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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Afeitarse en Dakhla - por Paco Déniz

Afeitarse en Dakhla (Villa Cisneros) es volver a la barbería de tu niñez cuando tu padre te dejaba allí para que te pelaran, y observabas la navaja del barbero que al rasurar con el metal el careto obrero curtido emitía un sonido de grillo ronco.

El almendrero de Nicolás

Afeitarse en Dakhla - por Paco Déniz *

Afeitarse en Dakhla (Villa Cisneros) es volver a la barbería de tu niñez cuando tu padre te dejaba allí para que te pelaran, y observabas la navaja del barbero que al rasurar con el metal el careto obrero curtido emitía un sonido de grillo ronco. Ahora me frota con la zurda y la brocha prehispánica sacándole espuma a la pasta gruesa que untó. Y dale que te pego una y otra vez, hasta que la espuma ya no se mueve de la cara, luego, con el dedo chico levantado y sujetando la navaja con tres dedos se va adaptando al perfil de tu rostro, incluso al hoyito que es lo único bonito que te va quedando. Y te duermes lentamente mientras mandas al carajo al ejército islámico y a los telediarios occidentales. La decoración es de otro planeta y, como en todos los comercios, es casi obligatoria la foto de Mohamed VI. Suena un telediario en una tele seguro diciendo barbaridades, como aquí, pero allí, como es en árabe, no te enteras de nada. Y sigues durmiendo con el arrullo de un lenguaje impenetrable lleno de multitud de jotas y haches imposibles para mis cuerdas vocales simples.

¡Ñohssss, qué placer! Te olvidas hasta del ejército marroquí que se apelotona en algunos baretos oscuros del mercado viejo de la ciudad, el que construyó otro ejército colonial: el español. Te acuerdas de los pijos de las propagandas de hojillas de afeitar y de los jugadores del Real Madrid porque no saben afeitarse, porque nunca han estado en Dakhla y desconocen el auténtico apurado. La navaja es colectiva y se purifica con fuego, es sostenible porque no se bota a la basura. Cuando ya crees que el barbero terminó, te pasa una crema con una fragancia de esas baratas que huelen divinamente, y vuelve con la navaja a maquearte. Te levantas con una media tontura y te dan ganas de abrazarlo. Se parece a mi tío y te cobra 20 dírhams, no llega a dos euros. Eso sí que es Pour Home, porque en las distancias cortas es donde un hombre se la juega. Aféitese en Dakhla, su mujer y sus hijos se lo agradecerán. Ya no los volverá a raspar con su barba exfoliante.

                                                                                                                      Paco Déniz

* Publicado con autorización del autor