo XVII, se ordenó la construcción de una fuente “con una giganta grande con los pechos descubiertos y las manos puestas en las tetas, por las cuales salgan dos caños de agua”. Y en el siglo XX se construyeron dos estanques a cada lado de la plaza, aunque el estanque junto a la calle de la Carrera tenía filtraciones y fue suprimido.

 Santana Acuña advierte que las obras en la plaza atentan contra la memoria histórica de la ciudad y su rico patrimonio en el uso y disfrute público del agua, animales y ajardinado. Las obras suprimirán un “monumento emocional”, el estanque con la silueta de la isla de Tenerife, además de eliminar el pavimento de losas chasneras y petriles basálticos de más de 150 años de antigüedad, así como los asientos neoclásicos, conocidos como canapés. El historiador aboga por la preservación del rico patrimonio emocional y mobiliario de la plaza.