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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

Chaacho, mírate el ombligo este verano - por Nicolás Guerra Aguiar




"Con motivo del Día de Canarias, un medio de comunicación llamó a alguien importante para que comentara qué es Canarias para él..."

Chaacho, mírate el ombligo este verano - por Nicolás Guerra Aguiar

  Con motivo del Día de Canarias, un medio de comunicación llamó a alguien importante para que comentara qué es Canarias para él. Y como el hombre sabe la realidad de nuestra tierra con rigor, seriedad y exactitud, sin patrioterismos, machangadas y tópicos, contestó que actualmente es una región con gravísimos problemas, altísimos índices de paro, necesitada de un Gobierno que gobierne. El entrevistador casi manda al carajo a don Roberto: cortó la exposición y le dijo que hablara de la Canarias de parrandas, folías, romerías, jareas, sancochos, tollos, pellas de gofio y pan en esqueleto, que llamó Unamuno. A ser posible, con el «¡chaaaaaacho!» tan identificador, tan nuestro, que solo con escribirlo ya me emociono, y más ahora que el señor viceconsejero de Turismo descubrió que Canarias tiene el mejor clima del mundo… y parte del extranjero, y no se trabuca al decirlo.

 ¿Anécdota, relato irrelevante, circunstancial? En absoluto. Lo que el entrevistador pretendía era que don Roberto elevara a categoría casi sublime lo que por estos andurriales se oficializa y, lo que es peor, se vende como «el ser canario», quizás algo desprovisto de pensamientos, ideas, reflexiones sobre la realidad flagrante a que nos han conducido incompetencias, gobiernos de mediocres y latrocinios.

  Porque eso es lo que significa «mirarse el ombligo», ‘tener una actitud egocéntrica y autocomplaciente’, simple y anodina locución a la que echan mano desde algún organismo oficial para que nos quedemos este verano en Canarias, de coña, burla, tropelía, como si estuviera en las posibilidades de la gente –un treinta por ciento en paro- salir de su barrio. Y no es que no «se» les apetezca, en absoluto: es que no pueden, se lo prohíben las imposibilidades económicas que torpes dirigentes e interesados gestores han ido construyendo día a día en un curioso desarrollo hacia atrás, para muchos en sus propias subsistencias y dignidades de seres humanos.

  Se impone una machacona cantinela: «Este verano, ¿por qué no mirarnos el ombligo? Yo me quedo». Y es cierto, muchos paisanos seguirán al pie de la letra la recomendación por lealtad a la nación canaria, o a la nacionalidad, para que el personal no se perpleje. Fidelidad al terruño, identidad psicosomática, esencia pura de la raza guanche. Sí, yo me quedo, me lo pide el corazón, y de inmediato diré a la agencia de viajes que anule el crucero por las islas griegas, a fin de cuentas es como en la oca, que de isla a isla siempre toca. Y de aquel viaje por Cantabria en el tren de lujo, nada de nada, pues es seguro que ni carajacas voy a encontrar, y muchísimo menos un buen ron aldeano. Y en vista de que la señora Merkel sigue emperretada en que de eurobonos, leche cacharro, me daré la satisfacción de posponer el viaje a la Selva Negra, pues dicen que en estos meses la cerveza, biere, birra, piva, bièrre, piba, está poco asentada, pues la cosecha de lúpulo engordó mucho a causa de la prima de riesgo.

  Sí, yo me quedo. Y me miraré el ombligo, y quizás hasta descubra alguna partícula negroide que se aposentó en él después de la última ducha tan cerquita, por Carnavales. Y estoy seguro de que encontraré novedades, es un elemento corporal al que no le prestamos atención por más que traduce estados de ánimo, situaciones curiosas, impactos emocionales. Un suponer: cuando esté en San Felipe tirado sobre una laja, dirigiré mi cuerpo hacia el naciente y esperaré a ver de qué color se pone aquella cicatriz. Porque dicen que si se vuelve verde entrará ictericia, pero que si coge tonos anaranjados no debo cometer excesos; descanso y relajamiento, pues así mi salud se volverá positiva. Y que, incluso, en el terreno sentimental experimentaré satisfacciones.

  Ya hice las primeras tentativas patrióticas el sábado, con ombligos ajenos. Le miré el puntito a una señora que tomaba el sol en bikini.  Pero lo que encontré no me gustó, más bien se le había encogido, como si de tanta exposición el ombligo se hubiera metamorfoseado en pasa, aguacate de cáscara arrugada. La pobre señora –a fin de cuentas, tampoco es un pecado- lo tenía enguruñado, más bien parecía una cosa calcárea, como la concha de los burgaos, pero no sé si es porque en su juventud de hace cuarenta años ella había sido medio sirena o la roña almacenada en el agujero ombliguil se había solidificado. Cosita fea, ya le digo.

  Y a un cuarentón que con su pareja sentó sus reales cerca de nosotros parecía que quería estallársele desde aquella tripita bien curvada, aunque ella lo tenía tan bobito con sus cimbreos que el guanajo hasta se reía solo, me tenía preocupado. Y cuando ella lo miraba fijamente con mirada femenina de dieciocho años, al angelito de Dios se le escapaba la baba. Y aunque se caía de espaldas, él se miraba el ombligo, parecía que la muy pícara se lo había cortado. Como dice el Diccionario, lo tenía dominado.  

  Algunos políticos -rabea, rabea- no podrán gozar de tales avances patrióticos, de fervor místico y entusiasmos sobrehumanos, casi divinos, cual es la sublime contemplación en Canarias de sus ombligos. Pero la culpa es suya, ellos se lo han buscado, tal mismamente el señor director general de las cosas internacionales del Gobierno canario: como el hombre viaja tanto -también por encargo de Naciones Unidas- y vive en hoteles de cuatrocientos veinte euros noche (¡no, no son noches lunares, esas que duran quince días!), no puede mirarse su ombligo porque le falta el ambiente canario, que todo influye, afirman los sajorines. El pobre hombre es que ni lo lleva puesto, dicen que siempre lo deja en Aduanas para que no pierda su pureza canaria. Y cuando regresa se lo pone, y llora de emoción. ¡Si es que Canarias es eso, el ombligo del Mundo!


http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=265338