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jueves, 02 de mayo de 2024 00:19h.

A vueltas con las Bibliotecas del Estado (o el estado de las bibliotecas) - por Nicolás Guerra Aguiar


Que las Bibliotecas Públicas del Estado (Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria)  se vean obligadas a cerrar los domingos por cuestiones presupuestarias me parece incluso hasta procedente. Porque ese día fue el instituido para el reposo desde los principios de la creación, tal aprendí en mi candorosa infancia: «Y al séptimo, descansó». Y como es día para familia, obligaciones patrias y deberes espirituales, deben cerrar tales espacios físicos en los que se almacenan libros llenos de ideas, las más de las veces perniciosas por sus coherencias razonadas, desestabilizadoras.

A vueltas con las Bibliotecas del Estado  (o el estado de las bibliotecas) - por Nicolás Guerra Aguiar

Que las Bibliotecas Públicas del Estado (Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria)  se vean obligadas a cerrar los domingos por cuestiones presupuestarias me parece incluso hasta procedente. Porque ese día fue el instituido para el reposo desde los principios de la creación, tal aprendí en mi candorosa infancia: «Y al séptimo, descansó». Y como es día para familia, obligaciones patrias y deberes espirituales, deben cerrar tales espacios físicos en los que se almacenan libros llenos de ideas, las más de las veces perniciosas por sus coherencias razonadas, desestabilizadoras.

Y es que las llamadas Bibliotecas Públicas del Estado en Tenerife y Gran Canaria dependen directamente del Gobierno de Canarias, quien en este primer pinito como Estado lo segundo que hace es vetar la compra de libros, revistas y periódicos puesto que el dinero no debe malgastarse en papeles emborronados, chorradas sobre historia, poesía, filosofía, novela…, que luego la gente se envicia y hasta sería capaz de leer en su casa en vez de emplear el tiempo para formarse intelectualmente. Que para eso el señor presidente del Gobierno confirma la continuidad del señor director de TVC en clave de científico uso dialectal del canario, que eso sí es Cultura, y para tal ciencia no se necesitan bibliotecas, puros depósitos de polvo, papeles viejos, pensamientos dignos de procesos inquisitoriales.

Porque ya se sabe: pueblo que ve TVC –emotivas novelas suramericanas de 3.042 capítulos, cine, fútbol, balompié, todo goles, más cine, vivir Canarias, imágenes del señor presidente camino de, regreso de, preparación para, intervención en-  ese pueblo, digo, es un pueblo feliz, ideológicamente relajado, manso. ¿Más libros para las bibliotecas públicas? ¡Qué poco conocimiento, qué desfachatez, qué imprudencia, qué temeridad! (Menos mal que manda mucho un catedrático, y él sabe que los libros deforman conciencias, que si no…)

Más a favor de tal corte presupuestario: ¿qué fue de las bibliotecas antiguas, como la de Nippur, en Babilonia, creada hace cinco mil años? ¿Para qué sirvió, si al final otros pueblos más sabios en las artes de la guerra la arrasaron, pues no se habían afeminado con la cultura y la lectura? ¿Qué servicio le resultó  a Asurbanipal la suya en Nínive con copias de textos más antiguos, colecciones y ediciones completas, si tras la caída de su reino solo se conservan muestras en el Británico? ¿De qué valieron libros y bibliotecas de Karnak, Tebas, Tell El-Amarna ante las viriles legiones romanas?

¿Qué fue los 700.000 manuscritos de Alejandría? Y me río de Roma, imperial mientras fortaleció a sus legiones, pero débil y enfermiza cuando la gente empezó a leer en las bibliotecas públicas, incluso hasta archivos históricos. Y a los griegos de hoy -cuyos antepasados se preocuparon por las bibliotecas, y las hubo en viviendas privadas, y difundieron libros, saberes, tragedias, comedias, Héctores y Agamenones, Antígonas y Electras, Ilíadas y Odiseas-, ¿de qué les vale su tradición de cultura y emporio del saber? ¿Queremos, acaso, que nos pase lo que a los egipcios del XXI, inmersos en catástrofes sociales por un «quítame allá a ese fundamentalista dictador»? ¿De quién es la culpa? Obviamente, de los lectores, atrofiados por ideas democráticas, voluntades populares, respetos y libertades. ¿Y cómo lo saben? Porque sus intelectuales estudiaron en la prostituida Europa, tierra plagada de bibliotecas con decenas de miles de libros, ¡a la hoguera, a la hoguera!

Bien claro –antecedentes intelectuales del Gobierno canario que bloquea la compra de libros para las Bibliotecas Públicas del Estado- lo tuvieron el cura y el barbero cervantinos, cuando en el capítulo VI de la primera parte de Don Quijote hacen el escrutinio «en la librería de nuestro ingenioso hidalgo», aposento que debía ser rociado con agua bendita para que algún posible encantador de los muchos que tenían aquellos libros no hipnotizara a dueña, barbero y cura. Y por más que la sobrina reclama el fuego destructor para todos ellos, los dos acompañantes discuten sobre Los cuatro de Amadís de Gaula, condenable a la hoguera para el segundo, salvable para el primero. Y así, ni tan siquiera perdonaron la novela pastoril Primera parte de las ninfas y pastores de Henares, de Bernardo González de Bobadilla, en cuyo prólogo el autor escribió «y siendo natural de las nombradas yslas de Canaria» y a quien buscó incluso en la dorada Salamanca mi amigo Victoriano Santana, rigor y ciencia.

Y si tal hicieron los personajes cervantinos –a fin de cuentas, el propio don Miguel- condenando a la hoguera a muchas y salvando a unas pocas (La Araucana, La Austríada…) allá en el años del 1605, ¿qué mejor continuidad en el siglo XXI que actuar como el cura, la sobrina y el barbero, pero ahora cerrando el grifo de los euros? Demostrado está que los libros hechizan, desordenan mentes, desquician a las personas, entumecen cerebros, cerebelos y bulbos raquídeos; embrujan y arrebatan a los lectores porque en ellos están escritas todas las maldades humanas, malevolencias y crueldades de las que el libre pensamiento es capaz, castigo que el hombre ha de soportar  por su propio pecado original.

Bien hace el Gobierno de Canarias en esta su primera incursión en las cosas del Estado. Ya ve usted, estimado lector: con mentalidades tan cercanas al Humanismo –si acaso no son el Humanismo mismo en pura esencia- ya no temo que mi tierra sea Estado tras Catalunya y Euskadi. Pero reclamo más: que  las tales Bibliotecas se conviertan en espacios habilitados solo para ver los programas culturales –así, a cientos- de la TV Canaria. Sería ya la cátedra suprauniversal que Canarias reclama. Para tirar el dinero en ampliaciones de bibliotecas, equipamientos informáticos, degenerados Pactos por la Lectura y la Escritura y perturbadores libros que desestabilizan ya está la consejería de Cultura cabildicia,  a quien habrá que inquisitoriar por tan insolente despilfarro del dinero público.


También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=290734

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/19826-a-vueltas-con-las-bibliotecas-del-estado-o-el-estado-de-las-bibliotecas