Neoliberalismo, estrategia de las oligarquías para recuperar sus privilegios, comenta Chema Tante 

Durante dos siglos. las movilizaciones populares, las luchas obreras, fueron arrancando, con mucho heroísmo, muchas muertes, a las clases dominantes sus privilegios de siglos. Unos privilegios que incluían el derecho a abusar en todos los órdenes de mujeres, hombres, niñas y niños, llegando a poder decidir sobre la educación, la salud y la vida de que cometía el terrible delito de ser pobre. 

A principios del siglo pasado la situación se estaba poniendo tan fea para la oligarquía, que alcanzó el pánico con el triunfo de la revolución que dio paso a la Unión Soviética. Por eso optó por la vía violenta, alentando los fascismos. Sin embargo, en unos territorios se les fue la mano, como en Europa o, directamente, el pueblo venció, como en China, con la derrota del fascista Kuomintang 

En los años posteriores a 1945, la fuerza de la gente en lucha y la presencia de la Unión Soviética  que amenazaba con exportar la Revolución permitió recuperar el avance de la conquista de derechos. 

Pero la oligarquía no se detuvo. Adopto otras estrategias. Por una parte, socavó comercialmente a los países socialistas y por la otra, diseñó ese diabólico engendro del neoliberalismo, un híbrido de pseudoteoría científica y de liberalismo clásico, adobado con intolerancia calvinista. En esta línea, la oligarquía se infiltró en las Universidades y Escuelas de Negocio, compró economistas y periodistas y consiguió imponer sus dogmas de fe como indiscutibles. La inconveniencia del sector público y de los impuestos, porque "es mejor que el dinero esté en manos de las empresas privadas", que, si se favorece a las clases afortunadas y a sus empresas, éstas ya se ocuparán de que los beneficios se filtren hacia los niveles populares y, en definitiva, que quien es pobre lo es por su culpa y que solamente tiene derechos quien tenga dinero para pagarlos y que la gente pobre, que carece de dinero, no tiene más derecho que el de trabajar por su vida mientras pueda, y a morirse inmediatamente, cuando, por salud o por edad, no pueda trabajar. Con esto, como el sector público es inconveniente, la oligarquía se siente anímicamente legitimado para hacerse con fondos públicos, que le corresponden a ella por derecho divino y los servicios públicos, que están dirigidos a la gente pobre, deben ser costeados por esa gente pobre, mediante impuestos indirectos, al consumo o a las rentas de trabajo.

De esta manera, cuando cae la Unión Soviética, no por defectos del sistema socialista, sino por los ataques comerciales y por haber caído en la trampa de las carreras de armamentos y espacial, desaparece la amenaza y la oligarquía tiene la puerta abierta y los bagajes argumentales, falsos, pero bien implantados, para empezar la recuperación de sus privilegios que ha culminado. Las oligarquías, a lomos de las multinacionales, con los tratados de libe comercio, con la cadena feroz de la Deuda y el control de los medios de comunicación de los partidos políticos y los gobiernos, detenta poder de decisión sobre la vida, la hacienda, la salud, la libertad, de la gente. Eso es el neoliberalismo y los datos que aporta Márquez Ayala lo confirman

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En el tema fiscal que nos ocupa, si bien la captación total promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) gira en torno a un tercio del PIB desde los años 80 (33.8% en 2019) (Gráfico 1), el énfasis tributario se desplazó a los impuestos al consumo de bienes y servicios (IVA, IEPS, ISAN...) que representan en promedio 10.4% del PIB e inciden con especial intensidad en las clases medias, disminuyéndose la importancia de los impuestos redistributivos y de justicia fiscal (ISR al ingreso personal, ISR a la utilidad de las empresas e impuestos al patrimonio o a la propiedad)

https://www.jornada.com.mx/2021/05/24/opinion/024o1eco