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viernes, 26 de abril de 2024 10:00h.

¿Adónde va PODEMOS? - por Juan Montero Gómez

"No vamos a abrir el debate monarquía-república porque no es una preocupación de los ciudadanos".

(Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos)

¿Adónde va PODEMOS? - por Juan Montero Gómez

"No vamos a abrir el debate monarquía-república porque no es una preocupación de los ciudadanos".

(Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos)

Si a esta afirmación del pasado lunes 16 de marzo de 2015 de Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos, unimos las recientes declaraciones de Pablo Iglesias, secretario general de idéntica formación, manifestando sus enormes deseos de que su petición de audiencia a Felipe VI sea atendida cuanto antes, lo cual –siguiendo con su habitual muletilla– sería sin duda un gran honor para él y animando de paso al Borbón a presentarse a unas elecciones que, según Iglesias, seguro ganaría por lo querido que es por los ciudadanos, todo esto dicho sin preocuparse en matizar, en esa ambigüedad calculada a la que ya nos va teniendo acostumbrados, que éstas serían elecciones a la jefatura del Estado de la tercera república española lo que inevitablemente deja claro que, en el hipotético y remotísimo caso en el que Felipe VI decidiese, en una crisis súbita de democracia, poner su cargo a disposición del voto ciudadano, lo haría dentro de las estructuras de una monarquía constitucional y, en ese caso, la arriesgada pantomima sólo serviría para legitimar por mucho tiempo, de ganar la consulta, la segunda restauración borbónica.

Si tenemos en cuenta además que una democracia auténtica sólo es posible en un país como el nuestro, con su historia traicionada y olvidada, dentro de una república y jamás en los márgenes de una monarquía siempre al servicio de los poderosos, los fácticos, los clericales y demás jauría de morralla feudal, entonces nos preguntaremos hacia dónde va Podemos. A qué viene tanta debilidad, tanta concesión en el discurso.

Más aún nos lo preguntaremos cuando es claro, sobre todo después de la aparentemente exitosa operación Ciutadans, orquestada por los poderes financieros de este país, que a Podemos se le ha escapado ya todo aquel voto de la derecha con el que llevaba coqueteando demasiado tiempo; ni un solo voto le vendrá de esos prados y encima, provocando reiteradamente a su izquierda con semejantes declaraciones, pues ésta es sólo un botón de muestra, está generando una desafección que en el mejor de los casos va a terminar por procurarle un porcentaje de votos que se parecerá mucho, en mínimos, a los que habría conseguido de mantenerse fiel a sus orígenes, al manifiesto Mover Ficha, a una postura inequívocamente de izquierda, no como partido sino como plataforma de confluencia de los movimientos sociales y organizaciones políticas de la izquierda indignada y transformadora, con la que habría alcanzado, tal y como acabo de decir, como mínimo el mismo porcentaje de votos a los que ahora, inevitablemente, apunta. El mismo si no más, tal vez bastante más, porque muchos de los que no se molestan en ir a votar, muchos de los que hoy alimentan la abstención acudirían, probablemente, a hacer valer su voto.

Quizás Pablo Iglesias, en un pronto enrevesado, en un bucle de complejidad, nos haya querido decir que su declaración rebosaba ironía, que un Felipe VI presentándose a una elecciones para la jefatura del Estado sólo sería posible en el marco de una competición democrática frente a otros aspirantes, lo cual presupondría un marco institucional republicano ya que, como es obvio para cualquiera, ninguna monarquía ha sido jamás elegida por sufragio universal. Sería pues el ciudadano Felipe y no el rey quien sería impelido por Pablo Iglesias para aspirar a tan preciado cargo, sería ésta la forma sibilina de mostrarle a Felipe de Borbón que podría ser, sin problemas y dado el cariño que le dispensan según Iglesias quienes hoy son sus súbditos, el primer presidente de la III república española.

Pero aunque así fuese, y no creo ni por un instante que esta fuese la intención encubierta de la declaración de Iglesias, sería igualmente peligrosa, reaccionaria y dañina ya que, a la revolución democrática burguesa todavía hoy pendiente en este país, ni por asomo le hace falta un Borbón en su mascarón de proa, un Borbón que como cualquier otro de su larga y siniestra estirpe sólo sería la vía de agua por la que entraría una vez más una profunda involución.

La brevísima y sin embargo honda historia democrática de este país rechaza visceralmente la institución monárquica. Lo mejor de este país atestigua desde sus tumbas en las cunetas y en el exilio, sus prisiones, persecuciones, torturas y desprecios; desde sus desahucios, precariedad y crímenes al diferente, desde su sufrimiento impune, que monarquía y democracia son incompatibles y mucho menos aún cualquier atisbo de sociedad socialista. Ninguna victoria contundente e irreversible sobre el entramado genocida del sistema del capital es posible desde la connivencia con la corona. Algo que estaba claro en los principios fundacionales de Podemos, en su espíritu original, y que jamás debería haberse enturbiado, jamás debería haber pasado a la defensiva.

Por todo ello, frente a la deriva de Podemos y su cúpula, dejo en el aire la pregunta: ¿adónde va Podemos? por si alguien, barrunto que desde las filas del PSOE no faltarán candidatos, tiene a bien compartir una respuesta.

 

Juan Montero Gómez

* Publicado con autorización del autor