En efecto, aunque tanto algunos economistas de buena fe como los tecnócratas y los políticos al servicio del capital se resitan a asumir la evidencia, se ha comprobado el fracaso de las recetas de lo que llama Laborda "ortodoxia". Y se ve de lejos que las acciones de los bancos centrales y la troika no buscan mejorar las condiciones de los pueblos para superar las dificultades, sino una ciega defensa de los intereses de los poderosos. Y, en fin, la elefantiásica deuda contraida por los países exije una solución realista, pragmática: recuperar la idea del Cub de París, de los años cincuenta, para renegociar la deuda.

Aunque yo, con toda modestia, apostillaré a Laborda dos cuestiones. Que es preciso tener en cuenta, no solamente quitas y esperas en las negociaciones de deuda, sino también la cuestión de los intereses y primas, que no pueden estar a merced de los mercados manipulados por los propios prestatarios. Y que hay que recordar el papel nefasto que jugó el Club de París en el estrangulamiento económico del Chile de Allende, que dio paso a las movilizaciones empresariales y al estallido pinochetista. Es decir, que en los países es preciso fomentar organizaciones políticas fuertes que se opongan a las injerencias del capital.

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