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viernes, 26 de abril de 2024 01:32h.

Un suicidio colectivo: la perpetuación del control privado del agua en Canarias -por José Antonio Delgado

La escasez de precipitaciones, la fragmentación del territorio y de la propiedad de la tierra, el carácter caciquil de la sociedad canaria y la casi nula inversión pública han determinado que las iniciativas llevadas a cabo en Canarias, y particularmente en la isla de Tenerife, durante el pasado siglo XX, para conseguir el afloramiento de aguas subterráneas con las que poder mantener y desarrollar los diversos cultivos tuvieran una naturaleza marcadamente privada, caótica y arbitraria.

Un suicidio colectivo: la perpetuación del control privado del agua en Canarias - José Antonio Delgado

La escasez de precipitaciones, la fragmentación del territorio y de la propiedad de la tierra, el carácter caciquil de la sociedad canaria y la casi nula inversión pública han determinado que las iniciativas llevadas a cabo en Canarias, y particularmente en la isla de Tenerife, durante el pasado siglo XX, para conseguir el afloramiento de aguas subterráneas con las que poder mantener y desarrollar los diversos cultivos tuvieran una naturaleza marcadamente privada, caótica y arbitraria.

La iniciativa privada de muchos pequeños agricultores, de otros no tan pequeños, pero sobre todo de aquellos rentistas, locales y foráneos, que vieron en el negocio del agua un medio seguro para recolocar la plusvalía extraída a la peonada agrícola y a los aparceros, hizo posible, especialmente en el Sur de Tenerife, un relativo florecimiento agrícola que el natural régimen de lluvias no hubiese permitido. Como resultado de este proceso la posesión y control efectivo de los recursos hídricos se convirtió en una imagen especular del régimen de propiedad de la tierra. Junto a un elevado número de pequeños aguatenientes dependientes y subsidiarios , para los que ese agua significaba un insustituible medio de subsistencia, se hallaba un grupo de medianos o grandes aguatenientes , ajenos a la práctica agrícola directa , para los que era sólo un medio de incrementar su capital.

Con el desarrollo de la industria turística y de la construcción y el paulatino abandono de los monocultivos de exportación y la agricultura de subsistencia, incluso pequeños y medianos aguatenientes acabaron convirtiéndose en simples rentistas del agua, reproduciendo, al estilo de los grandes aguatenientes , la apropiación especulativa de lo que antaño había sido para ellos un recurso básico. Y reproduciendo , como era de esperar, todo el aparato ideológico que justifica la posesión a perpetuidad de un recurso que por su naturaleza no puede ser más que público y universal.

El entrañable e irracional atavismo de la población canaria en general, su marcada tendencia a la mitificación de la bondades del campesino, mantienen el “terreno abonado” para que esa justificación ideológico-folklorica se mantenga y crezca lozana. Mientras se apoya , o no se combate esa insostenible justificación, el sector agrícola languidece , herido , entre otras agresiones, por el golpe mortal que significa que los viejos agricultores, antaño víctimas de la miseria y la explotación, se convierten hoy en un importante obstáculo a la incorporación de las nuevas generaciones al sector agrícola. El agua no puede ser posesión perpetua y hereditaria de nadie. Las tan consideradas inversiones que con “tanto sacrificio” realizaron no pueden ser su patrimonio eterno. Es una actitud criminal y suicida. La propiedad y control público efectivo de los recursos hídricos es la más irrenunciable demanda de justicia social y una garantía de supervivencia.

 ¡ POR EL ACCESO Y EL CONTROL SOCIAL DE LOS RECURSOS HÍDRICOS DE CANARIAS !