Conformes en que hay que ser solidarios, ¿pero hasta qué punto? - por Erasmo Quintana
Conformes en que hay que ser solidarios, ¿pero hasta qué punto? - por Erasmo Quintana *
Nadie podrá negar que el reino de Marruecos está cómodo con el trasvase de cayucos que salen de sus costas con destino a Canarias, aliviándole así los problemas que tienen en lo económico, además de resolviendo una evidente presión social al Sultanato. En este sentido, no se podrá meter al genio dentro de la botella, pues el alivio que supone para el país vecino el continuo goteo de cayucos ocupados con gente de diferentes países africanos, pero evidentemente, siempre con migrantes marroquíes, es evidente. En este último tiempo la avalancha de migrantes con destino a Gran Canaria ha sido histórica. Se cuentan por miles los que han estado hacinados en el puerto de Arguineguín en unas condiciones infrahumanas, durante más tiempo de lo aconsejable, al descampado y casi como animales, a lo que se añade un colapso en los Menas. Dicen los que saben que la isla de Gran Canaria acoge a más del 60% de los migrantes que han venido; si los últimos son alrededor de tres mil, es fácil sacar la cuenta e imaginar que menos de la mitad se reparten en las seis islas restantes. Sin duda, la mayor presión recae con brutalidad en una sola isla: Gran Canaria.
Para analizar en profundidad la problemática de nuestra Isla habrá que tener en cuenta que la misma padece la inevitable pandemia que a todos afecta, va para un año, a lo que se habrá de añadir los 279.230 parados, de los cuales 84.000 cobran ERTEs. Ahí también Gran Canaria es campeona; no me sé el dato, pero en esto pongo la mano en el fuego, ya que así será. Luego también -no es sospecha-, que la mayor incidencia de infectados por coronavirus son grancanarios: 135, frente a los 27 de Tenerife, cinco veces más, y 53 en Lanzarote; ¿se deberá a ese superior 60% de inmigrantes que den positivo por la Covid (dato éste que no nos facilitan)? En realidad, el peso que se quita de encima Marruecos nos cae a nosotros, Archipiélago a dos mil kilómetros de la Metrópoli y abandonados la mayor parte del tiempo a nuestra suerte. He oído al nuevo obispo de Canarias, Dr. José Mazuelos, quejarse de lo poco que pueden hacer con una Cáritas insuficientemente dotada para hacerle frente a la gran demanda de ropa y alimentos que son imprescindibles a esta superlativa avalancha de inmigrantes. Luego, los papanatas políticos diciéndonos que no debemos protestar, que tenemos que acogerlos atendiendo todas sus necesidades, mientras nuestros jóvenes en paro y subsistiendo gracias a los abuelos.
Cuando somos una región campeona del paro nacional, sobre todo de la juventud que quiere acceder a su primer trabajo y no lo encuentra; donde el Gobierno canario nada hace por las malas condiciones de los vecinos, carentes de lo más esencial por una vida precaria, que se quiere digna, y sí pone hincapié en la defensa de los migrantes, que incluso ejercen violencia entre ellos y con algún canario, el tema no hay por dónde cogerlo. Gran Canaria ha dado muestras más que suficientes de ser una Isla hospitalaria, solidaria, pero la pregunta que nos hacemos es ¿hasta qué punto? Si estamos necesitados de que el Gobierno de la nación atienda nuestras carencias, sobre todo por la pandemia y lo que ella incide en la economía, ¿por qué pretenden que seamos nosotros los que resolvamos problemas sobrevenidos de las pateras con esos dramas humanos? La gente del Sur ha levantado su protesta, porque quieras que no, algunos comportamientos de estos extranjeros crean problemas de convivencia, que no todos pueden soportar. La respuesta oficial es que son xenófobos, y no lo creemos justo.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana