El atrabiliario ex-marqués de Queipo de Llano, a las catacumbas - por Erasmo Quintana *

De carácter irascible y violento fue este militarote que la Ley de Memoria Democrática quiere ponerlo donde siempre debió estar: en el infierno con belcebú, nunca en esa impostada consideración de la Santa Madre Iglesia, católica y apostólica, al considerarlo un santo (esos que se supone ocupan un puesto cercano a la diestra de Dios padre), cuando todo su mérito en la vida fue asesinar vil y cobardemente a cientos de paisanos andaluces (se dice que 14.000), porque en su diabólico entendimiento no tenían derecho a vivir. 

Y la permanencia de los restos del general golpista en la basílica de La Macarena es más irritante cuando se piensa que la mayoría de la gente obrera y campesina sevillana que Queipo mandó a matar, era mucho más sinceramente devota de esa advocación de la Virgen que el ateo sanguinario que reposa en ese sepulcro blanqueado. Es un insulto, a las víctimas y a la propia Patrona de Sevilla

De momento, la Ley de Memoria Democrática ha eliminado el título nobiliario que le concediera Franco a Queipo de Llano como recompensa a sus asesinatos y vilezas verbales. A quienes, como yo, no reconocemos las dignidades monárquicas, poco nos importan esos títulos de supuesta nobleza, pero toda eliminación de dignidad que se le haga a un criminal, es bien recibida, en nombre de la Justicia.

Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, nació el 5 de febrero de 1875 y murió el 9 de marzo de 1951. Setenta y seis miserables años anduvo por este mundo el teniente general de caballería, haciéndose famoso por lo carnicero que fue con sus compatriotas en una contienda bélica patria (el golpe de Estado militar del 36), levantamiento en armas contra el pueblo, porque al establishment y la burguesía, temerosa de perder su bienestar -con mucho poder- no aceptó desde el primer momento que ganaran las izquierdas, que traerían la Segunda República. Desde el primer instante, digo, empezaron los movimientos en cenáculos creando las condiciones para que los más exaltados, los inevitables anarquistas de la CNT, aquellos que incendiaban iglesias y conventos, sacando a las calles los ataúdes abiertos de monjas y religiosos, pues veían que la Iglesia católica estaba de parte de  las clases adineradas burguesas, que les esclavizaban y oprimían. 

Este atrabiliario fascista hizo sus estudios secundarios en el Seminario Diocesano -iba para sacerdote-, pero cambió por la carrera militar. Estuvo en la guerra de independencia de Cuba luchando contra EEUU, y en África, junto a su compadre Franco en la guerra del Rif contra el moro. Ganó fama como su “amiguito” matando rifeños, lo que le valió su ascenso a general de brigada, igual que Franco a comandante. Conspiró contra la monarquía alfonsina, dirigiendo una Cuartelada, que le valió el exilio a Portugal.

Proclamada la II República de 1931, es nombrado capitán general de Madrid e inspector general del Ejército, ayudando al éxito de las reformas militares de Manuel Azaña. En 1933, tuvo que dimitir por una serie de injerencias suyas en la política. Descontento por el rumbo que -para él- tomaba la política republicana tras la destitución de Alcalá Zamora, junto con Mola y Sanjurjo encabezó un golpe militar contra el Gobierno republicano, fracasando, pero fue lo que dio origen a la sangrienta Guerra Civil española de 1936.

Aparte de que fue un genocida (mató en Sevilla a 3.028 personas), su virtud fueron las intervenciones radiofónicas, en las que demostró un procedimiento de guerra psicológica. Hoy también lo vemos con Ucrania, donde Putin usa la mentira como arma de combate. Las soflamas en la radio de este nazi se hicieron famosas a través de Unión Radio Sevilla. A tanto llegó, que lo hicieron Gobernador militar y civil, actuando en la guerra con total independencia, lo que le llevó a ser reconocido por el “virrey de Andalucía”.

Tras finalizar la contienda, fue ascendido a teniente general, condecorado con la Laureada de San Fernando. Pero, como una señal del destino, cada vez más fue postergado por Franco, celoso éste de que llegara a ocupar la Jefatura del Estado. Todo el que le hizo sombra al Golpista, lo defenestró o lo llevó al cementerio, como hizo con el general Balmes, en Las Palmas (ver el historiador Ángel Viñas), o a su propio hermano, el famoso aviador del “Plus Ultra”, Ramón Franco, o igual que Sanjurjo y Mola, que mueren en “accidente de aviación”.

En realidad, parece probado que Sanjurjo fue víctima de su soberbia, porque se empeñó en meter en al avión el baúl con sus uniformes, sables y medallas, y el peso era tal que fastidió el despegue. Pero es probable que Franco se lo hubiera cargado igual.

A Queipo, Franco no lo eliminó. Se limitó a neutralizarlo, con su conocida estrategia de "patada para arriba", encomendándole misiones decorativas, de mínima importancia operativa.

El admirado personaje tenía una máxima que lo definía sin discusión, y que llevó siempre a la práctica: “Solo debo lealtad a la persona que me es leal”. Y una muestra de estrategia suma: “La destitución física de los cuadros de los partidos del Frente Popular, de los sindicatos obreros y de las organizaciones masónicas, sin perder de vista asimismo a los partidos democráticos más moderados y a las personalidades independientes, se puede hablar de una operación perfecta de extirpación de las fuerzas políticas que habían patrocinado y sostenido a la República”.

Éste es, junto con José Antonio Primo de Rivera y otros criminales de guerra, que tienen la dudosa valentía de asesinar indiscriminadamente a sus propios paisanos por puro fanatismo de las ideas, a quienes se quiere sacar de los lugares de culto y oración, y ponerlos donde solo sean adorados y reconocidos por quienes piensan como ellos hicieron en vida. Yo no veo cómo estos criminales pueden todavía ser objeto de admiración y respeto. Y parece increíble que después de casi cincuenta años de la muerte del Dictador, todavía no haya sido posible quitárnoslo de encima. Con el partido Vox lo tenemos hasta en la sopa. 

* En La casa de mi tía por gentileza de Erasmo Quintana