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domingo, 05 de mayo de 2024 16:39h.

Discutibles subvenciones a los partidos políticos - por Nicolás Guerra Aguiar

En las actuales campañas electorales la mayoría de los partidos ya no defienden Ideas, reflexiones, filosofías políticas (pero sí fue posible la palabra cargada de contenidos en 1977, en 1982…). Lo que se impone hoy son costosísimos montajes y espectaculares teatralizaciones que a la manera norteamericana subliman a los asistentes, fieles hasta la muerte y ansiosos de escuchar cómo se destripa al contrincante con agresiones verbales, ridiculizaciones y grandes limitaciones intelectuales algunas veces (“¡Dales caña!”, vociferaban algunos en una intervención mitinera de Alfonso Guerra).

Discutibles subvenciones  a los partidos políticos - por Nicolás Guerra Aguiar

  En las actuales campañas electorales la mayoría de los partidos ya no defienden Ideas, reflexiones, filosofías políticas (pero sí fue posible la palabra cargada de contenidos en 1977, en 1982…). Lo que se impone hoy son costosísimos montajes y espectaculares teatralizaciones que a la manera norteamericana subliman a los asistentes, fieles hasta la muerte y ansiosos de escuchar cómo se destripa al contrincante con agresiones verbales, ridiculizaciones y grandes limitaciones intelectuales algunas veces (“¡Dales caña!”, vociferaban algunos en una intervención mitinera de Alfonso Guerra).

   A los espectadores no les piden aportaciones económicas para sufragar gastos, lo cual es curioso: si acudo a un mitin para apoyar a quienes representan mis ideas, debo ser consecuente. Sin embargo, los partidos políticos mueven centenares de miles de euros o millones ya no solo en las campañas electorales sino, incluso, hasta fuera de ellas, y no siempre de manera clara o con sentido ético por parte de administradores, tramoyistas de altos vuelos y políticos que van desde el concejal hasta altísimas instancias. ¿De dónde salen los millones?

   El Estado español interviene de manera espléndida y dadivosa para subvencionarlos, aunque sin control exhaustivo sobre el destino final de tantos millones provenientes de nuestros impuestos. Millones que, curiosamente, las propias organizaciones políticas (son juez y parte) destinan oficialmente a sus arcas. Porque de la misma manera que en el primer pleno de su mandato la señora alcaldesa de Santa Brígida se autocomplació con el sueldo de cincuenta mil euros anuales y sus señorías, consejeros de cabildos y diputaciones, concejales y consejeros de organismos oficiales… fijan por unanimidad las exquisitas retribuciones que van a percibir, la Administración –es decir, los propios políticos- distribuye también las subvenciones.

  Y cuando tantísimo dinero se destina a los partidos sin que se vigilen y fiscalicen con el más riguroso control usos y destinos de hasta el último céntimo que se ha concedido, sucede lo que está pasando. Que mientras las urgencias sociales, sanitarias y educacionales, por ejemplo, cada vez se ven más reducidas en sus capacidades de atención al ciudadano, la corrupción más insultante e inmoral se manifiesta día tras día, y asistimos –inactivos, eso sí- al grotesco espectáculo de ver cómo nuestro dinero se esfuma como por arte del Diablo.     

      El noventa por ciento de esos centenares de millones que manejan los partidos políticos proviene directamente de nuestras obligadas contribuciones a Hacienda. En esa muy espléndida y escandalosa distribución del dinero público, el PP ingresó este año veinticuatro millones y medio de euros. El PSOE, catorce; Convergencia, dos millones y medio; IU-Plural, dos millones trescientos mil; Partit dels Socialistes de Catalunya, dos millones; UPyD, casi dos millones; Partido Aragonés, casi un millón; Amaiur, ochocientos cincuenta mil;  PNV, setecientos cincuenta mil; ICV, quinientos ochenta mil; ERC, quinientos cuarenta mil; BNG, trescientos ochenta mil; CC, trescientos veinte mil; UPN, casi trescientos mil; Bloc-Iniciativa-Verds, doscientos cuarenta mil; Foro de Ciudadanos: doscientos mil; Chunta Aragonesista-IU, ciento sesenta y cuatro mil; Geroa Bai, ciento quince mil.

   Estos cincuenta y tres millones de euros figuran en la Ley de Presupuestos Generales del Estado para el año 2014. Son, pues,  percepciones oficiales. Pero a tal cantidad hay que sumarle los que se embolsan algunos de los anteriores y otros regionales partidos en las Comunidades Autónomas una vez quedan constituidos sus Parlamentos. ¿Cuántos millones para diecisiete comunidades y dos ciudades autónomas?

   A esta cuatrianual aportación de centenares de millones que hacemos a los partidos políticos –a fin de cuentas, instituciones privadas con sus equipos directivos elegidos por ellos, o nombrados- es preciso sumar otros ingresos también oficiales que también pagamos nosotros a través de Hacienda. Así, por ejemplo, para las elecciones al Parlamento Europeo (8 de junio de 2009), con muy baja participación, el Ministerio de Economía (BOE de 17 de abril) previó las correspondientes subvenciones no ya solo por escaño obtenido (treinta y dos mil doscientos dos euros) sino, y también, por votos (un euro con siete céntimo). Hechas las cuentas, el PP ingresó siete millones de euros; el PSOE, casi siete; Coalición por Europa (CiU y PNV) cerca de dos millones; la Coalición IU-ICV, en torno a los setecientos mil euros… ¿Cuánto nos costarán en junio tales ayuditas?

   Pero hay más. Para los gastos de envío de propaganda electoral, cada partido cobró en anteriores consultas veinte céntimos por elector siempre que obtuviera escaño y un apoyo mínimo del quince por ciento, requisito que solo cumplieron PP y PSOE. Por tanto, entre ambos ingresaron catorce millones de euros. Y los otros, entre once y dos céntimos según votos obtenidos. O lo que es lo mismo, los gastos propagandísticos no se cubren con los beneficios obtenidos según sus resultados en las urnas (los cincuenta y tres millones arriba desglosados), sino que también vienen a cargo de nuestras contribuciones a Hacienda.

    Y de la misma manera que los partidos cobran por votos obtenidos en las elecciones europeas, también reciben nuestros euros por las de senadores o diputados: en 2004 (hoy son muy superiores las cantidades) recibieron sesenta y nueve céntimos de euro por cada ciudadano que los votó al Congreso; y veintiocho céntimos por cada voto obtenido para el Senado. Obviamente, a esta cantidad también hay que sumar dieciocho mil quinientos euros por cada diputado o senador. Esto, claro, sin tampoco contar con las elecciones autonómicas, cabildicias, ayuntamientales…

   En conclusión: los partidos, claro, existen. Por su consecución se luchó, y mucha gente entregó su vida en defensa de las instituciones democráticas, aunque hoy aparecen nuevas corrientes sociales, algunas muy interesantes. Pero a estas alturas, ¿son imprescindibles campañas electorales tan costosas y dilapidadoras del dinero público? El Estado, es obvio, ha de contribuir a su mantenimiento. Pero, ¿deben los ciudadanos pagar con sus impuestos absolutamente los cientos de millones que cada cuatro años se embolsan los partidos, refugios de miles y miles de personas –con tanta mediocridad- que han hecho de la política, voluntariamente, su profesión, su única nominilla de ingresos? 

 

También en:

https://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=329943

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/29170-discutibles-subvenciones-a-los-partidos-politicos

http://www.teldeactualidad.com/articulo/opinion/2014/03/13/9431.html